Daniel Salamone comenzó a trabajar en clonación y transgénesis animal hace unos 20 años, casi en simultáneo a la aparición oveja Dolly en 1996, el primer mamífero en ser clonado de una célula adulta. Hoy Salamone, que dirige el departamento de Producción Animal en la Facultad de Agronomía (Fauba) y forma parte del plantel de investigadores del Conicet, se entusiasma con las nuevas posibilidades que abre la edición génica. Y se ilusiona con crear cerdos con órganos compatibles con los de los seres humanos, que puedan ser usados para trasplantes.
“Soy un gran esperanzado de que la tecnología debe servir para solucionar problemas”, expresó el científico en Bichos de Campo. Luego puso un ejemplo: “El veranito económico que tuvimos desde 2003 y 2004 fue gracias a la soja transgénica, la cual más allá de que nos trajo problemas también generó que Argentina pasara ser el segundo productor mundial de cultivos transgénicos, lo que nos dio ventajas competitivas”.
A Salamone, que produjo los primeros terneros de fecundación in vitro del país, junto al actual ministro Lino Barañao, le preguntamos por qué hubo un avance mucho más acelerado en materia de transgéneses vegetal, frente a los lentos avances de la clonación de animales y otras tecnologías de ese tipo. “Más allá de que el fenómeno transgénico se puede trasladar a la parte animal, esta encuentra más resistencia porque requiere de muchas regulaciones”.
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El investigador también explicó qué posibilidades se abren con las nuevas técnicas de edición génica. “Mientras antes teníamos que hacer clones para producir un animal transgénico, hoy eso se simplificó dado que ahora se puede usar un embrión, ya sea generado naturalmente o bien producido por fecundación in vitro. El mejor ejemplo de esto, es haber generado una herramienta génica para obtener vacas sin cuernos. De este modo ya no es necesaria la maniobra zootécnica de cortarle cuernos al animal”.
El profesor de la Fauba anunció que el proyecto que más lo emociona actualmente es el de “poder producir cerdos cuyos órganos puedan usarse en humanos. Esto sería algo absolutamente revolucionario y calculamos que en 3 o 4 años podríamos lograrlo. Ahora bien, la parte regulatoria puede llevar hasta 15 años”, se lamentó.