¿Qué mejor que irse del pueblo, andar por las ciudades, por el mundo, y volver al pago para acomodar los huesos? Resumida, esta es la historia de muchas personas y también la génesis de este hostel vegano ubicado en el centro de Carhué, provincia de Buenos Aires, y que se ha sumado al grupo INTA/Cambio Rural Triángulo Turístico Rural –Carhué-Rivera-San Miguel Arcángel.
Adriana y Adrián son quienes llevan adelante Vagamundo Hostel, que se destaca por brindar la posibilidad de comer vegano y ser un centro de distribución de información turística de la zona para el viajero que llega y tiene ganas “de hacer algo”. Pero antes de estar aquí vivieron en La Plata y estuvieron todo un año viajando por Sudamérica, haciendo distintos voluntariados y toda tarea que les permitiera seguir recorriendo y viviendo.
“Vivíamos el día a día: yo tocaba el saxo en la calle y Adriana cocinaba en hoteles y también salimos a vender empanadas, con mucho éxito”, recuerda Adrián de Martínez, que además de ser saxofonista es restaurados de estos instrumentos. “Durante un tiempo vivimos en Quito, Ecuador, y como la pizza para ellos es una curiosidad total armamos encuentros de pizza, música y cerveza; era muy interesante ver cómo algo tan perteneciente a nuestra comida diaria, en otro lugar puede ser totalmente ajeno al punto tal que les parecía que el maridaje ideal para la pizza era el café”.
El objetivo del viaje era tener experiencias fuera de Argentina y cuando en 2018 volvieron a La Plata se dieron cuenta de que ya no querían vivir en la ciudad, porque ya no se sentían a gusto con el entorno y querían un lugar diferente. Justo en ese momento algo ocurrió: Adriana heredó una casa familiar y ese fue el impulso para volver a Carhué, su ciudad de origen. Ahora hace 4 años que ambos están a cargo del hostel.
“Fue una excelente oportunidad para reconectar con mi familia, fue en el momento justo… Me sentí muy afortunada”, cuenta Adriana Díaz, que es psicóloga social. Pero lo cierto, también hay que decirlo, que la casa estaba bastante abandonada y había que trabajar mucho para ponerla a punto. Además, ellos no teníamos “ni idea” de cómo hacer el reciclado que necesitaba la casa, pero de nuevo llegó la suerte: los ayudó su hermano que es restaurador de muebles. De todos modos fue un proceso largo que les llevó mucho tiempo y, si bien todavía les faltan cosas, están muy contentos con el resultado.
“Fue una historia muy intensa porque apenas nos mudamos a vivir acá, y a pesar de tener la casa casi en ruinas, de todos modos publiqué en los grupos de viajeros que teníamos este lugar en Carhué y fue muy loco porque aunque nos faltaba de todo y nosotros se lo avisábamos a la gente, venían igual a quedarse”, recuerda entre risas Adriana. “Había mucha onda y tratábamos de compensar lo que nos faltaba de infraestructura con ricos desayunos y muy buena atención… y la verdad es que la gente, lejos de quejarse, nos recomendaba a otros y los visitantes seguían viniendo”.
Tal es así que un día llegaron 19 motociclistas que venían porque alguien le había recomendado en lugar y, a pesar de que les avisaron que había un solo baño, se quedaron igual. “Incluso hasta hicieron colecho”, rememora Adrián a pura carcajada. “Todos los vecinos salían a mirar lo que pasaba en este lugar”. Paso a paso siguieron remodelando la casa, recibiendo gente y armando “su lugar en el mundo” y cuando empezaban a ganar un poco de plata llegó la pandemia. ¿Y qué pasó?
“Fue en ese momento que nació La Oveja Verde de cocina vegana que decidimos lanzar junto con una amiga”, relata Adriana. “La decisión de ofrecer esta comida se debió a que yo misma fui durante 3 años vegana, así que tenía conocimiento de cómo preparar los platos y que, además, quedaran ricos y fueran variados. Fue mi gran apuesta en esos momentos de desconcierto”.
¿El resultado? Un éxito. La única publicidad que hacían era anunciar los platos por Instagram y había mucha demanda por lo novedoso, lo rico y porque tenía un precio lógico. Además, cuidaban mucho el detalle en la presentación de los platos, la calidad de los productos y la forma en que los elaboraban, con seriedad y dedicación. El plato que mayor éxito tuvo fue una torre de panqueques con avena sin gluten, relleno de vegetales y el chorizo vegano.
“Ahora hacemos solo la comida para que quienes se alojan en el hostel y alguno de los platos que ofrecemos son queso de castañas de cajú, guiso de lentejas en un pan casero y frutillas bañadas en chocolate, entre muchas otras opciones”, describen Adriana y Adrián. “Tenemos el proyecto de empezar a elaborar sidra artesanal y decidimos sumarnos al grupo Triángulo Turístico Rural –Carhué-Rivera-San Miguel Arcángel por dos motivos: creemos que tenemos mucho para aportar y porque la gente que viene a quedarse siempre nos pregunta qué otras cosas puede hacer en Carhué y al pertenecer a un grupo le podemos dar información bien concreta y que se ajuste a lo que cada visitante necesita”.
“Cuando desde el grupo visualizamos la propuesta que ofrecían en el Hostel Vagamundo junto a la gastronomía vegana, nos pareció como una alternativa muy innovadora para el turismo rural”, resume Susana Schwerdt, la asesora del grupo INTA/Cambio Rural. “El segmento de demanda turística que apunta a esta clase de alojamiento y el segmento que elige lo vegetariano y/o vegano como modo de alimentarse, es un público que también elige una clase de turismo relacionado a la naturaleza, a la vida sana. Y ahí es donde supimos que sería un producto interesante para sumarlo a la oferta del Triángulo Turístico Rural –Carhué-Rivera-San Miguel Arcángel”.