Las cifras oficiales sobre el negocio del ganado bovino han sido francamente malas en 2021. En relación a 2020, la faena se redujo un 7,4%, en más de 1 millón de cabezas, por lo cual la producción total de carne vacuna cayó en más del 6%, por debajo de las 3 millones de toneladas anuales en mucho tiempo. En este contexto, se retrotrajeron tanto las exportaciones un 11% (de 900 mil a 800 mil toneladas) pero también lo hizo el consumo doméstico, que absorbió solo 2,18 millones de toneladas de cortes vacunos, casi 5% menos que el año anterior.
En este escenario de evidente retroceso, los argentinos tuvimos en 2021 el peor consumo de carne vacuna de la historia, con solo 47,5 kilos por habitante y por año. Son diez kilos per cápita menos que hace una década.
Años atrás, este recorte en la provisión de carne vacuna -ya sea por menor producción o por el salto de las exportaciones- se venía disimulando por el crecimiento de las carnes alternativas, en especial del pollo. Pero se acaban de conocer los datos finales de ese rubro productivo para el año pasado y lo que queda en evidencia es que esta vez las empresas avícolas no pudieron capitalizar el mal momento del bovino.
- La producción de carne aviar se estancó en 2021 y hay varios indicadores del MInisterio de Agricultura que dan cuenta de eso:
- Por el lado de la faena, se sacrificaron en los establecimientos formalizados un total de 741,4 millones de pollos parrilleros, lo que implica un descenso de 2,2% respecto del registro de 2020.
- Esto implicó una caída en la oferta de carne de pollo de 0,9%, con 2,296 millones de toneladas producidas. Como en el caso del bovino, hubo aquí un leve aumento del peso promedio de la faena.
- Esa producción de casi 2,3 millones de toneladas, apenas 700 mil toneladas menos que las del complejo bovino, alcanzó para mantener un elevado consumo de pollo, que se ubicó en 45,78 kilos anuales per cápita. Esto quiere decir que si cada argentino comiera 2 kilos más de pollo por año, el consumo de este tipo de carne igualaría al de carne vacuna.
- Con igual consumo pero menor producción, es obvio que la variable de ajuste fueron las exportaciones, que retrocedieron más de 5% anual y se ubicaron en solamente 216 mil toneladas, menos del 10% de la producción total.
- De todos modos, debido al alza de los precios internacionales, esos embarques representaron el ingreso de 314 millones de dólares, lo que implicó 0,8% de crecimiento en relación a un año atrás. Es algo semejante a lo que sucedió también con el complejo bovino.
- Un indicador preocupante, aunque todavía no tiene el peso de otras épocas, es el crecimiento de las importaciones de carne aviar, en especial desde Brasil. Se compró en el año un total de casi 9 mil toneladas, con un salto del 65%. En divisas fueron 12,5 millones de dólares, más del doble que en 2020.
Todos estos indicadores muestran que, contra lo que muchos podrían haber supuesto, el sector avícola no aprovechó la desgracia de su eterno rival. Y que por el contrario también anduvo tecleando y necesita de algunos ajustes -en especial en la macroeconomía, para retomar una senda de crecimiento como la que mantenía años atrás.
Por cierto, a grandes rasgos la avicultura detuvo su tranco arrollador a partir del quinquenio 2010/2015m cuando logró superar por primera vez las 2 millones de toneladas de producción y el consumo interno se acomodó por encima de los 40 kilos anuales por habitante.