Pareció una respuesta estudiada, pero no lo es. Por el contrario, en el cuartel general de Bayer ubicado en Monheim, en Alemania, no deben tener la menor idea de que el capítulo argentino de la organización ambientalista Greenpeace lanzó una campaña llamada Tomate Challenge (desafío tomate), en la que con apoyo del mediático cocinero Damián Betular intenta demonizar la producción convencional de ese fruto y promueve la agroecología.
Si hay un sinónimo de la producción agrícola moderna que critican estos grupos ambientalistas, ese se llama Bayer. Con origen en la química, la compañía alemana se ha convertido en la principal proveedora global de insumos y tecnologías agrícolas, incluyendo los temibles agroquímicos (que Greenpeace denomina “agrotóxicos” con evidente intención descalificatoria) y los catastróficos transgénicos.
En 2018, además, Bayer absorbió nada menos que a Monsanto, que para el ambientalismo es algo así como la encarnación del diablo, pues inventó la soja RR resistente al glifosato. Todo esto conduce, según la campaña de prensa de Greenpeace, a que el tomate no tenga el gusto de antes.
Para provocar la insipidez del tomate y de paso poner en peligro nuestras vidas, el conglomerado germano facturó 41.400 millones de euros en 2020 y le da empleo a 100 mil personas. Gasta cada año además, según sus propias cifras, la friolera de 4.900 millones de euros en nuevos desarrollos. De ese mismo laboratorio secreto saldrán ahora las soluciones a los dilemas que nos plantean el cocinero Betular y los activistas de Greenpeace.
No fue una respuesta premeditada a la campaña maniquea del Desafío Tomate, pero se le parece mucho: Bayer acaba de lanzar una línea de semillas para practicar una producción orgánica y certificada. Chupate esa mandarina. O mejor dicho, comete ese tomate.
“La oferta inicial de productos se centrará en cultivos clave para los mercados de invernaderos: tomate, pimiento dulce y pepino”, informó la compañía global en un comunicado. esta cartera de semillas orgánicas estaría disponible en 2022. La nueva división se denomina Vegetables by Bayer. Para 2023, la compañía ya anticipa una nueva tanda de tomate para porta injertos. Había tomates agroecológicos para todos y todas. Incluso con gusto. Sus marcas comerciales serán Seminis y De Ruiter.
Bayer no parece preocupado por Greenpeace. Más bien, según se desprende de su anuncio, parece interesado por el potencial del negocio de semillas para el sector hortícola. “La demanda mundial de productos orgánicos certificados por los consumidores sigue creciendo y se prevé que impulse la expansión del mercado. La Federación Internacional de Movimientos de Agricultura Orgánica (IFOAM) estima que el mercado mundial de alimentos orgánicos tiene hoy un valor de más de 106 mil millones de euros”, explicó.
Para producir los cultivos que explican esas cifras, se necesitan semillas (no, la transgénesis no logró todavía que las plantas nazcan del aire). Por eso Bayer explicó que el mercado mundial de semillas orgánicas movilizó nada menos que 355 millones de dólares el año pasado y se espera que crezca a 480 millones para 2025, a una tasa anual de 6.2%.
“Servimos a productores de todo el mundo y creemos que deben tener la libertad de elegir las herramientas o prácticas que mejor se adapten a las necesidades de sus granjas y las necesidades de sus clientes”, dijo -quizás pensando en Greenpeace- Inci Dannenberg, presidente de la división de vegetales de Bayer.
Igual faltará un tiempo para que el cocinero Betular pueda cultivar y cocinar con los tomates orgánicos producidos a partir de las semillas de Bayer, que quizás tengan el gusto que él añora y seguro estarán libres de “agrotóxicos”: el lanzamiento comercial de estas semillas está previsto para principios de 2022 pero se centrará en los mercados orgánicos de alto crecimiento de Canadá, Estados Unidos, México, España e Italia. La Argentina deberá esperar un poco más.