Quienes llegan al predio del INTA en Hurlingham suelen sorprenderse. Entre praderas diseñadas, invernáculos y colecciones de plantas ornamentales, funciona un equipo que todos los años investiga, mejora y lanza nuevas variedades para el sector florícola argentino.
Allí trabaja y dirige el Instituto de Floricultura la agrónoma María Silvina Soto, que resume el alcance del organismo con una frase clara: “El INTA está en toda la Argentina, abarcando diferentes producciones agropecuarias”. En floricultura, ese alcance se traduce en investigación aplicada, desarrollo genético y acompañamiento técnico permanente.
El Instituto de Floricultura nació hace poco más de dos décadas a partir de un acuerdo de cooperación entre Argentina y Japón, a través del JICA, la agencia de cooperación japonesa. Silvina recuerda ese origen como un punto de partida decisivo: “Japón firmó un convenio con Argentina para el desarrollo de variedades ornamentales a partir de recursos genéticos nativos”.
Desde entonces, el instituto asumió un rol estratégico: identificar materiales con potencial, mejorarlos, evaluarlos durante años y registrarlos para que puedan llegar al productor. Ese trabajo sostenido explica por qué, temporada tras temporada, el INTA presenta nuevas variedades adaptadas a las condiciones locales.
Mirá la entrevista con Soto:
Aunque el viverismo argentino tiene una larga tradición, el vínculo técnico con el INTA es relativamente reciente. “El sector productivo trabaja desde hace muchísimos años; el INTA no tenía un lugar que acompañe a este sector productivo”, explica Silvina.
La creación del instituto permitió ordenar la cadena, sumar conocimiento científico, profesionalizar procesos y empezar a instalar variedades desarrolladas en el país. Hoy ya circulan alrededor de 30 variedades inscriptas, producidas y licenciadas en Argentina, y cada año se suman nuevos materiales que pasan del ensayo al mercado.

Uno de los ejes centrales de la investigación es el trabajo con especies nativas y criterios de sustentabilidad. En los últimos años, el cambio es evidente tanto del lado de los productores como de los consumidores. “Hay todo un cambio hoy en día donde se busca lo nativo, los corredores biológicos, lo sustentable, los jardines con bajos requerimientos hídricos y nutricionales”, relata Silvina. Esa demanda impulsa al INTA a seleccionar y mejorar plantas que no solo sean atractivas, sino también eficientes, rústicas y funcionales para los ecosistemas locales.
Argentina tiene además una particularidad clave: cada provincia es dueña de sus recursos genéticos. Por eso, el trabajo de investigación y mejoramiento requiere permisos, acuerdos y marcos legales específicos. “Cada provincia tiene su legislación para el uso de los recursos genéticos, investigación y uso”, sintetiza Silvina. En ese contexto, el Instituto de Floricultura se volvió pionero en formalizar el uso ornamental de plantas nativas, articulando con el Protocolo de Nagoya y la normativa ambiental nacional. Hoy, algunas variedades desarrolladas en el país ya están licenciadas en el exterior, y el INTA —asegura— “cobra regalías y participa a Misiones de los beneficios”.

La visita de De Raíz se dio en el marco de la Jornada Demostrativa Abierta del Instituto de Floricultura, un evento que se realiza una vez al año y en el que el INTA abre sus puertas para mostrar todo lo trabajado. Durante la jornada se recorren praderas naturales que funcionan como laboratorio a cielo abierto, el invernáculo demostrativo donde se presentan las variedades que se lanzan cada temporada y los ensayos a campo que permiten evaluar el comportamiento real de cada planta. También hay charlas, talleres y visitas guiadas. “Ahí van a estar informados de cuando hacemos una capacitación, una charla, un taller, abrimos al público”, recomienda Silvina, invitando a seguir las redes del Instituto.
En un contexto donde lo nativo gana protagonismo, la sustentabilidad se vuelve una necesidad concreta y los jardines buscan reconectarse con los paisajes de cada región, el INTA Floricultura se consolida como un espacio clave. No solo investiga y registra nuevas variedades todos los años, sino que anticipa lo que viene y marca el rumbo del sector ornamental. O, como lo define la propia Silvina al señalar el invernáculo donde nacen las novedades: “Somos como la moda: marcamos tendencia”.





