La Mesa Nacional del Trigo, que el viernes celebró su octava edición en la localidad de Leones (Capital Nacional del Trigo), es una suerte de gran mesa redonda donde todos los eslabones de la cadena de valor que se desarrolla en torno a ese cereal discuten lo que debe hacerse para mantener la armonía entre ellos y crecer, que finalmente es el objetivo de todo lo que hacemos en la vida (además de tratar de levantar minas).
Este mesa que propicia el consenso nació justamente en 2013/14, cuando se producía el declive u ocaso de Guillermo Moreno y todo lo que ese ex funcionario representaba: la prepotencia hecha política de Estado, atropellando todo, permitiendo que unos fueran hijos y otros entenados. En aquel momento no valía la pena discutir, porque venía ese energúmeno y con el poder prestado que emanaba de Néstor y Cristina disponía lo que se le antojara bajo la premisa de que debía cuidar “la mesa de los argentinos”.
En 2013, como fruto de ese desquicio, la Argentina casi se vio obligada a importar trigo para abastecer esa mesa, porque su cosecha había caído a mínimos históricos. Frente a la atropellada de Moreno, que no era resistida por los ministros de Agricultura de turno (entre ellos Julián Domínguez, de nuevo en el ruedo), la única defensa de los productores era huir del cultivo, para hacer cebada o no hacer nada. La distorsión en el mercado del cereal era tan grande que aquí se cobraba apenas 40% del valor internacional del grano. La producción oscilaba entre 8,5 y 13 millones de toneladas, no más que eso.,
Luego, ya sin el autoritarismo de Moreno, vino una etapa de mayor moderación y hasta hubo un ciclo de revancha durante el tramo de Cambiemos, que se ocupó de desmontar todas las restricciones exportadoras, cupos y parches inventados por aquel funcionario, y hasta redujo a cero las retenciones. Los productores volvieron a apostar y la cosecha se elevó primero a 16, luego a 17, luego a 18, y así hasta llegar a las actuales 22,1 millones de toneladas, récord total. La regla de tres simple indica que si A más B es igual a C, Moreno debería ser calificado finalmente como lo que fue: un pelotudo muy dañino.
El problema es que la historia se repite dos veces: primero como tragedia y luego como una gran farsa. Moreno ya no corta ni pincha pero en el gobierno de Alberto Fernández cogestiona la mujer que en algún momento le transfería aquellas dosis de poder que le permitían ser brutalmente autoritario. Y luego de dos años de tensa calma, Cristina Kirchner parece haber vuelto a entronizar a “la bestia”. Ahora se llama Roberto Feletti y parece ser marcadamente menos temible que la original, casi un mal calco de aquella, porque la inyección de poder que recibe ya tampoco es la misma que antaño.
La mesa está servida: es el turno de la farsa. En medio de un descontrolado proceso inflacionario que seguramente tiene otras razones mucho más valederos que el precio internacional del trigo, Feletti ya ha apelado a la necesidad de “defender la mesa de los argentinos”, ha dicho que avanza en un mecanismo para “desacoplar” los valores internos del cereal y hasta ha elaborado un borrador de fideicomiso en el que los exportadores deberían poner plata de los productores para subsidiar a los elaboradores de harinas y fideos secos. Por eso la Mesa de Enlace, en un comunicado reciente, habló de una nueva “retención encubierta”.
La Mesa Nacional del Trigo se reunió este viernes en Leones. Hija de la necesidad de congeniar acuerdos básicos entre todos los eslabones de la cadena, incluyendo a los estados provinciales y el Nacional de ser posible, la verdad es que casi no existió debate entre sus integrantes, ni grandes reprimendas, por lo que sucede ni por lo que va a venir. Nadie quiere que Feletti meta mano en el negocio porque saben que los resultados serán malos para la propia cadena y que no corregirán ninguno de los problemas -como casi siempre- que el kircherismo dice querer resolver.
