Los cactus y las suculentas se ganaron un lugar en la vida cotidiana de los argentinos: prácticamente cualquiera tiene una de esas plantas en su casa porque no requieren de grandes cuidados. Basta con regarlas de tanto en tanto y crecerán con firmeza.
Esa firmeza es la que añoran ahora los productores de ese tipo y otras plantas ornamentales y flores. En medio de la pandemia, ellos son el eslabón más débil en todo el arco productivo. Son unos 30.000 en todo el país. Sin mercados habilitados, para ellos no aparecen soluciones en lo inmediato.
“Nuestra actividad se paró en un 100%”, asegura Beatriz González a Bichos de Campo. Beatriz trabaja un vivero junto a su marido, Rubén Jorge Sánchez, en el Centro Agrícola El Pato, una localidad del partido de Berazategui, en el Gran Buenos Aires.
Beatriz no sólo produce sino que también participa de ferias y vende su producción a otros viveros. Pero claro, en medio de la cuarentena por coronavirus, sin poder abrir el vivero y sin ferias, su actividad se vio totalmente frenada.
El agravante es que Beatriz y Rubén alquilan el lugar donde montaron su vivero. “Por fortuna la dueña del predio entendió nuestra situación, que es la de otros tantos productores como nosotros; y es que lamentablemente quedamos tapados detrás de otras producciones consideradas, tal vez, más importantes”, se lamenta la productora.
“Es lógico que no queremos enfermarnos. Pero si esto continua así, ¿De qué viviremos y cómo podremos mantener nuestra actividad?”, se pregunta Beatriz entre lágrimas. Y no es para menos su desesperación, porque ellos además llevan sus productos al interior del país, viajando. “Así es como, de hecho, vendemos. Pero ahora está todo parado”, explica la productora.
Beatriz recuerda que “para inicios de mayo debíamos estar en Villa Reducción, Córdoba, en una fiesta hermosa donde el año pasado trabajamos un montón y en sólo tres días habíamos vendido toda la mercadería que llevamos. Pero hoy estamos acá, sin poder vender, sin poder trabajar y sin poder llevar nuestro producto a todos lados”.
Además, comenta que tuvieron un agravante en medio de la pandemia. “Un temporal dañó nuestros invernáculos, y por eso elevamos nuestra problemática a la directora provincial de Agricultura Familiar y Desarrollo Rural, Daniela Mariotti, para que entienda lo que nos pasa”.
Beatriz y Rubén empezaron con vivero en el barrio porteño de Caballito en 1995. Allí estuvieron por 15 años, mientras producían sus plantines en El Pato. Luego decidieron dedicarse de lleno a la producción, dejando la venta al público, para dedicarse más a los cactus y no tanto a los florales y plantines.
“¿Cómo salimos adelante? No sé la verdad. Mi única certeza hoy es que gracias a Sara, que es nuestra almacenera y que nos fía, podemos cocinar y comer”, declara Beatriz.
Beatriz, que es monotributista social, recibirá el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) de 10 mil pesos que el Gobierno habilitará a mediados de este mes y opina: “Es como un chiste. Pero bueno, en este momento es necesario. No quiero opinar de política pero esta situación me angustia. Nosotros somos trabajadores, no queremos que nos regalen nada”.
Beatriz asegura que entiende que los cactus y las suculentas no son productos de primera necesidad, pero, asegura: “Estamos complicados, al igual que mis suegros que tienen puesto en el cementerio de Flores y tampoco pueden trabajar a sus 70 años. Sé que hoy no podemos hacer lo que hacíamos, pero no sé pedir. No nacimos para pedir. Sólo queremos trabajar”.
Ver: Un enorme vivero de cáctus y suculentas, nuestro candidato a las siete maravillas de la Argentina
Acerca de los micro créditos que ofrece la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT) para que productores de flores se vuelquen a la producción de verduras, Beatriz se muestra contrariada: “No estoy de acuerdo en pasar a hacer verduras. Nosotros hacemos cactus y plantas. Y todavía estoy pagando un crédito del Banco Ciudad para compra de macetas, de modo que no quiero sumar otro crédito”.
El vivero se llama “Vivero Rubén”, y tanto Beatriz como su esposo siguen conectados a través de sus redes sociales, en Facebook y en Instagram, a la espera de que esta pesadilla termine y puedan volver a vender, a viajar, a participar de ferias. A ver florecer sus cactus y suculentas, como ayer.