Una importante empresa agropecuaria, bastante sólida, un día decidió diversificarse por medio de la creación de un fideicomiso de administración e inversión con participación en actividades tanto agrícolas como ganaderas.
Así es como destinaron una pequeña porción del capital para gestionar bienes del sector con una lógica financiera ¿Qué sucedió? La rentabilidad de esa unidad de negocios resultó bestialmente superior a la del resto de las actividades tradicionales.
Lo que aprendieron va mucho más allá de lo económico: los que prosperan con mayor ímpetu y velocidad son los que se enamoran de las oportunidades y no de las cosas. Representa, de alguna manera, también una lección de vida, porque las cosas son sencillamente cosas, que van y vienen, mientras que las oportunidades cuando se van no regresan más.
En el sector agropecuario los mandatos implícitos pueden terminar colisionado contra la prosperidad de muchas familias al promover la confusión de la gestión del capital heredado con la conservación de la tradición heredada.
Esta semana se conoció el caso de Cristina, una productora que, al tomar la decisión de cerrar un tambo fundado por su abuelo, escribió una emotiva carta de despedida en la cual pidió públicamente perdón a su padre. Y me conmovió, porque el texto, en lugar de reflejar agradecimiento por el camino transcurrido, muestra el dolor de no haber podido continuar algo que quizás hace años ya no tenía razón de ser.
La vocación, la capacidad y el conocimiento son factores clave para aprovechar oportunidades de mercado y allí es dónde debe invertirse el capital y, fundamentalmente, el tiempo, que es –nunca olvidarlo– el recurso más escaso.
Pero la carta de despedida de la productora nos habla de recuerdos, muchos de ellos asociados a la infancia, y de vaquitas que son “sus amores”. Ese apego emocional está muy bien para un pasatiempo. Pero puede resultar fatal en una empresa.
El sector lechero está atravesando un cambio de paradigma monumental que hará que las empresas de ese rubro nos resulten irreconocibles dentro de dos décadas. Así como se cierran tambos, otros están realizando significativas inversiones tecnológicas e incorporando procesos organizacionales de avanzada.
Este año Bichos de Campo publicó una entrevista a Miguel Vencius, el fundador del medio agropecuario ABC Rural, el cual, si bien fue muy exitoso durante el “reinado” del papel, no pudo sobrevivir a la transición digital. El artículo, lejos de reflejar amargura, muestra orgullo por los logros obtenidos.
Los valores y la tradición familiar son importantes (¡claro!), pero en el ámbito de las relaciones familiares, porque las empresas no tienen ninguna consideración hacia los mismos y eso ocurre porque la misión de las mismas no es ser depositaria de tales valores y tradiciones, sino cumplir con una función social que cambia a medida que evolucionan las demandas presentes en el entorno.
La cuestión no es, entonces, conservar el mandato heredado del abuelo –el visionario fundador de la empresa–, sino preguntarse qué haría el abuelo hoy en la actual coyuntura. Y probablemente diría “Cristina, no llores, esto es lo que tenías que hacer; lo mejor está por venir”.
Los famndatos son fatales en todo sentido, siempre. Hom,bre y mujeres lo sufen a su manera.
Puntualm,enmte en el sector agropecuario he visto mucha gente sintiendo “deudas” con sus abuelos o sintiendo que deben “demostrar” algo a su padre o que el apellido es más importante que el aire.
En fin. Mucho para pensar.