A todo el mundo por aquí, incluyendo a los funcionarios del Ministerio de Agricultura y al propio ministro Domínguez (que se fue un ratito antes de la fiesta del trigo para tener que evitarse el maltrago de no poder decir realmente lo que piensa), los amagues de intervención del nuevo secretario de Comercio les parecen un completo desatino técnico y una imbecilidad política. El grotesco de lo que fue. Si ahora hubo cosechas que superan los 22 millones de toneladas de trigo y en la Argentina a duras penas se consumen 7 millones, ¿cuál es la necesidad de enviar señales negativas hacia los productores? ¿Se podría en serio repetir la tragedia que protagonizó Moreno? ¿Pueden ser tan imbéciles?
Marcos Blanda, el secretario de Agricultura de la Provincia de Córdoba, que en esta discusión juega abiertamente a favor de la no intervención en los mercados y hasta incluso pide que se remuevan las retenciones remanentes que en trigo significan un 12%, protagonizó uno de los pocos cruces que hubo en la extensa reunión de la Mesa Triguera: fue cuando Jorge Solmi, el ex secretario de Agricultura que quedó en representación de Domínguez, aclaró que el Estado Nacional no se podía comprometer a firmar algunos de los puntos que los dirigentes de la Mesa de Enlace había propuesto para incluir en el acta final, como la necesidad de evitar mecanismos distorsivos en el negocio como el fideicomiso que propone crear Feletti.
“Se habla de fideicomiso. Ese no es un beneficio para nosotros, no lo es”, dijo incluso en la reunión el representante de la cámara de fabricantes de fideos, uno de los sectores que podría verse beneficiado con un mecanismo de ese estilo. Y luego apuntó: “Aspiramos a que haya algo tan sencillo como libertad de precios. Con eso solucionamos todos nuestros problemas”. Cerca suyo, el representante de la Industria Molinera, el otro sector que recibiría compensaciones para bajar sus costos en trigo, se hizo el oso y ni siquiera mencionó el fideicomiso; intentó llevar la conversación hacia otros problemas de la cadena, como la alta evasión impositiva.
Hasta los propios funcionarios del Ministerio de Agricultura, luego de negarse a firmar algunos puntos del acta, evitaron hablar del asunto que impulsa su propio gobierno, como si el silencio pudiera inmunizar a la cadena de las idioteces que se pergeñan en Comercio Interior. El subsecretario de Mercados Agropecuarios, Javier Preciado Patiño, incluso lanzó al ruedo la noticia de que van a ponerse a trabajar en una suerte de Plan Triguero Nacional para elevar la producción todavía más e imponer un nuevo piso de 25 millones de toneladas.
“Nosotros podríamos estar produciendo no 25 sino 30 millones de toneladas anuales con algunos esfuerzos, pero para eso hace falta confianza”, resumió en algún tramo de sus quejas el vicepresidente de CRA, Gabriel de Readeamaeker. Otro dirigente cordobés, Javier Rotondo, definió que “de nada nos sirve acordar aquí políticas si desde otras áreas de gobierno surgen otras señales”.
Finalmente el acta que firmaron todos los actores dice más o menos eso: que se necesita coherencia. Pero el documento no tiene valor legal, es simplemente una manifestación no vinculante de una cadena productiva que puede o no incidir en las políticas públicas.
Por eso esta cobertura de la octava reunión de la Mesa Nacional del Trigo fue francamente aburrida y no tuvo ni siquiera el sabor de otros encuentros donde los diferentes eslabones incluso llegaban a acusarse de ser “colaboracionistas” de Moreno y sus tropelías.
Con Feletti ni eso. Nadie parece querer ser socio de la farsa que se está cocinando.
Para la próxima mejor ponen una foto del secretario de Comercio en el medio del escenario, para por lo menos jugar a los dardos.
¿Qué pidieron las diferentes entidades que integran la cadena en la Mesa Nacional del Trigo?