Con el escrutinio del 98% de los votos emitidos este domingo, en las elecciones legislativas de medio término en la Argentina los candidatos de La Libertad Avanza se imponían en la mayor parte de las provincias del país con el 41% de los votos. A la vez, el kirchnerismo y otros sectores del peronismo aliados en el frente Fuerza Patria, que habían hecho de la resistencia al gobierno de Javier Milei su principal bandera, retrocedían fuertemente respecto de la elección del mes pasado. Quedaba claro una vez más la voluntad de cambio de la mayoría de los argentinos.
Después de esa primera y saludable lectura política, un segundo análisis de las elecciones en la Argentina es que la polarización goza de buena salud y no parece haber margen para terceras posiciones. Los gobernadores de la Región Centro -muy vinculada a los intereses del agro pampeano- perdieron estrepitosamente en sus propios territorios. Los que pedían retenciones cero, como los mandatarios de Córdoba y Santa Fe, fueron otros de los grandes derrotados, junto a los sectores que todavía deciden mantener vivo al kirchnerismo, no dando por cierto que la inmensa mayoría de los argentinos piensan que Cristina está bien condenada, y que falta investigar muchísimo más de aquella época a la que nadie quiere volver. Por nada del mundo. Ni siquiera ante lo malo de la situación actual.
Las medias tintas no sirven en un universo político que todavía no ha resuelto su principal contradicción, entre pasado y futuro.

Frente a tan favorable resultado, el presidente Milei hizo la de manual: se vistió con traje y corbata violeta de estadista en vez de con camperas negras de activista punk de Belgrano dispuesto a derribar todo. En su discurso, escrito al parecer por un sector más moderado y dialoguista que se apresta ahora a tomar las riendas del gobierno (al calor del salvataje norteamericano), sobraban los “gracias” por estos dos años de mandato, al perecer destinados a construir fuerzas propias para imponerse al resto, y los preanuncios de una nueva etapa política donde el Congreso deberá avanzar hacia las llamadas reformas de segundo grado.
El presidente Milei lo dijo expresamente: Afirmó que buscará acuerdos con las fuerzas políticas de las provincias a las que considera “capitalistas”, para poder cumplir así con una agenda de reformas que habían sido escritas en el famoso Pacto de Mayo, al que convocó a los gobernadores el año pasado.
Axel Kicillof, el gobernador bonaerense que nunca termina de enterrar a Cristina y su kirchnerismo (dijo nuevamente que debería estar en libertad, en contra de lo que piensa la mayoría y a una enorme evidencia que confirma lo contrario), intentó sobreponerse a la derrota (que es mucho peor en el escenario de victoria que lo dominaba al peronismo desde la elección de septiembre pasado), asumiendo una posición de resistencia al actual modelo económico. Pero la televisión lo cortó en medio del discurso aburrido que pronunciaba desde una tribuna triste y vaçía en La Plata. Es obvio que una agenda proactiva, de transformaciones, resulta de mucho mayor interés para el ráting que estos exabruptos repetidos entre ellos y nosotros. Modelos que atrasan.

La mayoría, este domingo, quiso ensayar algún cambio y por eso votó a Milei y a sus candidatos, que finalmente capitalizaron ese espíritu reformista y lo convirtieron en 101 nuevos diputados para intentar trastocar la suerte de un Congreso hasta ahora adverso, revoltoso y contestatario. Si no hacen los papelones que hicieron hasta aquí las teto-diputadas de La Libertad Avanza, el partido de gobierno tiene una gran chance de impulsar una agenda interesante, encarando reformas necesarias en una Argentina estancada. La laboral, la impositiva, la previsional e incluso hasta la política.
El agro, el sector que finalmente interesa a este sitio de noticias, debe de haber votado alineado con el resto de la población: finalmente quiere que las cosas cambien, no quiere desandar caminos. Por eso no será difícil establecer que el famoso “voto del campo” (que no existe, que es insignificante) finalmente se subió a la ola reformista y deplora cualquier posibilidad de regreso al pasado que hasta aquí nos trajo.
Ahora, entonces, el debate por seguir es tratar de ver y definir si Milei, con el crédito abierto por esta elección, aprovechará el empuje de estos votos para realmente hacer las reformas que hacen falta, o si como ya sucedió con Mauricio Macri en la elección de 2017, se volverá a encerrar en una fábula de fantasías políticas, considerando que este voto es un salvoconducto para generar una hegemonía propia. Eso es definitiva confirmaría los temores de muchos de nosotros, que creemos que finalmente entre Los Kirchner y los Milei no hay demasiada diferencia, porque ambos sectores sientes que el final del camino está en acumular poder y no discuten demasiado cómo utilizar ese poder para transformar lo que es debido.

