Los empresarios agrícolas argentinos son ninguneados de manera constante por la corporación política porque son virtualmente inexistentes en términos electorales. Pero en el presente mes de abril tienen la oportunidad de “votar” en una elección clave.
En cuestión de horas se lanzará la tercera edición del “dólar soja”, una medida de política económica diseñada no para el agro argentino, sino para llenar (momentáneamente) las reservas internacionales del Banco Central (BCRA) con el propósito de seguir sosteniendo por algún tiempo más la maquinaria perversa de las “retenciones cambiarias”.
Mientras que en países vecinos como Brasil o Uruguay los dólares no sólo no faltan, sino que abundan, en la Argentina escasean a causa del “corralito” monetario implementado por el Estado nacional, el cual extrae salvajemente recursos a los generadores de divisas para transferirlos a precios subsidiados a los consumidores de divisas. El mundo del revés.
En un país normal, las divisas que faltarán este año a causa del desastre climático serían más que compensadas con inversiones y exportaciones de los sectores hidrocaburífero, minero (con el litio a la cabeza), turístico y de servicios profesionales (fundamentalmente informáticos). Pero eso no ocurre porque ninguna persona sensata quiere entrar a un “corralito” del que luego no va a poder salir sin asumir una pérdida gigantesca.
A diferencia de lo que sucedió en la primera y segunda edición del dólar soja, en la tercera versión del régimen cambiario los protagonistas serán las empresas agrícolas más grandes y financieramente más sólidas, que son las que disponen del mayor stock remanente de soja 2021/22. Cuentan además en muchos casos con partidas “frescas” de maíz y girasol recién cosechadas para generar ingresos destinados a cancelar compromisos.
Tienen, por lo tanto, la posibilidad de votar y decir “no quiero dólar soja, porque lo adecuado sería reducir o incluso eliminar los derechos de exportación, que son una extracción indebida de recursos realizada por el Estado nacional a las provincias”.
Tienen ahora el poder de voto y decir “no al dólar soja, que es financiado con emisión monetaria, lo que potencia la inflación y destruye el nivel de vida de los millones de argentinos, la gran mayoría, que cobran salarios en pesos cada vez más depreciados”.
Tienen, por supuesto, también la posibilidad de ser solidarios con los sectores e industrias consumidoras de soja y decir “no al dólar soja, porque durante el período de tiempo en el cual se implementa el régimen, se incrementan de manera desproporcionada los costos de producción de muchas empresas e industrias”.
Por fin, luego de tanto, tanto tiempo, luego de tanto destrato, tienen ahora el poder del voto en su mano para decir “no”. Y también, claro, para decir “sí”, vamos para adelante con las cosas tal como están.
Ahora solamente resta saber una cosa. ¿Cómo votarán?