La historia de los productores de alcauciles afincados en los alrededores de la ciudad de La Plata, 60 kilómetros al sur de Buenos Aires, se remonta a la década de 1940, cuando inmigrantes italianos eligieron el cinturón hortícola que rodea a la capital argentina para sembrar y perpetuar su cultura y su tradición. En ese clima templado prosperaría el cultivo con el que habían trabajado en el Viejo Continente, del que había llegado para iniciar una nueva vida.
“Era todo campo y se araba con caballos”, rememoró Carmelo Mancuso, cuyo padre llegó a Argentina a los 16 años desde Calabria junto a un tío, acariciando el “sueño americano”. Ese sueño tenía forma de surco, que continuaron abriendo quienes hoy velan por la producción, la mejora continua y la expansión del consumo de alcachofas.
“Yo de chico también ayudaba a mi papá en la cosecha. Todo era más complicado. Cargábamos los alcauciles recogidos en un carro hasta la ciudad, a 8 kilómetros de distancia, donde nos esperaba el camión que los transportaba y que no podía entrar en la quinta porque los caminos eran malos. Entonces nosotros se los alcanzábamos. Esto, entre ida y vuelta, nos llevaba todo un día”, contó Carmelo, hoy con 70 años.
Son muchas las historias que abrigan las familias de productores. Comunión familiar, hijos creciendo con el proyecto, viajes a ferias internacionales, intercambio de experiencias y creatividad a la hora de la cocina (desde tortillas y tartas hasta paellas de alcauciles).
Por otro lado, los hijos que cambian de rumbo e inician otras actividades dejan flotando una pregunta: “¿Quién sigue lo nuestro?”.
Según relata una crónica escrita por el IICA Argentina, a partir de la década de 1990, el matrimonio de agrónomos de Adriana Riccetti y Gonzalo Villena consolidaron la Asociación de productores de alcachofas platenses, que hoy lideran.
El campo de Adriana y Gonzalo sigue siendo referente de producción para las quintas de la zona. No es una huerta tradicional, sino un campo agrícola ganadero en el que se cultiva el alcaucil, originalmente procedente del Mediterráneo e introducido en América por franceses y españoles y fuente de fibra, sodio, potasio, fósforo, calcio y vitaminas B1 y B3.
El particular establecimiento de Adriana y Gonzalo permite probar nuevos modelos de producción y riego por goteo. Una vez probada la tecnología, ésta se transfiere a las demás huertas de la zona que conforman la asociación. Esas familias de productores impulsan la promoción del cultivo y su agregado de valor.
Para ello cuentan con varias herramientas, como el sello de Indicación Geográfica (IG) desde el año 2016, otorgado por el Proyecto de Asistencia Integral para el Agregado de Valor en Agroalimentos (PROCAL) del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca de Argentina.
Productores de alcauciles la pelean para que no decaiga su consumo
La IG que abarca las 60 hectáreas de producción del cultivo implica determinadas cualidades particulares y es un reconocimiento derivado específicamente de su lugar de origen. Para la obtención del sello, los productores trabajaron arduamente en el cumplimiento de un exhaustivo protocolo. El municipio de La Plata, capital de la provincia de Buenos Aires, fue declarado como área protegida para tres tipos de alcauciles: el romanesco, el híbrido violeta y el híbrido blanco, que hoy representan el 60% de lo que se produce en Argentina.
Respecto al consumo y el mercado, Adriana indicó que el alcaucil es un alimento que requiere cierta elaboración. Las generaciones pasadas quizás tenían una cultura de mayor dedicación a la cocina casera y como los platos preparados con alcaucil requieren un tiempo de elaboración superior, no es visto como un producto para la alimentación del día a día. “Actualmente se tiende a un consumo de productos ya elaborados y en la Argentina no se ha desarrollado una industria que procese el alcaucil, como tiene Chile, por ejemplo”, destacó.
Ante un mercado interno poco pujante, los productores empezaron a promocionar el consumo de forma creativa. Así, en el 2006 organizaron la primera Fiesta del Alcaucil en un predio de la Facultad de Agronomía.
Les tocó un día lluvioso y no tuvieron mucho éxito, pero marcó el comienzo de un evento que se consolidó y se organiza ininterrumpidamente todos los años.
En la Plaza Moreno de La Plata, la fiesta anual de la alcachofa platense ya es una tradición y tiene gran relevancia para la zona. Es un foro de intercambio de saberes, que atrae a apreciadores y productores de la región interesados en la búsqueda de innovaciones para la cadena primaria de sus productos.
Esta primavera, bajo el manto de la pandemia, la tradicional Fiesta del Alcaucil también encontró su formato virtual, ocasión propicia para convocar a referentes, profesionales y público de otras latitudes.
La fiesta tendrá lugar entre el 19 y el 29 de octubre y su lema será: “Horticultura, Nutrición y Gestión territorial – La experiencia del Grupo de Alcachofas Platenses”. El evento, que incluirá desde charlas técnicas hasta recetas de reconocidos chefs, se desarrolla para fortalecer la producción y posicionar mejor el alcaucil ante los consumidores. Será transmitido por el canal de Youtube del IICA y por redes sociales.
Es una fiesta que reedita una tradición arraigada en países de Europa, como España e Italia, en la cual los productores de alcauciles agradecen y comparten con su comunidad la nueva cosecha.
Sin duda los descendientes de aquellos inmigrantes italianos tienen mucho para celebrar mientras siguen apostando a un futuro aún mejor.