Con las lluvias generalizadas que se están registrando en la mayor parte de las regiones agrícolas argentinas la campaña fina 2024/25 tendrá un buen “colchón” de agua útil para arrancar sin sobresaltos.
En términos agronómicos está todo listo para salir a “comerse la cancha”. Sin embargo, la gran pregunta por responder es si vale la pena jugar el campeonato de trigo en la nueva campaña.
“Con los precios esperados de la nueva campaña y los costos vigentes, el cultivo de trigo 2024/25 en la Argentina tiene un desafío enorme por delante”, proyectó Enrique Erize, analista de mercados agrícolas y director de la consultora Nóvitas.
“A diferencia del maíz y la soja, donde Argentina juega con pocos países, en el caso del trigo somos un actor marginal que debe competir con gigantes”, añadió a Bichos de Campo.
La realidad es que la debacle del precio internacional de trigo no tuvo un impacto mayúsculo porque Argentina, luego de dos campañas bastante malas, no cuenta con mucho cereal para vender.
Sin embargo, si en el ciclo 2024/25 la producción se recupera y el país vuelve a tener una oferta exportable de trigo superior a 15 millones de toneladas, entonces más que una “panadería” el negocio se puede llegar a transformar en una “carnicería”.
“El mercado de trigo está integrado por grandes potencias que compiten por precio, como es el caso de Rusia, Europa y Ucrania –ahora comprometida por la guerra–, además de EE.UU., Canadá y Australia, que exportan trigo segregado”, remarcó Erize.
“Salvo por el caso de Brasil, que importa todos los años entre 5,0 y 6,0 millones de toneladas, las demás regiones importadoras de trigo quedan muy lejos de la Argentina, mientras que nuestros competidores las tienen, como contrapartida, muy cerca”, detalló.
Erize dijo que, además de la falta de competitividad intrínseca del trigo argentino, el cultivo también está condicionado por un esquema tributario interno que resulta pernicioso para el cereal. Un “combo” completo.
En ese marco, apostar por una gran producción de trigo en 2024/25 puede llegar a constituir un éxito agronómico que quizás luego pase a representar un dolor de cabeza comercial y un suplicio económico.
“Tenemos que pensar muy bien si nos queremos embarcar en el campeonato del trigo, porque disponer de una oferta exportable extra-Mercosur del orden de 10 millones de toneladas puede llegar a ser un problema en la actual coyuntura”, alertó.
La cuestión es que, por las particularidades de la economía argentina, las alternativas disponibles carecen de bases sólidas, como puede ser el caso de la cebada, cultivo que podría tener una importante industrialización en el país, pero que no es el caso porque las grandes malterías prefirieron en la última década aumentar la capacidad instalada en Brasil y Uruguay, dos países considerados más estables y seguros.
Otra alternativa, la arveja tanto verde como amarilla, cuenta con un potencial agronómico y comercial enorme en la región pampeana, pero el mismo no puede expresarse por la falta de genética adecuada como consecuencia de no contar con un marco normativo que asegure una retribución económica a los obtentores de cultivares.