La situación del engorde a corral lejos de mejorar empeora cada día. El mes pasado, las pérdidas económicas por cada animal que iba a la faena llegaban a los 30.000 pesos por la terminación de un novillito liviano.
Este mes ese número se elevó a 40.000 pesos, lo que significa un 30% más, según los cálculos que hizo la Cámara de Feedlot. Así, las pérdidas se incrementaron tomando en consideración el costo de oportunidad del dinero que se elevó con el aumento de tasas de interés.
Además, por un novillito que va a la faena y que vale 330 pesos el kilo vivo, obtiene una facturación bruta de 110.000 pesos. Esto indica que el valor de la hacienda debería aumentar 40% sólo para cubrir el costo.
Esta situación se prolongaría por un tiempo más. Si bien los engordes están en un proceso de vaciado de sus corrales, los datos de Senasa indican que este mes había 1,6 millones de vacunos en los encierres intensivos, lo que garantiza buena oferta en diciembre y enero.
En épocas de seca se recurre al feedlot como rueda de auxilio para no malvender la hacienda. Pues eso no está pasando porque la crisis económica es muy profunda y la inflación hace estragos en los ingresos de los argentinos.
Por eso hay un retraso tan marcado en el valor de la carne que está 30 puntos por debajo de la inflación, y de la hacienda que está 40 puntos porcentuales debajo del Índice de Precios al Consumidor del Indec.
La preocupación en la cadena ganadera es enorme y pocas veces vista antes. El consumo interno siempre fue el cliente fiel, cuya demanda se consideró como inelástica. Pero la pérdida del poder de compra del salario y la alta oferta de carnes alternativas a las que el consumidor se adaptó, y que tienen precios más competitivos que la vacuna, llevan a su reemplazo.
Los polleros dicen que su mejor momento de ventas es la segunda parte del año, ya que en la primera quincena del mes el gasto se concentra en la carne vacuna y luego se redirecciona al pollo, lo que da cuenta de cómo se orienta el consumo ante la restricción de su poder de compra.
Lo cierto es que esa carne se ganó su espacio y que hay una oferta de entre 46 y 48 kilos por habitante al año, casi el mismo que la vacuna. A eso se suman los 20 kilos que aporta la producción porcina y los 2 kilos de la carne ovina, según el sector privado.
La demanda interna no tiene plata, está bien abastecida y entonces, hasta que los feedlots no se vacíen, no habrá posibilidades de que el precio suba. La pregunta que se hacen en el mercado es si esa reacción en efecto se dará y de cuánto sería la suba, ya que se teme que el bolsillo no dé para que se produzca un incremento que cubra los costos del engorde.
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Informe de Encierre - Diciembre 2022 (1)