Como en muchas otras ocasiones, los números planteados por Néstor Roulet, productor cordobés y ex vicepresidente de CRA, apuntaban a mostrar el daño que le provocan las retenciones a los productores agrícolas de la Argentina, en especial cuando se habla de soja, que paga los tributos más elevados. Pero esta vez el ejercicio disparó para todos lados, porque también expuso el peso crucial que tienen muchos otros actores que viven del negocio y enflaquecen los números del chacarero.
En efecto, Roulet planteó una comparación entre los números de la soja en 2002, cuando se reimplantaron las retenciones, y la actualidad. La conclusión es que el Estado ha incrementado las tajadas de la torta que se lleva sin aportar casi nada. Pero a la par saltan a la vista los fuertes incrementos de las porciones de las que se apropian los proveedores de insumos, los dueños de la tierra (en el caso de arrendamientos) y hasta la cadena comercial de granos. Todos ellos chupan de la teta de la soja cada vez más leche, dejando al productor con cada vez menos, hasta llegar a un escenario actual de descapitalización por números negativos.
No sabemos si es lo que Roulet -que es muy proactivo para poner en planillas las desventuras del sector productivo- quería finalmente mostrar. Pero la fotografía es innegable.
El productor de Canals comparas los márgenes agrícolas de una hectárea de soja implantada (a 300 kilómetros del puerto) en la campaña 2001/02 (cuando tras la crisis el gobierno de Eduardo Duhalde reimplantó las retenciones, primero en 13,5% y luego en 23,5%), con los del actual ciclo 2024/25, donde gobierna un partido libertario que de todos modos mantuvo las retenciones a la soja en un pico máximo de 33%, pero ahora las acaba de reducir “temporalmente” al 26%, solo hasta el 30 de junio.
“A pesar de un aumento del 86% en el precio FOB de la soja desde año 2002 (año que pusieron las retenciones), el productor en la actualidad tiene margen negativo”, parece sorprendido el ruralista. Y en efecto, en 2002 la soja valía 198 dólares por toneladas y el margen bruto resultante de esa hectárea implantada llegaba a 143 dólares (con una rentabilidad del 37%), mientras que ahora, con la soja a 368 dólares el productor pierde 6,35 dólares por hectárea, un 0,67%.
Obviamente que en este desquicio económico impacta de lleno la suba de retenciones o derechos de exportación. Como se ve en la planilla, hace más de dos décadas el Estado le quitaba en el puerto al chacarero 162 dólares y ahora le saca 335 dólares, un 106% más.
Pero también salta a la vista cómo ha crecido la participación de otros “costos”, y sin que esto reditúe en una mejora de los rindes finales, que siguen clavados (al menos en este ejercicio teórico) en 3,5 toneladas de soja por hectárea.
Los costos directos pasan de 112 a 312 dólares por hectárea. Es decir que empresas de semillas, agroquímicos, fertilizantes y contratistas han elevado sustancialmente su porción de torta, nada menos que 178%.
Los costos indirectos (gastos comerciales, seguros, asesoramiento, fletes) también se han más que duplicado entre 2002 y 2025. Suben en este ejercicio un 139%, pasando de 84 a 199 dólares por hectárea.
Finalmente, el costo de la tierra (calculado cuando la soja empezaba a ser negocio en 10 quintales y ahora en unos 15 quintales promedio por hectárea), también trepó más que las retenciones: un 180% entre ambas puntas. Antes al productor le salía unos 190 dólares por hectárea. Ahora el dueño de la tierra o rentista se lleva 435 dólares.
Como sea, todos estos rubros y no solo las retenciones, deterioraron los márgenes del sujeto que asume todo el riego de la producción.
Roulet no niega el visible impacto de los costos de producción, además de los derechos de exportación. “A pesar del aumento internacional de los granos, la competitividad de la soja fue decayendo desde el 2002 hasta la actualidad por el aumento de la presión impositiva y de los costos productivos (el famoso costo argentino)”, describe.
Y va más allá: “En un país cada vez más cerrado, con intervenciones en los mercados, con proveedores de insumos concentrados, industrias de maquinarias protegidas, con infraestructuras productivas destruidas (rutas, caminos rurales, acceso a puertos, etc), hicieron que tanto los costos directos, como los indirectos aumentaran en forma desproporcional”.
La conclusión es que hay demasiadas bocas chupando de la teta de la soja, aunque por obvias razones (en especial porque no aporta nada a cambio) las críticas suelen orientarse especialmente hacia el peso de las retenciones, un impuesto distorsivo que no existe en ningún otro país del mundo.
En este sentido, y luego de mostrar que son varios los que se estarían abusando del negocio de la soja, el ex vicepresidente de CRA se pregunta si el gobierno de Javier Milei tendrá margen para volver a subir las retenciones el 30 de junio al 33%, como se preanunció.
Deben correrse los arrendatarios
Que arriesguen en la gestión los dueños de las tierras, así tengan falta de equipamiento y contraten todo a terceros