Hoy, 28 de Noviembre, se celebra en la región cuyana de nuestro país el Día del Tomero. En la provincia de Mendoza, se trata de un operario del Departamento General de Irrigación, un organismo público descentralizado que administra el recurso hídrico en toda la provincia, reglamentando y fiscalizando su uso. Al tomero también se lo denomina en lenguaje coloquial como el “repartidor de aguas”, porque es quien opera su distribución diaria. Es agua que baja de la Cordillera de los Andes y se derrama por algunos sectores del desierto cuyano, los cuales se han convertido en verdaderos oasis con tierras fértiles, donde se producen frutos (vides, ciruelas, duraznos, etc.), verduras y hortalizas (cebolla, ajo, tomate, zanahoria, espárragos, etc.) y aromáticas (orégano, azafrán, etc.).
En el portal www.aquabook.irrigacion.gov.ar se señala que “el trabajo del tomero consiste en recorrer, recibir y observar cuales son las necesidades de los regantes en cada zona de riego que le corresponde a él. A esta responsabilidad de captar el agua y repartirla se suma la de revisar el funcionamiento de las compuertas, verificar la limpieza de cupos y repartir las boletas de turnos. Su tarea de vigía del agua lo convierte en un verdadero guardián de la distribución del recurso hídrico en cada hectárea regada del suelo mendocino, lo que implica en nuestra región desértica, un doble compromiso para sostener e impulsar acciones que conserven nuestro territorio productivo. La labor del tomero es un ícono en la cultura del agua, ya que ejerce una tarea imprescindible como es la de hacer posible que cada productor cuente con el recurso en su propiedad”.
Y en el mismo portal hacen además un poco de historia: “Desde los primeros años de la fundación de la ciudad de Mendoza, hacia 1566, ya se había reglamentado el uso y cuidado de los cauces de riego como funciones propias que debía cumplir el Cabildo. En 1606 se creó el cargo de Alcalde de Aguas, primera autoridad responsable del riego y distribución del agua, y en los años siguientes los españoles designaron a las demás autoridades. La Ley General del Agua, sancionada en 1884, determinaba que cada persona que tenía una finca, viñedo o campo, tenía derecho a utilizar agua, pero la misma debía ser administrada en su uso. Por eso las horas de agua que cada finca necesitaba para el riego dependían de la cantidad de hectáreas que estuvieran sembradas. En todo este recorrido aparece la figura del tomero, persona encargada de abrir y cerrar la toma de agua para que llegue a cada finca, viñedo o campo”.
Pocha Zimmermann, esposa del consagrado cantor mendocino, Pocho Sosa, publicó un 23 de marzo de 2021 en Facebook: “En esta provincia, el agua escasea y cada tanto hay emergencia hídrica. El agua que se utiliza en Mendoza (generalmente, ya que también puede ser de pozo) es agua de deshielo que se dirige hacia distintos diques, hay tres muy importantes por su magnitud. Las acequias permiten que esa agua se encauce y llegue a los distintos destinos. Hay un tomero oficial por zona que abrirá la toma central y luego hay tomeros en cada finca que se encargan de abrir su propia toma cuando le toca el turno. Lo peor visto socialmente en las fincas es que el productor o regante no cierre su propia toma cuando ya no le corresponde el turno y entonces le quite agua a su vecino. Las tomas tienen candados y sólo el tomero tiene la llave”.
Alejandro Damián González, con 51 años es tercera generación de tomeros en San Rafael, Mendoza. Con regocijo indica que a uno de sus seis hijos, a los que debe alimentar y educar, le gusta su oficio, pero aclara que si éste quisiera ingresar hoy a trabajar para el Departamento de Irrigación no podría, porque en este momento no hay vacantes.
“Él me acompaña siempre que puede y sabe mucho del oficio. Mi papá y mi abuelo fueron tomeros. Yo entré a aprender a mis 17 años y debo ser uno de los más viejos en San Rafael, dentro de la Inspección Unificada del Río Diamante, donde trabajo, y donde somos 3 tomeros. Está el inspector, que es mi patrón, al cual los regantes elijen por votación cada 4 años, y puede ser reelegido. En cambio, nosotros somos empleados públicos, de planta permanente”, cuenta González.
“Nuestra tarea consiste en trabajar 7 horas diarias, de lunes a sábados. Tenés que estar a disposición, siempre, como un bombero, porque si viene un viento o tormenta, tenés que acudir enseguida, sea sábado o domingo. Casi nunca tenés franco o vacaciones fijas, con seguridad, porque si se atoró un sifón y el agua subió a una calle o a una ruta, eso es peligroso, porque se pueden romper los caminos, y sobre todo, provocar accidentes. Tenés que acudir, aunque estés festejando tu cumpleaños. El domingo pasado me llamaron a las 11 de la mañana por un sifón atorado, pero volví a casa y me llamaron a las 15:00, y después a las 22:00, porque el agua había salido a la ruta”, comenta a continuación.
Alejandro sigue su relato: “En el trabajo me dan una moto y el combustible, pero cuando hace frío, o si se viene tormenta o amenaza con el Zonda, no salgo con la moto, sino que agarro mi vieja Ford ’89. ¿Qué le voy a hacer? Mis herramientas son un rastrillo y una horquilla, y así ando de una punta a la otra. La paga, hoy no alcanza, con esta inflación, porque gano lo mismo que un celador de colegio. Empecé como clase 8 y ahora cobro el tope máximo, que es clase 14. Llevo 34 años como tomero, toda una vida”.
Pero ese su único trabajo: “Hoy tengo que andar haciendo changas para sumar otros ingresos, porque no hay plata que alcance. Menos mal que como me conoce mucha gente, siempre hay alguien que me contrata para regarle su finca. Es el oficio del regador o también se llama ‘echar el turno de agua’, y uno se hace unos pesitos en tres horas, que no son mucho, pero suman. Aunque no te salen todos los días, sino una vez por semana. Son changas sin continuidad. En este momento tengo dos finquitas a las que les hago el servicio, y no les puedo fallar, porque si no llegara a ir, perderían su turno de agua”.
“Y no le conté que yo tengo una finquita que me dejó mi padre, con 10 surquitos, adonde voy en mis ratos libres. Además, mi señora trabaja dos medios días por semana, en casas de familia, y con eso vamos tirando. Otra changa, a los regantes, es hacerles surco con el tractor, adonde están plantados los ciruelos. Hoy plantar es complicado, porque la hora de tractor está carísima. Tener finca es algo muy sacrificado, porque si no te cae una helada, te cae granizo, o en estos años que tuviste la crisis hídrica por la sequía. Por eso acá, hay muchas fincas abandonadas. Mucha gente se enoja por la falta de agua y uno es la cara visible. Menos mal que este año nevó bastante y el verano va a ser bueno, sin carestía de agua”, se relaja Alejandro, que no pierde la esperanza.
En su día les queremos dedicar a todos los tomeros, la zamba “Sueño de un tomero”, con poesía de Gregorio “Goyo” Torcetta y música de Daniel Morcos, interpretada por Javier Montalbo y Lisandro Aristimuño.
Sería interesante que le pregunten a los pampeanos que opinan de estas tomas de agua para riego de los mendocinos, así les robaron el rió Atuel.