Daniel Aguilera (54) nació en Gobernador Virasoro, Corrientes, la Capital Provincial del Mate y de la Forestoindustria y también Capital Nacional del Cebú. Allí mismo se recibió de Técnico Agrónomo, de Profesor en Ciencias Agrarias y de Inseminador. De chiquito Daniel se crió acompañando a su padre Leonardo a carpir la yerba mate y a rejuvencer las plantas con hacha, a limpiar los teales, a curar los animales con bosta de caballo y aceite quemado, como curabicheras, pero también a pescar, a cazar y a ir a las cuadreras.
Jamás olvidará cuando una vez se perdieron, pescando en los Esteros del Iberá. Se les hizo la noche y ya no veían para poder engancharse de los camalotes, para avanzar con su canoa, y tuvieron que esperar para salir al amanecer. Hay que estar allí, escuchando los gritos de los monos, que suenan como rugidos de leones.
Daniel recuerda cuando se peleaba con los monos porque le comían las mejores mandarinas de la parte más alta de los árboles, cuando comía cecina, mandioca, sánguches de chicharrón, reviro, sopa paraguaya, mbaipí, quibebe y comidas de origen brasileño a base de porotos negros. Está orgulloso de haberse recibido en el Instituto Agrotécnico “Gobernador Virasoro”, pero siendo de familia pobre, pensaba que le iba a ser muy difícil progresar, ya que los trabajos bien pagos en su mayoría suponía que se repartían entre las familias acomodadas. Decidió, en el año 1991, irse a vivir a Buenos Aires en busca de trabajo.
Desde el año 1998 hasta el 2003 colaboró con la Fundación del Padre Mugica enseñando a hacer huertas y pan en la Villa 31 del barrio de Retiro. Luego comenzó a ejercer la docencia en escuelas especiales y en el 2005 ingresó como Maestro de Huerta y Granja en el CFI Número 1 de San Miguel, en la provincia de Buenos Aires.
Los CFI son Centros de Formación Integral para personas con capacidades diferentes, a manos del Estado provincial, donde los jóvenes ingresan para aprender oficios en diversos talleres, a partir de los 14 años de edad. Pero estos centros no tienen mucho espacio con tierra descubierta y Daniel decidió empezar a capacitarse en hidroponia, en especial con uno de los mayores expertos de nuestro país en el tema, el Ingeniero José Luis Castañares, director del Laboratorio de Biología de la Universidad de Luján.
Con el tiempo, Daniel logró que se celebrara un convenio con esa universidad para recibir asesoramiento gratuito. Comenzaron a aplicar hidroponia con muy pocas herramientas en el CFI. Al principio no tenían motor y empujaban el agua con un secador de goma, pero a pesar de ello, les crecieron unos apios espectaculares. Hoy es una de las escuelas mejor provista en herramientas y maquinaria. Allí tratan a los chicos conociendo su piso, pero no su techo, dice Daniel, y hoy se asombran de ver los resultados de cómo trabajan, chicos mudos o a los que les falta un brazo, por ejemplo, en la hidroponia y demás oficios.
Daniel nos recuerda que la hidroponia es una subdisciplina de la hidrocultura. Se la llama “Cultivo sin suelo” y es una alternativa para cultivar donde no se posee un espacio de tierra, como en un balcón, un lavadero, una cocina, o un baño, donde el sol no penetra con intensidad. Se realiza con agua a la que se le añade una solución nutritiva que contiene todos los elementos necesarios para que la planta crezca de modo normal.
Puede ser en agua flotante sobre una pileta con telgopor, por ejemplo, o también en agua recirculante, por cañerías. En el primer caso hay que mover el agua –dice- aunque sea de modo manual, para que la planta pueda alcanzar bien a todos los nutrientes. Se usa un medio de sustentación como grava, aserrín, piedra pómez, arena, arcilla expansiva, cascarilla de arroz, carbón, etcétera.
Las ventajas de la hidroponia consisten en que se produce en condiciones ambientales limitantes (por ejemplo, cuando los suelos están contaminados o en poco espacio), no se usan herbicidas ni insecticidas, se ahorra agua, no provoca malezas ni malas hierbas, se ahorra trabajo y tiempo porque las plantas crecen más rápido y se cosechan antes que las cultivadas en tierra, es un sistema limpio, porque con apenas enjuagarlas ya se pueden comer y se aprovechan todas las hojas. Además se reduce la presencia de plagas y enfermedades y se logran mayores rendimientos. Por ejemplo: en un metro cuadrado de tierra se pueden plantar 8 plantas de lechuga y con hidroponia 30. Y en general se logra un 50% más de producción en kilogramos por hectárea.
Lo que mejor funciona con hidroponia, explica Daniel, es la verdura de hoja, principalmente lechuga, acelga, apio, rúcula, albahaca. Un poco más complejo es el trabajo con sustratos –con “perlita” y turba- para cultivar rabanitos, frutillas y demás.
Daniel hoy vive en Ituzaingó, provincia de Buenos Aires, está casado y tiene tres hijos. Añora su paisaje rural, pero le quedaron sus sabores y saberes correntinos. Dice que su principal escuela fueron sus padres y que falta más educación popular para que la gente cultive en las ciudades, ya que crece la población urbana y decrece la rural. Aclara que con la hidroponia, la gente necesitada no van a resolver su problema de alimentación, pero sí que le va a ayudar.
A Daniel le cuesta callarse las injusticias y le indigna la burocracia. “Para lograr calidad hay que tener constancia”, explica. Y le duele que este año se perdió toda la huerta por falta de riego en la escuela, a causa de la cuarentena. Sabe que podremos levantar el país si nos ocupamos en recuperar la cultura del trabajo. De nada sirve regalar semillas si los jóvenes han perdido la cultura de trabajar, enfatiza. Él pone su hombro para ello y está por presentar un proyecto para instalar hidroponia en un nueve CFI de la región Oeste del Gran Buenos Aires, que no tienen espacio para huertas de tierra.
La mamá de Daniel, Rogelia Gómez, cumplió 90 años, pero aún atiende su huerta, sus gallinas y hace pan casero en su tatá cuá (horno de barro), en su casita de Virasoro, ciudad que tiene unos 100 años. A ella su hijo le quiso dedicar el chamamé El Toro, con música de Pedro Sánchez y letra de Dionisio Alberto “Cambá” Castillo, interpretado por el conjunto Ivotí: