Hoy quizás la estrella es el azafrán pero el inicio fue distinto y los protagonistas fueron bulbos de distintas flores, como tulipanes, narcisos, scillas, ornithogalum y otras plantas varias más. Este fue el trabajo que comenzó el ingeniero agrónomo Toshifumi Shibata hace 30 años en El Bolsón, provincia de Río Negro, donde creó su emprendimiento Rhody Garden.
“Hace unos 15 años para cambiar un poco, decidí probar con los bulbos de Crocus sativus (azafrán) para ver si se adaptaban a esta zona fría”, recuerda. “Comencé con un par de cormos (bulbos) en macetas que se fueron multiplicando y luego con mi esposa Amelia las pasamos a tierra; al cabo de unos 5 años comenzamos a ofrecerlos tímidamente (ya que nadie los conocía) en la Feria Regional, mientras que las hebras todavía lo usábamos para consumo propio”.
Actualmente Toshifumi y Amelia tienen unos 1.000 metros cuadrados dedicados al azafrán y en cuanto a cantidades los números asombran: se deben recolectar aproximadamente 250 mil flores para obtener 1 kilo de hebras de azafrán y de cada flor se sacan solo 3 hebras, que son los estigmas (el emprendimiento aún no tiene esa cantidad). La multiplicación de las plantas se realiza por bulbos y hay que estar atento porque se suele confundir como azafrán al Cardamus, que es una planta que crece por semillas.
“Aquí, que es una zona fría, los bulbos se plantan antes del otoño, cuando todavía tenemos sol y algo de temperatura, y la cosecha de las flores se realiza ya entrado el otoño de ese mismo año o del siguiente, según el tamaño de los bulbos, y para cada lugar cambia un poco la fecha de plantación”, explica el especialista.
“Todo se realiza manualmente y luego se desbrizna también de forma manual; después le sigue el secado y finalmente el envasado. Este proceso lo hacemos todos los días durante aproximadamente un mes o mes y medio”.
Toshifumi asegura que su objetivo es que todo el proceso sea lo más natural posible, por lo cual solo utiliza un fungicida antes de plantar los bulbos como preventivo para potenciales hongos de la tierra. A la vez, si se hacen las cosas a conciencia, es un cultivo que no requiere tanto cuidado: la clave es elegir un suelo drenado, abonarlo, darle agua y asegurarse de que reciba sol.
Los bulbos los venden en verano y las hebras todo el año en su forma natural, envasadas en bolsitas y en frascos; el principal lugar de ventas sigue siendo la Feria Regional y también algunos comercios.
“Nuestros clientes son variados: en general son personas que quieren tener azafrán para producción familiar, aunque hay algunos un poco más audaces o con experiencia en cultivos que se animan a plantar un poco más de cantidad. De todos modos nosotros les indicamos cómo hacerlo, respondemos a las consultas y nos interesa que les vaya bien en el cultivo. También nos llegan clientes por recomendación del INTA y por el boca en boca de los que ya nos compraron”, explica Amelia.
“Productores en Argentina hay varios y los de más envergadura están en Mendoza y Córdoba”, nos cuentan.
Además del típico uso en arroces, a nivel gastronómico también se utilizan en salsa blanca y en crema de leche para pastas y pescados, entre otras cosas. También se usan en la fabricación de pastas, licores, quesos saborizados, chocolates, cervezas, y en lo que vuele la imaginación. En cuanto a propiedades terapéuticas, es antidepresivo antioxidante, protector cardiaco, favorece la digestión y ayuda a ver mejor ya que estimula los vasos sanguíneos de los ojos.
“Actualmente ya hace más de 2 años estamos en el grupo Cambio Rural del INTA, en el rubro Fitopreparados y Hierbas de la Comarca Andina, donde tenemos un punto de venta en un local (Tienda Herbal) en la Feria Franca, lo cual permite difundir un poco más a través del INTA y darnos a conocer además por la Secretaría de Turismo”, cuenta Amelia.
“Ingresamos a Cambio Rural sin muchas ideas de qué se trataba y los beneficios fueron muchos: recibimos distintas capacitaciones según necesidades del grupo, hicimos nuevos contactos para ampliar el segmento de clientes y pudimos visibilizar más nuestro trabajo”, enumera. “Digamos que nos ayudó a salir del trabajo en la chacra y conocer la parte comercial y social, que es lo que más nos cuesta”.
“El azafrán es un producto de elaboración artesanal y por su fama de caro resulta difícil entrar al circuito cotidiano de sabores” reflexiona Toshifumi, “Pero pienso que con el tiempo podremos cultivarlos en una mayor superficie en la Argentina dado que hay cada vez más emprendedores interesados”.
“De esa forma se podrá abastecer la demanda interna sin tener que importar desde el otro continente, siempre apostando a tener buenos productos y de calidad”, concluye Amelia. Pero agrega: “Eso sí: hay que tener otra actividad en paralelo y que el azafrán sea un complemento a la economía familiar ya que no se puede vivir con esto solo y hay que tener en cuenta que implica un trabajo duro por 3 meses que hay que hacer todos los años”.