Entre la ciudad de Tucumán y la Plaza de Mayo hay unos 1.300 kilómetros de distancia. Y sin embargo Macarena Ramos y otros socios de Apronor (Asociación de Productores del Norte) tuvieron la necesidad de recorrer esa distancia de ida y vuelta para integrarse a la movilización del agro a la ciudad de Buenos Aires. Además, cada uno de ellos decidió descuidar un poco sus tareas diarias, pues en aquella región se encuentran en plena cosecha ¿Por qué lo hicieron?
“Sentimos que debíamos estar acá, porque las condiciones con las cuales trabajamos no son las mismas que a nivel nacional. Si bien hay una situación injusta para todos los productores, nosotros tenemos particularidades que nos convierten, creo yo, en una economía regional”, afirmó Macarena a Bichos de Campo. Una de esas particularidades es justamente la gran distancia que los separa de los puertos. Los fletes son un lastre enorme. Deben pagar carísimas tarifas para poder vender sus granos.
Ramos es cuarta generación de productores en La Ramada de Abajo, una zona agrícola cercana a la ciudad de San Miguel de Tucumán. Pero además se ha recibido de ingeniera agrónoma y trabaja como asesora de varios establecimientos rurales de la región, que abarca además Salta y Santiago del Estero. Ella sabe bien que una buena soja en el norte rinde como mucho, en un año normal, de 3000 a 3500 kilos por hectárea, bastante por debajo de las productividades de la región pampeana. Y cuenta que este año pinta de terror, porque por culpa de la sequía se están obteniendo rindes de 800, 900 o 1000 kilos.
“Está todo complicado. A nivel climático todas las producciones de Tucumán se vieron afectadas por la sequía. La producción de limones está baja, la de caña de azúcar también, y a su vez se suma la presión fiscal que hay sobre este tipo de economías regionales”, informó la agrónoma. Luego relata que los bajos precios recibidos por los productores a veces ni llegan a compensar los costos de producción. En el caso del limón, por ejemplo, contó que los pagos son equivalentes al costo de la mano de obra para la cosecha. El productor no ganaría casi nada.
“El productor siempre es el eslabón más débil que tienen las cadenas”, dice la ingeniera agrónoma, que afirma que no sienten de los Estados ningún tipo de estímulo para seguir produciendo. Su deseo, parea el día después de la manifestación, se sencillo: “Me gustaría que algúna vez estemos amigados con las políticas gubernamentales. Que seamos socios y no enemigos”.