Cuando llegan los calores más fuertes, esos días largos en los que hay más tiempo para estar en el jardín y el riego se vuelve casi un hábito diario, muchas personas disfrutan salir todos los días a regar. Sin embargo, en pleno verano, ese riego frecuente y superficial suele ser un error. Entender la diferencia entre riego profundo y riego superficial permite cambiar una costumbre logrando plantas más fuertes, menos dependientes y plantas que responden mejor al calor.
El riego superficial es el más común, mas en estos días que hay tiempo libre y ganas de estar descalzos cerca del agua, pero es también el más engañoso: se aplica poca agua, de manera rápida, mojando solo la capa superior del suelo. La tierra se ve húmeda, pero el agua no llega a las raíces.
Este tipo de riego provoca que las raíces crezcan hacia arriba buscando humedad, que las plantas necesiten agua todos los días para no decaer, que el suelo se seque rápidamente y que aumente el estrés térmico en los días de altas temperaturas.

Es el riego típico del chorrito rápido con manguera, muchas veces hecho cuando el sol ya está fuerte y parte del agua se pierde por evaporación. El riego profundo, en cambio, propone una lógica distinta: aportar la cantidad de agua necesaria para que penetre varios centímetros en el suelo y llegue a las raíces principales. No se trata de regar más seguido, sino de regar mejor y, muchas veces, de espaciar los riegos.
Cuando el agua entra en profundidad, las raíces se desarrollan hacia abajo en busca de humedad estable, las plantas toleran mejor el calor, el suelo conserva la humedad por más tiempo y la huerta se vuelve más equilibrada y resistente, tiene lógica.
Este tipo de riego es clave para hortalizas, frutales, aromáticas grandes y plantas ya establecidas en suelo. Para saber qué tipo de riego se está haciendo alcanza con una prueba simple: después de regar, meter el dedo o una herramienta fina en la tierra y comprobar hasta dónde llega la humedad. Si solo está húmeda la superficie, el riego fue superficial; si la tierra se mantiene fresca en profundidad, el riego fue efectivo.

Las plantas también lo muestran, ya que las que se caen rápido con el calor suelen tener raíces superficiales, mientras que las que se mantienen firmes durante horas de sol suelen estar bien regadas. El riego profundo funciona mejor en huertas en suelo, canteros amplios, frutales y aromáticas grandes, mientras que en macetas chicas o almácigos jóvenes el riego debe ser más frecuente y cuidadoso por el menor volumen de tierra, sin perder de vista que la idea no es mojar solo la superficie.
Tan importante como la cantidad de agua son los horarios y la frecuencia: regar temprano a la mañana o al atardecer, evitar las horas de sol fuerte y permitir que el suelo absorba el agua lentamente mejora notablemente los resultados.
Además, el suelo también cumple un rol clave, porque un suelo cubierto con mulch, como paja, hojas secas o compost, conserva mejor la humedad, reduce la evaporación y protege las raíces. Sin cobertura, incluso el mejor riego pierde efectividad, mientras que con un suelo bien cuidado el riego profundo se aprovecha al máximo y la huerta atraviesa el verano con más fuerza y menos estrés.





