Lo que no se mide no se puede mejorar. Ese es el espíritu detrás de Agroecosistemas Sustentables o AGSUS, un grupo de investigación y extensión formado por investigadores de la Facultad de Agronomía de la Universidad Nacional de La Pampa y de INTA, con más de 30 años de experiencia, que surgió como respuesta a la necesidad de tecnificar y profesionalizar los estudios sobre salud del suelo y secuestro de carbono.
“Colegas e ingenieros agrónomos de la zona núcleo nos decían que muchos proyectos de análisis no tenían una base científica, y nos animaron a elaborar algo más serio. Así surgió nuestro protocolo de monitoreo y muestreo de suelos, para la certificación de secuestro de carbono, y nuestra guía para la evaluación visual de la calidad del suelo, que es parte de ese protocolo y que fue ampliamente adoptada por colegas en todo el país”, contó a Bichos de Campo Lucila Álvarez, doctora en Agronomía, docente de Edafología y Manejo de Suelos FA UNLPam, e integrante de AGSUS.
El protocolo en cuestión, que permite certificar el secuestro de carbono y el manejo sustentable del suelo, supone la aplicación de distintos pasos. El primero supone la determinación de áreas homogéneas de manejo en un campo, lo que permite diferenciar ambientes en función de su potencial de secuestro de carbono, algo que se encuentra relacionado al tipo de manejo empleado.
Luego de la toma de muestras que son enviadas al laboratorio para hacer distintas determinaciones fisicoquímicas, se fijan puntos de muestreo georeferenciados a los que se volverá para analizar cambios con el paso del tiempo.
“Lo primero que se establece es una línea base de stock de carbono en el suelo. Nosotros no somos quienes tomamos muestras sino que capacitamos a asesores que son quienes van a trabajar en nuestro protocolo. Ellos mandan muestras a laboratorios que deben estar dentro de la red SAMLA provincial. A los cinco años se vuelve a los mismos puntos para medir el stock de carbono. La idea es ver si hubo secuestro o no”, explicó la especialista.
A continuación, añadió: “La idea es que se planteen estrategias de manejo que tiendan a aumentar el carbono en el suelo. Tal vez si un productor sigue haciendo lo mismo, le va a costar secuestrar carbono. Por eso tenemos mediciones en ensayos y en campos de productores de cuáles son las tasas de secuestro de carbono que se esperan de acuerdo a cada manejo. Siempre hay que plantear alguna estrategia, alguna mejora, aunque sea una pequeña”.
Pero el trabajo no termina allí porque este grupo interdisciplinario también contempla otro trabajo intermedio que apunta a evaluar de forma visual la calidad del suelo. Para eso desarrollaron una guía en base a 12 indicadores que determinan su estado.
“Lo hicimos en base a la experiencia del grupo y contempla cuestiones como la textura del suelo, la fertilizad física, la porosidad, la infiltración del agua en el suelo, la compactación, la erosión, la cobertura, la salinización, entre otros puntos. Cada indicador tiene un puntaje que se pondera de acuerdo a su grado de importancia y se llega a un valor final que clasifica al suelo según su condición. Eso es en pobre, moderado o bueno, de acuerdo al puntaje final”, detalló Álvarez.
“¿Por qué surgió esto? En lo que es el secuestro de carbono es importante saber que se puede ir incrementando el carbono hasta un cierto punto donde luego se va a amesetar. El suelo tiene una capacidad de secuestro que en cierto nivel le empieza a costar aumentarla. Ahí dijimos: vamos a estar premiando a los productores que venían haciendo las cosas mal, y que haciendo un cambio sencillo enseguida habrán incrementado su secuestro, mientras que otro productor que venía haciendo las cosas bien estaba cerca del punto de saturación y no podía secuestrar más. Ahí es cuando nos planteamos darle una herramienta para demostrar eso que venía haciendo bien. De ahí nace la certificación”, agregó la ingeniera.
Y el trabajo realizado ciertamente dio sus frutos ya que en la actualidad hay unas 40.000 hectáreas bajo esta certificación en el país, distribuidas entre las provincias de Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe y La Pampa. Además se estableció la línea base de stock de carbono en unas 10.000 has en la región de Mato Grosso, Brasil, a través de trabajo con la empresa UPL.
El análisis de los datos obtenidos en esas experiencias le valio a AGSUS la publicación de su protocolo en la revista Soil and Tillage Research.
“¿Cuál es la diferencia entre aplicar un modelo teórico e ir al campo a sacar una muestra? Que al trabajar con sistemas de información no vas al campo. El plus que tiene esta experiencia es que se está retornando a la agronomía de ir y mirar el suelo, de analizarlo in situ. Vos sacás una muestra, hacés una evaluación visual y ves cómo está ese suelo y cómo se puede mejorar. Es un valor agregado que no se puede lograr con modelos o sensores”, concluyó Álvarez.