La Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires (FAUBA) cuenta en su claustro con el ingeniero agrónomo Roberto Fernández. Es agrónomo, pero enseña en la Cátedra de Ecología. Quiere producir más, pero no a costa de provocar daño al medio ambiente. A pesar de eso, toma distancia de los que se embanderan detrás de las románticas banderas de la “agroecología”. Fernández lamenta la existencia de “una grieta ideológica” entre aquella y la agronomía convencional, aunque considera que ambas deben coexistir para lograr un cambio de paradigma productivo actual.
“Yo me preguntaba mucho qué era la agroecología. Y bueno, aprendí que tienen muchas de las cosas de base parecidas a la agronomía tradicional, pero otras distintas. Sin embargo la agroecología piensa que no es natural ni está bien lo que hace la agricultura industrial y la Revolución Verde. Se que todos los humanos tenemos relatos y que tienen que ver con un ideología, el problema está cuando la ideología del otro molesta”, dijo el docente de la Fauba en diálogo con Bichos de Campo.
No es esta, sin embargo, la principal disquisición en los desvelos de Fernández, sino que su empeño está en formar profesionales capaces de pensar en una agricultura más sustentable, donde se fusionen las distintas prácticas. Desde su punto de vista, ya no se sostiene el relato agropecuario tan tradicional de que para alimentar a los 8.000 millones de habitantes en el planeta, “se vale todo”.
“Parte de nuestro trabajo tiene que ver con mirar cómo se está haciendo la agricultura y cómo se puede hacer mejor. Entonces, la agronomía no responde al monstruo que nos quieren hacer ver algunos. Es tan artificial como todo lo que hacemos desde que tenemos cultura humana. Lo que hace, en un lugar donde no había una cosa o había muchas, es poner una sola especie y de ahí tratar de que todo el fenotipo sea parejo, que maduren todos juntos a la vez y sea más barato cosechar. Así se puede producir más alimentos y más baratos. Pero todo tiene un costo”, explicó.
En este sentido, el también investigador del Conicet considera que la solución no está en satanizar algunos productos y mucho menos juzgar al productor que lucha con la naturaleza y mercados de precios muy cambiantes, sino que consiste en entender los procesos para modificar ciertas prácticas agronómicas.
“Hay que revisar cosas a medida que las vamos entendiendo. Hace 30 años decíamos que estaba bien usar insecticidas o herbicidas, y ahora nos damos cuenta que era una barbaridad. Ahora usamos menos y de menor impacto, porque somos 8.000 millones de personas nativas. ¿Y entonces cómo podría no hacer estas cosas sobre los sistemas naturales para terminar comiendo? Pero decir que eso no tiene impacto es una necedad”, recalca Fernández.
Si bien el docente reconoce que muchas prácticas -a estas altura- son inevitables, advierte que sí se puede hacer de mejor modo. En este sentido, insiste en diferenciarse de lo que en principio propone la agroecología como corriente de militancia. “La agroecología viene con un extremo de que no hay que hacer y que hay que cambiar todo. Pero vos tenés una responsabilidad o una necesidad de seguir alimentando a la gente y no se puede cambiar todo de golpe”, enfatiza.
Mirá la entrevista completa acá:
-En su momento la población justificó una altísima productividad y se obsesionó en la búsqueda de producir más; puso el rendimiento de los cultivos al tope de la agenda. ¿Decís que esta épica está llegando a su fecha de vencimiento?
-Bueno, ese aumento en los rendimientos y baja en los precios reales es algo que se logró en la Revolución Verde, por lo menos hasta la aparición de los biocombustibles. Era muy claro que en promedio había una baja de los precios reales de la caloría alimenticia, pero en ese momento era el centro. Ahora el centro son otras cosas, porque sobra la comida para alimentar a la población en términos de calorías, aunque esto no quiere decir que todas las puedan pagar. Y atrás viene que hay gente que satisface las calorías, pero no las proteínas, no los ácidos grasos esenciales y que hay muchos impactos que tiene esa enorme superficie cultivada que hay que reducir.
-¿Desde su punto de vista qué debería tener entonces en cuenta la nueva épica?
-La nueva épica tiene que tener en cuenta que no es solo es cantidad, sino también calidad. Y calidad por ahí entendida en dos sentidos: qué estás comiendo y cómo se hace. Pero además, en qué condiciones de trabajo lo estás produciendo. Qué consecuencias a largo plazo traen los ecosistemas. Entonces, sí vas por la agroecología, donde tienen argumentos del estilo de arraigo de la población, de cadenas de comercialización cortas. Por otro lado la certificación orgánica o las ISO ambientales, entre otras cosas, que te permiten saber lo que estás comiendo. Hay cosas de la agroecología que me parece que se puede incorporar. Por ahí ya la empresa tradicional las tiene incorporadas, con otro vocabulario, pero bueno, lamentablemente tenés las grietas ideológicas.
Muy interesante la posición del docente en cuanto al equilibrio y la no ideologización del tema.
Lamentablemente en nuestro país la agricultura no sólo cumple ese rol de producir alimentos.
Es la principal fuente de ingreso de dólares indispensables a la economía.
Y es la gran aportante de recursos fiscales a los estados nacional, provincial y municipal.
Y en ese rol al agricultor le queda poco margen de maniobra económica. El principal depredador de nuestros recursos es el estado sobredimensionado.
En algunos criterios concuerdo, pero en estos debates ideológicos por los paradigma productivos , siempre queda al margen o se trata de no visibilizar y es el Sistema Financiero, qué siempre estuvo desconectado de su basé de sustentación qué son los factores biofisico o recursos naturales.
Hay una irrefutable realidad que nunca se menciona y es la desvinculación que hay, entre los actores del mercado financiero y los recursos naturales. Recursos qué en su economía no le ponen un valor monetario.
Se hablá mucho de la taza de interés de los mercados y las tazas de reposición de la naturaleza?
Como todo en la vida, los fanatismos nunca son aconsejables, un poquito de aca y otro de allá, es la manera de avanzar con éxito. No olvidar q fanátizarse con medidas drásticas va en contra de la viabilidad en la producción consciente y posible.
Totalmente de acuerdo el estado insaciable nunca le alcanza.
Pienso lo contrario a su dicho de ESTADO SOBREDIMENSIONADO… SI no existiera el Conicet, el Inta el Inti y los disti tos programas de investigacion para el campo, Ud seguiria produciendo como en el siglo XV
Más que sobredimensionado, diría que es un Estado ineficiente y con las prioridades cambiadas. Un Estado que investiga y aporta soluciones (Conicet, INTA) claramente no es un Estado bobo, pero uno que explica el 20% de sus ingresos de divisas gravando el consumo -impuesto país- o que sostiene la distorsión y superposición de impuestos para pagar deuda y subsidios a quienes no los necesitan, y no para inversiones productivas y de infraestructura, lo es. No deja de ser cierto que el agricultor tiene poco margen y un enorme capital de riesgo. Ni que la búsqueda de rentabilidad per se atenta contra la naturaleza. Pero para encarar esos problemas hacen falta políticas de Estado.
Pretender discutir que en nuestro país el estado está sobredimensionado es ridículo. Precisamente ese dilapidar recursos y la corrupción consecuente es lo que ha restado financiación a esas importantes instituciones que usted menciona y a las que habría que sumar las universidades públicas. La penetración ideológica que se ha hecho en las mismas perjudican a los grandes investigadores que trabajan silenciosamente, mal retribuidos y faltos de recursos. Recursos que dilapida un estado corrupto y sobredimensionado. Por otro lado permitame decirle que siendo el agro argentino reconocido por su dinamismo y su constante adopción de nuevas tecnologías, afirmar que podría seguir produciendo como en el siglo XV si no fuera por los aportes de un estado bobo, es no tener idea de lo que se habla.
Y si probamos salir de la lógica de economía primaria y nos industrializamos para que la entrada de dólares no dependa de los recursos que nos otorga la tierra?
Desde Perón para acá se le ha exigido al sector agropecuario que subsidie a la industria. Al sector agropecuario le convendría mucho un sector industrial fuerte como ocurre en Brasil. Así habría otro más que pague impuestos. Lamentablemente eso no ocurrió.
Está claro que todavía en la Facultad predomina una visión muy acotada. Que todas las materias tienen una mirada holistica es un formidable oximoron: entones por qué son “materias”? Sería lo mismo decir que en medicina “,todos los médicos especialistas tienen una visión homeopática. El otro lugar común es “denunciar” la ideología del otro lado y la típica postura de que el agronegocio no tiene ideología y la agroecología si. El futuro es agroecología o no hay futuro vivible ( lo están gritando con el agua al cuello los riograndenses…. o no se entiende el portugués?) . No es posible la convivencia con el agronegocio, Si la transición. Pero ya se ha dado un gran paso: ya no pueden negar la agroecología ya que todos ya hablan de ella: para subestimada, para reducirla a una moda o “romanticismo”, para acusarla de “ideología” o, los más astutos, para cooptarla y lavar la cara con un maquillaje “verde” a la agricultura extractiva y tóxica.
Me encantaría entender la acepción negativa que le imprimen al término “Agronegocio”. ¿Cuál sería la contrapartida? ¿Una “agroecología”desinteresada en el resultado económico?
El problema central es que somos demasiados. 8.100 millones es una barbaridad. Los políticos no ponen el tema en la agenda porque nadie se lo reclama, pero el planeta cruje y ya es conflictivo algo básico como producir alinentos.
Cuando se habla de aumentar la produccion por intensificacion, queda la idea de que todo sera posible. Creo que ya deberiamos haber evaluado LIMITES. O sea hasta aqui si, mas de esto , no se puede.
Sin conocer los limites de las acciones , las decisiones, etc. siempre seran sorpresas.
Falta investigacion bien contextualizada.
Con el agro solo, no alcanza. Y debemos analizar eso de nuestra super competitividad enagricultura, ganaderia, etc. .
Maria
Creo que lo que dice R Fernández, es entendible y claro Ademas lo justifica porque es un estudioso del tema Claro es no es asimilable por los pensamientos sectarios Hay.que analizar las cosas en un y todo.
El punto, para mi, no son las calorías, la densidad alimenticia es lo que se perdió. Mi hija con enfermedad de Crohn me hizo entender el significado..