En el centro santafesino, un pueblo de apenas 5000 habitantes llamado María Juana tiene su campeón mundial de taekwondo ITF. Se llama Javier Paschetta, un productor agropecuario a quien no le resultó suficiente la hazaña que significa trabajar la tierra a diario y se propuso darle traer una nueva medalla de oro al país en esa disciplina.
Tras lo que fueron largos días de reconocimientos y distinciones, Paschetta dialogó con Bichos de Campo sobre el intenso camino que lo llevó a lo más alto, pero también la labor diaria que hace en lo más bajo, cuando se saca el dobok y se pone las botas para recorrer el campo.
Difícilmente se pueda contar su historia si no es a partir de la sinergia entre el deporte y el agro. Son dos disciplinas que, lejos de estar en tensión, lo acompañaron desde sus primeros pasos.
En lo productivo, allí mismo en Santa Fe, Javier es el encargado de dirigir la pata agronómica de su empresa familiar. El proyecto, que fundó su abuelo y que hoy dirige junto a su padre y su hermana Gabriela, se basa en la producción extensiva en campos propios y alquilados.
En total, explotan unas 2000 hectáreas, de las cuales 70% son arrendadas, y a la vez brindan servicios de siembra, pulverización y cosecha a terceros.
Ahí ya se ve una primera filiación con el deporte, que es la constancia y el esfuerzo diario. Eso es indispensable en la producción agropecuaria -más aún cuando se trabaja en tierras ajenas-, y es algo que el propio Javier pone en palabras: “Para mí el campo y el taekwondo comparten una filosofía de vida, plagada de valores y principios”, aseguró.
De hecho, su vínculo con las artes marciales y el trabajo en el campo inició casi en simultáneo. Fue hace 25 años, cuando volvía de estudiar y de jugar como arquero en Unión de Santa Fe y decidió empezar a practicar taekwondo mientras se sumaba a la empresa familiar.
Desde entonces, nunca ha dejado ninguna de las dos actividades, pero lo que no imaginaba es que, con 45 años, iba a traerse una medalla de oro colgada del cuello y un sueño cumplido del otro lado del Atlántico.
Fue en el Campeonato Mundial ITF celebrado a fines de julio en Barcelona. Javier obtuvo el primer puesto en la disciplina Combate, en la categoría Senior y peso medio, pero además salió tercero en Forma, en la categoría 4° Dan.
Estrictamente, recuerda Paschetta, nunca había barajado la posibilidad de competir en ese nivel. El click llegó luego de la pandemia, cuando se propuso darle el ejemplo a su hija Luz, que hoy tiene 8 años, y mostrarle todo lo que se podía lograr en ese deporte que ella también practica. “Quería que ella creciera con esa imagen, y fue así como se dio”, señaló.
El tiempo y la perseverancia le demostraron que, al igual que lo hace a diario como productor agropecuario, en el deporte podía dar un poco más y, por qué no, llegar a lo más alto. Esos son los valores y filosofía compartidos de los que habla Paschetta.
“Así como en el campo se trabaja metro a metro, mi camino al mundial fue similar. Trabajé muy enfocado en el desarrollo técnico, físico, mental, táctico y nutricional”, recordó.
El sacrificio fue mayúsculo. Además de las clases que dicta, entrenaba 6 días a la semana, y muchas veces a doble turno, por lo que Javier pasó meses enteros sacándose el cinturón negro para ponerse las botas, y viceversa. “La idea era llegar al Mundial sabiendo que lo había intentado y que no me había guardado nada”, expresó.
Y desde ya que, más de una vez, no tenía ganas de hacerlo. Pero contó con la dosis justa de conducta y motivación necesarias, una especie de jing y jang tan importante en disciplinas de elite como en el campo.
Su historia tiene algo de paradójico: En 25 años de carrera no se había propuesto representar al país porque lo juzgaba lejano y propio de deportistas de las grandes ciudades; pero también en sus 25 años de trabajo en el campo supo que, desde el interior, podía hacer grandes cosas.
Una de sus pasiones, admite Javier, es la sostenibilidad y la agricultura de precisión, aspectos en los que ha decidido apostar fuertemente dentro de su empresa, con tecnología y técnicas muy específicas. Si hay que mapear lotes, zonificar, armar prescripciones de siembra o hacer análisis de suelos, él es feliz.
Ahí es donde ve aplicado también mucho de los principios rectores del taekwondo, que son la cortesía, integridad, autocontrol, perseverancia y el espíritu indomable. Y no es desacertada la lectura, porque estrictamente se necesitan todos esos, y en ese orden, para producir en Argentina.
“Cuando uno habla de integridad, de hacer lo correcto aunque nadie te mire, se me viene a la cabeza la agricultura regenerativa”, explica. A eso está atado la perseverancia, porque puede que el clima o la rentabilidad no acompañen y elige igual insistir.
“Es algo que de verdad me gusta y quiero marcar una diferencia desde ese lado”, afirmó el productor. En paralelo, la experiencia en España también le servirá para marcar una diferencia con sus alumnos, a quienes sueña acompañar algún día para que logren lo que él logró.
Reconocido días atrás por el Senado de la Nación, y felicitado por todo aquel que se topó con la noticia, Javier sabe que fue testigo y partícipe de un hito para el país, que cumplió un sueño y que se atesoró recuerdos para toda su vida. Pero también sabe que el combate también lo seguirá jugando, día a día, como productor.
“Ha sido un lindo logro, pero el más importante ahora es mantenerse en pie en el campo”, concluye, con un poco de humor.