La variación en los precios de las carnes que informó el IPCVA (Instituto de Promoción de la Carne Vacuna) da cuenta del castigo que produce la inflación sobre los salarios y el consecuente empobrecimiento de la población.
Según ese informe, el valor promedio del kilo de carne vacuna fue en junio de 1.240 pesos, lo que significa un aumento en junio respecto del mes anterior de 1,4%, cuando la inflación promedio fue de 5,53%.
En tanto, en el acumulado de los últimos 12 meses la inflación fue de 56,4% el precio de la carne aumentó 58%. Ambos indicadores están por debajo de los incrementos que acumulan las cotizaciones del ganado.
Esa brecha entre el precio de la carne y el índice de precios y el valor de la hacienda vacuna la absorben los frigoríficos, matarifes y comercios minoristas.
Pero en los últimos dos meses se viene dando un cambio de tendencia y el valor real del ganado cayó cerca de 20%, según los datos que surgen del Mercado de Cañuelas. Además, en los próximos meses habrá mucha oferta, sobre todo procedente de los feedlot, por lo que es de esperar que finalmente también la hacienda quede por debajo de la inflación.
Mientras el valor de la carne sube por la escalera, el pollo lo hizo por el ascensor. En junio, según el dato difundido por el IPCVA, ese tipo de carne aumentó 8% y ya acumula en los últimos 12 meses el 85%.
Esto confirma un cambio de tendencia en el consumo de carnes. La población, evidentemente se está inclinando por un producto de alto nivel de abastecimiento a precios más accesibles, ya que su valor promedio es de 340 pesos por kilo. Es decir que con un kilo de asado se pueden comprar más de 3 kilos de pollo.
El cambio en la participación de las carnes en la mesa de los argentinos que tanto, supuestamente, preocupa al kirchnerismo, no tiene que ver con una sana diversificación de la dieta ni nada que se le parezca. Es simplemente consecuencia del menor poder de compra del salario, que cada mes puede menos contra una inflación que se acelera.
El consumidor argentino finalmente está modificando su ingesta de carnes y yendo a ser cada vez más semejante a la tendencia mundial, según la cual el consumo de carne de cerdos y pollos es más alto que el de carne vacuna.
Pero no es por las buenas, es por las malas. Es consecuencia de políticas macro que castigan y empobrecen a la población y de políticas sectoriales que desalientan la producción de carne vacuna, que es la más o menos la misma que hace 40 años, cuando había menos de 30 millones de habitantes en el país y cada uno de ellos tenía cerca de 2 vacunos a disposición.
Ahora la población argentina es de 47 millones de personas y la de bovinos llega a 54 millones de cabezas. La relación es apenas superior a 1 bovino para cada habitante.