Menos de 24 horas después de la finalización de Expoagro, muestra en la cual participaron con una sonrisa muchas de las figuras centrales de la coalición gobernante, se procedió a sentar las bases para un nuevo “mazazo” tributario al sector agroindustrial.
¿Cuál es la razón de una movida tan intempestiva como desesperada? Los propios funcionarios del Ministerio de Economía se lo dijeron clarito al presidente de Ciara-CEC Gustavo Idígoras: “Es para pagar la nueva cuenta del gas”.
Si bien el Estado nacional abona sumas siderales, en concepto de subsidios, a un puñado de compañías petroleras con el propósito de que produzcan gas en los reservorios patagónicos no tradicionales de shale y thight gas, no son suficientes para generar toda la oferta indispensable durante el período invernal.
Por ese motivo, es necesario importar gas natural de Bolivia y gas natural licuado de diferentes naciones del hemisferio norte. Pero el problema es que, luego de la invasión de Rusia a Ucrania, los precios de los commodities energéticos se dispararon hasta las nubes.
La consultora económica Invecq calcula que, gracias a la suba de los precios internacionales de los productos agroindustriales, Argentina recibirá este año unos 4000 millones de dólares más de los planificados inicialmente.
Sin embargo, el balance energético, en su mayor parte integrado por las compras de gas, requerirían un esfuerzo adicional del orden de 6300 millones de dólares. ¿Conclusión? La diferencia entre lo aportado por el agro y lo consumido por el sector energético arroja una diferencia negativa superior a 2000 millones de dólares, una cifra que, si bien en cualquier nación normal es algo manejable, en la Argentina –con su Banco Central (BCRA) técnicamente quebrado– es un verdadero drama.
“Es cierto que la volatilidad del precio de los energéticos es mayor que la de los commodities agrícolas y una corrección hacia la baja podría dar vuelta este resultado negativo”, señala el informe de Invecq Consulting
“Pero también es cierto que la energía está toda por comprarse, y sin precio fijado, mientras que la cosecha en parte ya está comprometida y fijada a precios menores que los vigentes actualmente en los mercados internacionales”, añade.
Vale recordar que el BCRA viene implementando desde comienzos de año un cerrojo reforzado en el mercado cambiario, el cual está generando en muchos rubros dificultades para abastecerse de insumos y piezas que no se producen en el país.
“Una alternativa ‘más heterodoxa’ sería limitar las importaciones más de lo que ya se están limitando y particularmente decidir comprar menos gas que el estimado para el invierno por la propia Secretaría de Energía. Claramente que esto no está exento de costos. Limitar la importación de energía, dada la producción local, implica algo bien conocido en la historia argentina: el racionamiento de energía para la industria. Eso generaría paradas de procesos productivos con un impacto directo en la actividad económica”, advierte el informe.
La caída industrial interanual del 5,5% registrada en enero pasado (informada por el Indec) responde en alguna medida a la limitación de importaciones que impide realizar procesos fabriles básicos en muchos sectores económicos.