Argentina cuenta con un logro impresionante que, si bien es destacable a nivel mundial, tiene muy poco “marketing” en el actual contexto global.
Se trata nada menos que de la proporción del cultivo de soja que se hace en siembra directa, algo que no solamente es destacable por la cobertura territorial, sino además por la continuidad en el tiempo de uso de esa tecnología conservacionista.
Si bien para los argentinos es un hecho cotidiano que no causa sorpresa alguna, el empleo masivo de la siembra directa es un fenómeno esporádico en la mayor parte de las naciones agrícolas.
Y la clave es que se trata de una tecnología clave para promover la captura de carbono orgánico en un contexto mundial en el cual se están priorizando las denominadas “soluciones basadas en la naturaleza” para combatir el cambio climático.
El último relevamiento tecnológico realizado por la Bolsa de Cereales de Buenos Aires indica que en la campaña 2021/22 la adopción de siembra directa en el cultivo de soja fue del 93% del área sembrada, un punto más que en el ciclo previo. La cifra además es tres puntos mayor al uso de la directa en todos los cultivos (90%).
La adopción de la siembra directa a escala regional para la campaña 2021/22 estuvo en un rango del 79% al 99 %. “El norte y centro de la provincia de Santa Fe presentó el menor valor de adopción debido principalmente al aumento en el precio de los herbicidas, según indicaron los asesores encuestados. A su vez, mencionaron las complicaciones para el manejo de malezas resistentes”, indicó el informe de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires.
Los mayores niveles de adopción se registraron en Santiago del Estero, NOA, Córdoba y San Luis, con proporciones que se ubicaron en 2021/22 entre el 96% y el 99%.
La siembra directa es parte de un sistema integral de producción de granos que consiste principalmente en la implantación del cultivo sin remoción de suelo y la permanencia de cobertura con residuos de cosecha.