Miguel Campos es un soñador. Tiene una cualidad no muy frecuente de encontrar en el agro argentino y mucho menos entre quienes han pasado por la función pública. El ex secretario de Agricultura durante el primer gobierno de Néstor Kirchner soñó en 2004, tras un viaje a China, que la Argentina podía convertirse en un jugador importante en el negocio mundial del bambú, del cual acá casi no teníamos noticias. Por eso, a su regreso, creó una mesa específica para investigar ese cultivo e introducirlo en el país. El intento, no prosperó porque ya se sabe que sucede con muchos sueños en este país: la propia política suele cortar las alas de quienes aspiran a cambiar las cosas. Cuando Campos renunció en 2006 y el Estado quedó en manos del kirchnerismo más duro, esa política se discontinuó.
Quince años después, desde el llano, Campos sigue soñando. Pero ya no solo con el bambú sino con las posibilidades concretas que ofrece este cultivo milenario para generar “micro-cuencas productivas” en las zonas rurales más postergadas del país. De es o hablamos con él en Bichos de Campo.
Mirá la entrevista completa con el ex secretario de Agricultura:
“La verdad que fuimos en ese primer viaje a China y conocimos todo lo que se ha desarrollado en torno al bambú. Los chinos tenían un centro de desarrollo internacional para el bambú y el ratán, que forma parte de una red internacional, y ahí es cuando nos enteramos que esta era una movida global en la que los únicos que prácticamente que no jugábamos éramos nosotros”, comentó Miguel Campos cuando le recordamos aquel viaje de 2004.
El ex funcionario, genetista de profesión, se alegró de que, quince años después de aquella anécdota, hoy en la Argentina se haya vuelto a discutir cómo introducir el bambú a los planteos productivos y como herramienta de desarrollo regional. Comparó la situación con la metáfora del agricultor japonés que tuvo que esperar pacientemente durante varios años antes de ver brotar con un vigor inusitado este cultivo. “La dinámica del conocimiento es así, a veces lenta pero inexorable”, reflexionó.
Luego Campos contó que en su caso siguió trabajando con ese cultivo y ahora sueña con el desarrollo de un esquema de micro-cuencas productivas que tengan al bambú como eje. “Hay una zona que se podría trabajar perfectamente con bambú porque no se adaptan otras especies agrícolas o forestales”, indicó, dando cuenta de que el bambú -entre muchos otros usos- permite ejecutar un control de la erosión y devuelve mucha materia orgánica a los suelos. “Pensemos que una hectárea de bambú puede capturar y dejar el suelo más de 15 tonelada de carbono. En bonos verdes puede ser el día de mañana mucha plata”, indicó, pensando en una alternativa diferente para generar recursos en regiones agrícolas marginales.
“Pero al mismo tiempo podemos pensar en lo que a mí me gusta llamar, en un contrasentido a lo que es el cambio climático y el calentamiento global, una manipulación climática virtuosa. ¿Qué es? Cómo puedo generar suelo y puedo generar captura de materia orgánica, también puedo generar microclimas. Esto me permita pensar en el norte argentino, principalmente, en armar cuencas que pemritan un desarrollo territorial en donde podamos lograr una disminución de la pobreza generando riqueza en una finca multipropósito”, explicó el especialista.
El modelo con el que ahora sueña Campos como un “esquema de desarrollo territorial” no implica pensar al bambú como parte de una agricultura extensiva sino como un cultivo integrado en una micro empresa agropecuaria, en donde se combine con otras actividades productivas, ya sean ganaderas, hortícolas o de otro tipo. En ese esquema, además de ingresos por los bonos verdes, el bambú podría servir como insumo para diversas industrias, como la papelera, o en caso de superficies más grandes, como fuente de biomasa para la generación de energía.
“Uno podría ir armando los diferentes modelos productivos según la distribución territorial y de tenencia de la tierra que tenga. Nos estamos planteando el esquema de micro-cuencas porque creemos que el bambú, con su capacidad de producción de biomasa, permite trabajar con escalas más pequeñas que posibilitan una integración vertical sustentable y sostenible en el tiempo”, completó Campos sobre su idea.
Idea que por ahora es sueño, pero quizás con el tiempo se convierta en algo más que eso.