Finalmente, luego de más de un año de retraso, los precios de los cortes de carne bovina en el mercado argentino lograron recuperarse para alcanzar al nivel general de inflación.
En el último año, según los últimos datos publicados este miércoles por el Indec, la “canasta cárnica vacuna” mostró una inflación interanual del 135,6% para registrar la misma proporción que el promedio de alimentos y bebidas no alcohólicas en comercios y supermercados de la ciudad de Buenos Aires (CABA-GBA).
Si bien el ajuste del valor de la carne registrado el mes pasado puede resultar “violento” por su magnitud, lo cierto es que en realidad se trata de una equiparación respecto de la inflación general, es decir, respecto de la progresiva desvalorización del valor del peso argentino a causa de una emisión monetaria desmedida.
En los hechos, debido a un exceso de oferta de hacienda provocado por la necesidad de “liberar” campos con una disponibilidad de forrajera limitada por la sequía, en el último año el mercado interno estuvo mayormente sobreofertado de carne.
Pero ese proceso de liquidación de hacienda –gran parte de la cual corresponde a hembras– iba a comenzar a desacelerarse en algún momento y eso es precisamente lo que ocurrió el mes pasado.
En ese marco, el “subsidio” de facto que la carne vacuna venía aportando al indicador de la inflación de alimentos medido por el Indec llegó a su fin, aunque eso no implica que la situación no vaya a experimentar fluctuaciones importantes en un escenario tan complejo como el presente en la Argentina.
En ese sentido, los precios de los novillitos en el Mercado Agroganadero de Cañuelas, luego de “pegar” un estirón enorme en agosto, posteriormente comenzaron a descender porque el pauperizado bolsillo del consumidor argentino –principal cliente del sector cárnico– no puede hacer frente al ajuste por inflación de los alimentos en general y los bienes y servicios de la economía en general.