Daniel Ferrero es productor lechero y tiene, junto a otros tamberos de la zona, una empresa de producción de silaje, que es una herramienta clave en la nutrición de los rodeos de tambo. Su firma está ubicada en San Carlos Centro, a 45 kilómetros de la capital santafecina, plena cuenca lechera de la provincia.
El tambo lo armó su abuelo y él se hizo cargo de la empresa hace 35 años. En ese momento había 80 vacas en ordeñe que producían mil litros por día. Su empuje lo llevó a multiplicar casi por cuatro la cantidad de animales en el rodeo y por mucho más la productividad de la hacienda.
En una charla con Bichos de Campo, Daniel contó que el salto grande lo dio en el 2003, hace ya 21 años, cuando hizo el tambo nuevo y empezó a encerrar animales.
“Ahí pasé a tener más de 20 litros diarios por animal. Luego lo fuimos puliendo y aumentando el promedio dándoles bienestar a los animales, haciendo buenos comederos, buenos callejones, buenas sombras, dando agua fresca, y un montón de detalles que te permiten aumentar la productividad. Y en genética ni hablar, toda la vida inseminé y siempre con toros probados, no uso servicio natural”, relató el productor.
Y a continuación agregó: “Tenemos 300 vacas de las cuales ahora hay 240 en producción y 60 que están secas y que van a parir a partir de marzo. Siempre están encerradas pero no tengo tinglado sino medias sombras. Con esa herramienta podría producir 38 a 40 litros por vaca. Ahora estamos en 31 a 32 por animal y por día”.
La media sombra le sumó confort a la hacienda pero quiere ir por más, aunque ese otro paso es una inversión costosa en un escenario económico complicado para la actividad y sin financiación acorde a los resultados de la lechería.
“Me faltaría el galpón, las camas, los ventiladores. Todo lo que hagas en el campo para confort animal debe ir sumando. Uno fue haciendo todo, pero claro, la inversión para un galpón es alta. Tenemos que gastar entre 5 y 6 mil dólares por vaca para hacer algo así, es un numerito y solo por el techo”, lamentó.
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Se trata de una inversión de nada menos que de 2 millones de dólares para empresas que, aun siendo altamente productivas, tienen números ajustados o en rojo
En el tambo de Daniel las 240 vacas en producción le dan un total diario de 7700 litros, lo que lo ubica dentro de ese grupo selecto de altos niveles de producción. A pesar de eso reconoce que la situación del sector y la de su empresa no son buenas.
“Estamos pasando por un mal momento. Yo diría que ya llevamos 6 meses muy malos porque tenemos alta inflación, con la comida de las vacas que cotizan en dólares y que tiene que pagarse prácticamente de contado. Y como todos saben, el tambero entrega la leche y cobra después, a los 45 o 60 días, y con toda la devaluación e inflación arriba. Es como cobrar 25/30% menos. Cuando hay estabilidad, entonces ahí manejamos otro número, es más parejo”, sostuvo.
Las complicaciones del negocio se reflejan en las relaciones de precios entre la leche y los granos.
“Un litro de leche debería valer igual que un kilo de soja. Pero la soja vale 260/270 mil pesos y nos pagan mucho menos por el litro de leche. Deberíamos estar cobrando 270 pesos el litro. Realmente lo financiero se volvió clave y en el campo sabemos que con el ingreso de lo que produjiste el mes anterior, hay que pagar los gastos del próximo”, afirmó.
En paralelo, Daniel trabaja junto a otros 4 productores de la zona en una empresa que produce silaje.
“Todas las semanas estoy haciendo números porque van cambiando las cosas. Pero un maíz te sale de implantación entre 500, 600 dólares. Es decir 500 mil pesos. El picado cuesta otros 500 mil pesos si el maíz rinde bien, sino es más caro. El silo no está caro, está barata la leche, eso hay que corregir, que nos paguen lo que corresponde. A eso hay que sumarle el costo de la bolsa que es de 7% sobre el costo del picado”, reconoció.
En una economía con alto niveles de inflación todos se empobrecen. El más pobre más sufre estos procesos, pero en definitiva afecta a todos. El tambero tiene mayores costos y encima la caída del consumo afecta el ingreso a la cadena donde cada cual intenta sacar su tajada y el productor termina siendo el último orejón del tarro.
“Hace dos años atrás vos podías hacer un silo y le podías dar cuotas para pagar a un tambero. Hoy no tengo dónde descargarlo. Le doy cuotas a un tambero y qué hago. Es complicado. Cobramos una parte, por la otra parte agarras un cheque, por otra las dejas a pagar en litros de gasoil, tenés que hacer muchos cosas misteriosas”, finalizó.
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