El secretario de Agricultura, Juan José Bahillo, demostró este martes su completo desconocimiento de uno de los principales problemas que afectan al sector agropecuario argentino al afirmar que “mientras nosotros apostamos por la producción, otros quieren matarla dolarizando la economía”.
La realidad es que la economía argentina, con la moneda nacional pulverizada por la inflación, está dolarizada de facto. El funcionario seguramente quiso hacer referencia al proyecto del candidato presidencial Javier Milei de convertir al dólar estadounidense en moneda de curso legal en el país.
Las declaraciones de Bahillo, realizadas durante un acto de entrega de aportes no reembolsable (subsidios) por 300 millones de pesos a 147 pequeños productores mendocinos de vino (a un promedio de 2,0 millones por beneficiario), reflejan que el funcionario no comprende que el problema sectorial no es la moneda, sino la disociación cambiaria entre los costos e ingresos.
Eso porque el tipo de cambio oficial se aplica a “rajatabla” al momento de vender productos agroindustriales. Pero no sucede lo mismo al momento de comprar insumos. Las propias estadísticas oficiales muestran que hace tiempo que el tipo de cambio oficial –intervenido por el gobierno– dejó de ser referencia para valorizar bienes e insumos importados.
El Indec acaba de publicar el último informe mensual de precios mayoristas, donde puede verse que el Índice de Precios Internos al por Mayor (IPIM) correspondiente a bienes importados ajustó un 158,1% en el último año.
La cuestión es que en el mismo período (junio de 2023 versus mismo mes de 2022) el tipo de cambio oficial de referencia (BCRA Comunicación A3500) ajustó un 102,6%.
El hecho de que el IPIM de bienes importados haya subido 55 puntos más que el tipo de cambio oficial en el último año se explica fundamentalmente porque muchas empresas, al no poder conseguir divisas en el mercado oficial de cambios, deben recurrir al “dólar contado con liquidación” (CCL) para hacerse de divisas con el propósito de gestionar importaciones de insumos.
La brecha entre ambos mercados es gigantesca: mientras que el tipo de cambio oficial mayorista actualmente es de 279 $/u$s, la cotización del dólar CCL se encuentra en torno a los 527 $/u$s.
Entonces, ya sea que el agro utilice pesos, dólares, yuanes o libras esterlinas –lo mismo da–, el factor fundamental para evitar sufrir una pérdida de competitividad bochornosa es que sea el mismo tipo de cambio el empleado en las compras de insumos que en las ventas de granos, de manera tal de no sufrir exacciones que terminen atentando contra la inversión productiva y la capitalización de las empresas agropecuarias, las cuales, sin tales condicionamientos, no tendrían ninguna necesidad de estar mendigando aportes no reembolsables.
El Índice de precios internos al por mayor (IPIM) tiene por objeto medir la evolución promedio de los precios de los productos de origen nacional e importado ofrecidos en el mercado interno. El mismo incluyen IVA, impuestos internos y a los combustibles netos de subsidios explícitos.
El “dólar CCL” consiste en cambiar pesos argentinos por dólares en el exterior mediante la compra-venta de acciones o títulos de deuda que cotizan en mercados internacionales.