“Teníamos todo muy encaminado, pero el diablo metió la cola”, fue la frase que un funcionario del Ministerio de Agricultura, a cargo de Luis Basterra, deslizó entre los suyos para explicar por qué ahora parece esfumarse lo que parecía un final feliz en la escalada de conflicto entre el gobierno y el campo tras el cierre de las exportaciones de maíz.
Este final feliz había sido laboriosamente trabajado por Basterra y el ala más moderada del gobierno, que no quiere entrar nuevamente en una colisión franca con los productores de granos y carnes, justo en momentos en que la economía argentina necesita más dólares que nunca y cuando el alza de los precios de los granos parece ayudar -y mucho- con ese propósito.
El final feliz de Basterra fue anunciado incluso en un comunicado oficial de su ministerio, que informaba el jueves a última hora un acuerdo del gobierno con el sector privado -representado en el Consejo Agroindustrial Argentino (CAA)- para asegurar el abastecimiento de maíz a precios convenientes hasta marzo, fecha en que comienza a ingresar la nueva cosecha. Ese, asegurar el abastecimiento de maíz, había sido el argumento oficial el 30 de diciembre pasado, cuando Agricultura decidió cerrar el registro de exportaciones de maíz durante el primer bimestre del año.
No parece necesario recordar qué sucedió después: los productores se pusieron en alerta y la Mesa de Enlace (con la excepción de Coninagro), declaró un cese de comercialización muy tibio (detienen la venta de granos, pero no las de ganado) solo tres días de la semana que viene, entre el lunes y el miércoles. El presidente de la entidad cooperativista, el mendocino Carlos Iannizzotto, se excusó de sumarse a la protesta convencido de que había un margen de negociación con el gobierno del cual, además, es funcionario.
Basterra se esforzó mucho para que todo acabara de ese modo. El martes comenzó a cruzar llamados con los dirigentes rurales, en especial con Carlos Achetoni, de la Federación Agraria, y Jorge Chemes, de CRA, donde están los sectores más irritados con la intervención. A la par, incentivó a los coordinadores del CAA, un conglomerado de más de 50 organizaciones y cámaras del sector, a que se sentarán a imaginar una solución alternativa a la veda exportadora.
Sucede que todos los que algo saben sobre el negocio agropecuario, saben que el maíz que hay en el mercado disponible es más que suficiente y que lo que aquí realmente sucede es que en la Argentina se sufren las generales de la ley: a partir de septiembre los precios de los granos -con la soja a la cabeza pero también los cereales- han subido en Chicago cerca del 40% en dólares. Por lo tanto, lo que tenemos aquí es un problema de suba acelerada de los precios para una serie de actores que utilizan el maíz como insumo, como la industria avícola. Pero maíz hay, es falso que no haya.
El final feliz que imaginaba Basterra se construyó laboriosamente, primero con una serie de reuniones el miércoles entre las cadenas del trigo y del maíz. Solo 24 horas después, se produjo el tan esperado encuentro entre los representantes del CAA, entre ellos un integrante de la industria avícola, y el ministro de Agricultura. Luego de empatizar y sintonizar como pocas veces con ellos, y con la propuesta privada entre sus manos, el funcionario formoseño marchó hacia la casa de Gobierno a buscar la venia de sus superiores. Después se emitió el comunicado de prensa oficial que anunciaba el acuerdo con los privados.
Faltaba, luego de aquello, solo el gesto oficial, una pequeña decisión administrativa que levantara la suspensión de las exportaciones.
En sus respectivos búnker, los dirigentes de la Mesa de Enlace esperaban ese gesto y ya se habían comprometido con el ministro a desactivar el paro agropecuario ni bien éste se produjera. El titular de la Sociedad Rural, Daniel Pelegrina, incluso lo dijo en los medios, como para que quedara bien claro. No era la intención de los ruralistas subirse a una escalada como de la 2008, que era lo que se les proponía desde algún sector del oficialismo. Incluso los principales dirigentes se cuidaron de aparecer en las primeras asambleas de productores que comenzaron el miércoles y se prolongan este fin de semana, como antesala del paro.
Un día antes de anunciar el acuerdo con el Consejo Agroindustrial, Basterra había tendido el puente de plata para presentar una salida ordenada de este conflicto: se reunió con directivos de las dos principales empresas cooperativas agrícolas del país, ACA (ligada a Coninagro) y AFA (ligada a Federación Agraria), para mostrar que había en todos los sectores una vocación conciliadora. “La reunión fue productiva. Hemos traído cierta tranquilidad al ministro en cuanto al abastecimiento de maíz. Ojalá que logremos revertir esta medida que se tomó y que el paro no haga falta”, dijo uno de esos directivos en el comunicado oficial. La mesa estaba servida para un acuerdo.
Pero pasó el viernes (último día hábil de la semana) y el registro de DJVE (declaraciones de ventas al exterior) no se habilitó para el maíz. Y comenzó el fin de semana sin que hubiera nuevos gestos oficiales. Inquietos, los dirigentes rurales comenzaron a realizar llamados entre ellos: Los productores preguntaban qué hacer y si finalmente habría protesta. En el ruralismo, en tiempo de descuento, comenzaron a ajustar las clavijas mínimas para que el paro agropecuario del lunes sea decoroso. .
“Le recordamos la plena vigencia del cese de comercialización de granos desde las 0:00 horas del día lunes 11 hasta las 24 horas del miércoles 13, dado que hasta el momento la restricción a la exportación de maíz sigue vigente. Le agradeceremos circular esto entre los productores. Es fundamental tener un alto acatamiento de la medida”, decía un mensaje enviado por Matías de Velazco, el presidente de Carbap, a las sociedades rurales de la Provincia de Buenos Aires y de La Pampa.
En las próximas horas la Mesa de Enlace ratificará con mayor énfasis la medida de fuerza, pues el gobierno no ha dado hasta aquí nuevas señales ya los ruralistas no les queda más remedio. El diablo metió la cola, como resumió el funcionario. El final feliz que había imaginado el ministro Basterra, salvo que sea de eyaculación lenta y no lo sepamos, parece haber quedado atragantado.
En consecuencia, una honda insatisfacción se apoderó en las últimas horas de todos los actores que, tanto desde el gobierno más sensato como en la cadena agroindustrial, se habían imaginado otro final y colaboraron activamente para que se produjese.
Basterra quedó sumamente desdibujado y no han aparecido hasta ahora sus colegas del gabinete a bancarlo. Por el contrario, un ministro que nada tiene que ver con el asunto, el de Obras Públicas, Gabriel Katopodis, ratificó como al pasar la veda exportadora. Desde el vasto arco del oficialismo, por otro lado, comenzaron a conocerse manifestaciones públicas a favor del cierre de las exportaciones de maíz y en contra de los “avaros productores” que quieren hacerse millonarios a costa del hambre de los argentinos.
Quien más decepcionado se mostró en este escenario fue Carlos Iannizzotto, que ocupa una silla en el directorio del INAES. El titular de Coninagro había desistido de apoyar el paro debilitando ante la opinión pública la posición de la Mesa de Enlace. En las últimas horas Infobae publicó el texto de un mensaje que el dirigente envió al ministro Basterra y que tiene el tono de una carta de amor no correspondido.
“Hemos apostado al diálogo y al acuerdo con apertura para no recurrir a un paro que entendemos no tiene consenso en este contexto nacional e internacional para nuestras cooperativas. El sector cooperativo espera no ser decepcionado por este Ministerio y sus autoridades”, expresó un Iannizzotto despechado, que había venido toda la semana pidiendo sin resultados una audiencia directa para abordar el asunto con el presidente Alberto Fernández.