En definitiva, que el voto sea de carácter reformista no asegura que los gobiernos vayan a serlo. En la noche de un domingo victorioso, Milei aseguró que sí lo será, pero habrá que verlo.
El agro argentino necesita de esas reformas en serio. Y ese es el punto más interesante de esta crónica a las apuradas: hasta aquí nada indica que el kirchnerismo no pueda volver con sus bloqueos, altas retenciones, o simplemente idioteces dialécticas, si el modelo de cambio que propone Milei no está basado sobre fundamentos sólidos, que aseguren coherencia y destilen durabilidad en el tiempo.
Hasta ahora nada de lo sucedido estos primeros dos años de gobierno asegura que el camino que propone La Libertad Avanza sea ni siquiera serio. Siempre, en la puja entre un país productivo con reglas de largo plazo y otro donde los intereses financieros y especulativos hagan su diferencia en la falta de reglas, ganó con Milei este segundo modelo.
Siempre el agro, y el destino de los productores, utilizado como caja de urgencia de una economía maltrecha, que de todos modos cada 12 meses vuelve a obtener suculentas cosechas.
En esto el kirchnerismo y el mileismo no se han diferenciado mucho. Y mucho menos en el Congreso. En el Senado, socio de los libertarios, el ícono agropecuario Alfredo De Angeli, no convoca a una reunión de la Comisión de Agricultura por temor a que el debate se desboque a favor de un nuevo esquema de las retenciones. Es decir que cuida los intereses del gobierno.
En Diputados, cuando la discusión sobre retenciones parecía irse pare el lado justo de la historia (que el Congreso sea el que defina el destino de ese tributo), entre libertarios y kirchneristas se las ingeniaron para abortar la discusión de proyectos que propiciaba el radical Atilio Benedetti.
En definitiva, nada ha pasado hasta ahora, en estos primeros dos años de mandato, que permita sospechar que kirchneristas y libertarios no son al menos parecidos en cuanto condenar al agro a la última de las filas.
Y las retenciones son apenas un iceberg de un agenda de temas agropecuarios que merecen una discusión mucho más honesta y profunda, pensando en el futuro de una Argentina diferente, que es la que parecen haber votado este domingo los argentinos.
No se quiere, es cierto, un regreso al pasado donde el kirchnerismo condenaba a la producción a ser furgón de cola de una economía desahuciada por la falta de reglas de juego, donde mandaba la política. El capitalismo era entonces de amigos, donde el que ganaba siempre tiene un conocido dentro del gobierno de turno.
Pero tampoco sirve lo que ha mostrado el gobierno libertario hasta ahora. El RIGI solo rige para empresas mineras que aseguran un desembolso de 250 millones de dólares a cabio de enormes tasas de ganancias, mientras que miles de productores siguen enterrando a riesgo 25.000 millones de dólares al año sin que el gobierno ni siquiera los atienda.
Milei estuvo bien esta noche de domingo, de su victorioso domingo, diciendo que convocará a otros sectores reformistas como él a sentar las bases de un acuerdo para encarar una etapa diferente y necesaria. El agro es lo que pide, lo que necesita.
Habrá que pulsar en los próximos días (porque es cuestión de días nomás) si esta es una promesa cierta o no. Si finalmente es una invitación honesta o si se trata de otro de los engaños de la política a los productores, a la comunidad productiva.
Como consuelo ya sabemos que el electorado argentino es capaz de reorientar sus humores en muy cortos plazos de tiempo, y así como ahora te da crédito, mañana te lo quita.
En definitiva está muy claro aquí lo que sucedió: la mayoría votó por Milei, dándole otra chance de que cambie las lógicas del país, para evitar un triste regreso a las reglas del pasado. Lo que no está del todo claro es si Milei está o no en condiciones de asumir ese mandato.
Hasta ahora, y sobre todo en materia de producción agropecuaria, todavía no lo hizo. Veremos muy pronto si sea capaz de hacerlo.




