En los últimos años ha crecido el interés entre los aficionados a la jardinería por crear sus propios canteros con plantas cultivadas desde la semilla hasta la cosecha. Este proceso permite disfrutar de todos los ciclos de una planta y atraen una fauna variada, como abejas, aves y mariposas, lo que contribuye a mantener la biodiversidad en el jardín.
Para crear estos canteros, conocidos como “praderas”, es fundamental seguir algunos pasos clave que garantizarán su éxito y belleza a lo largo del tiempo. Por cierto, como esta es la época ideal para comenzar con uno, el equipo de De Raíz se detuvo a pensar en esos detalles.
El primer paso consiste en elegir cuidadosamente el lugar donde se va a instalar la pradera. Este espacio debe contar con las condiciones adecuadas de luz, suelo y drenaje. Es importante que la zona reciba suficiente luz solar, preferiblemente entre 6 y 8 horas diarias, ya que la mayoría de las plantas herbáceas requieren buena iluminación para crecer de manera saludable. Además, el suelo debe ser fértil, rico en nutrientes y con buen drenaje para evitar el encharcamiento, que podría dañar las raíces de las plantas.
Una vez seleccionado el espacio, es crucial limpiar la zona de cualquier maleza o planta indeseada que pueda competir por nutrientes, agua y luz con las especies que se desean cultivar. La eliminación de malezas puede realizarse manualmente o con el uso de herbicidas específicos. Este paso es esencial para asegurar que las plantas herbáceas puedan establecerse sin competencia, favoreciendo su crecimiento y desarrollo.
Después de eliminar las malezas, es recomendable trabajar el suelo para mejorar su estructura y contenido de nutrientes. Esto puede implicar la adición de compost o abono orgánico para enriquecer el suelo y fomentar un crecimiento saludable de las plantas.
Para asegurar un crecimiento óptimo, la instalación de un sistema de riego es altamente recomendable. Un riego adecuado garantiza que las plantas reciban la cantidad de agua necesaria, especialmente durante los periodos secos. Los sistemas de riego por goteo son una excelente opción.
Por último, la siembra. Existen dos métodos principales para la siembra de estas plantas herbáceas: siembra por asiento y siembra en almácigo. La siembra por asiento consiste en plantar directamente las semillas en el lugar definitivo del jardín. Es una opción simple y directa, pero requiere que el terreno esté bien preparado y libre de malezas.
Por otro lado, la siembra en almácigo implica preparar las plantas en un espacio controlado, como bandejas o macetas, para luego trasplantarlas al cantero una vez que hayan germinado y crecido lo suficiente. Este método es ideal para garantizar un mejor control de las condiciones iniciales de crecimiento y asegurar plantas más fuertes al momento de ser trasplantadas.
Seguir estos pasos no solo facilita la creación de un cantero estéticamente atractivo, sino que también asegura un entorno favorable para el crecimiento de una pradera saludable y biodiversa.
Las plantas herbáceas que se utilizan en estos canteros se clasifican en tres tipos según su ciclo de vida: anuales, bianuales y perennes. Las anuales completan su ciclo de vida en una sola temporada, las bianuales lo hacen en dos, y las perennes pueden vivir tres años o más.
Estas plantas se seleccionan generalmente por su resistencia, capacidad para atraer fauna beneficiosa y su aspecto estético. Algunas de las plantas que se ven en este tipo de canteros son Rudbeckia hirta (Margarita Amarilla), Echinacea purpurea (Equinácea), Achillea millefolium (Milenrama), Coreopsis spp., Nigella damascena (Amor en una Niebla), Papaver rhoeas (Amapola de Campo), y Digitalis purpurea (Dedalera).
Es recomendable incluir plantas nativas de la región, ya que están mejor adaptadas al clima local y suelen requerir menos mantenimiento. Además, son fundamentales para apoyar a la fauna autóctona.
Estas plantas, combinadas de manera adecuada, crean un cantero de pradera con un aspecto natural y armonioso, que cambia con las estaciones y atrae una rica variedad de vida silvestre, contribuyendo significativamente a la biodiversidad del jardín.
Aunque este tipo de canteros suelen tener un aspecto silvestre y requieren trabajo y dedicación, la belleza y los beneficios que aportan a la biodiversidad del jardín hacen que el esfuerzo merezca la pena.