Si hay algo que no puede decirse de la familia Ormazabal es que no tienen sentido aventurero. Diecisiete años atrás, en la localidad bonaerense de Lincoln, emprendieron una actividad que aún tenía poco muy desarrollo en el país: el sistema de engorde a corral. Lo hicieron con total valentía, sobre todo si se tiene en cuenta que el único vínculo que tenían con el sector agropecuario venía de la mano de dos familiares que se habían sido transportistas de cereales.
Pero ese fue el espíritu que los consolidó como uno de los feedlots más antiguos del país. Más aún, es una de las pocas empresas de su tipo que ya alcanzó también a tener una segunda generación familiar al mando.
“Esto inició por un interés en invertir en tierra. Mi papá estaba vinculado al sector petrolero y mi mamá tenía una farmacia. Allá entre 2003 y 2004 sale la posibilidad de hacer engorde a corral, una actividad que desde la década de 1990 se veía que se venía”, contó a Bichos de Campo Cristian Ormazabal, se segunda generación, actual gerente del establecimiento ANAJOR, nombre que combina los de sus padres Ana y Jorge.
A partir de que ya se diseñaron las primeras normativas municipales que definían condiciones de los predios y distancias, la familia adquirió un campo en venta en medio de un bajo. Luego de una inversión para mover la tierra, los nuevos ganaderos –que ya estaban trabajando codo a codo con un veterinario- habilitaron en estas 32 hectáreas un moderno establecimiento de engorde a corral.
El primer ingreso de hacienda fue en el 2005 y al poco tiempo lograron alcanzar una capacidad instantánea de entre 2.000 y 2.200 cabezas. ANAJOR duplicó esa capacidad con los años, llegando hoy a rondar las 4.800 cabezas livianas, respetando una carga de un animal cada 12 metros cuadrados.
-¿Qué parámetros se toman en cuenta a la hora de diseñar un feedlot?- le preguntamos a Ormazabal.
-Si bien este es un establecimiento relativamente antiguo, en ese momento ya se tuvieron en cuenta cuestiones de manejo como el tratamiento de efluentes, la caída de agua, la ubicación del sol, las zonas para armar las mangas y el patio de la comida. Se tuvo en cuenta también la orientación del viento a la hora de trazar toda la planificación de plantación de árboles, las cortinas forestales, entre otras cuestiones. La realidad es que desde 2010 hasta acá se ha intensificado muchísimo la cuestión medioambiental, y se sigue avanzando continuamente.
-Como era una actividad nueva, ¿había que construir las reglas?
-Sí. Es más, hoy no tenemos una ley provincial. Está sancionada pero no está vigente su aplicación. También hay feedloteros que figuran como productores ganaderos, es decir que no están reglamentados en su actividad.
El servicio de engorde a corral es muchas veces calificado también como un “servicio hotelero”, en tanto recibe animales de otros productores que los criaron a campo y ahora deben ser engordados previo a su paso hacia la faena. Es por eso que se tienen en cuenta manejos alimenticios y sanitarios, teniendo en este caso particular un médico veterinario disponible dentro del predio. En este caso, esa función la cumple Omar Colombatti.
-¿Por qué le dicen hotelería?
“Un poco hay que pensarlo como que nos alquilan una habitación, porque nosotros damos un servicio. Desde el momento inicial se aplica un plan sanitario, luego se le da de comer al animal y se lo cuida hasta que va a faena. Lo más importante es que coma bien todos los días y hacer un seguimiento diario para ver si algún animal tiene alguna patología. Acá hay que cuidar mucho la mortandad porque es pérdida”, explicó el feedlotero.
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-¿Quién usa el servicio de hotelería?
-En general son inversores vinculados al sector, ya sean frigoríficos, matarifes, intermediarios que tienen algo de dinero y utilizan como recurso de valor tener animales encerrados. En algunos casos concretos son productores que dan valor agregado a su producción. En este momento te estás encontrando con un montón de gente que no quiere desprenderse de las cabezas y, sabiendo que está jugando con la pérdida, lleva a engordar hacienda a algunos corrales.
-¿Y cómo se cobrá ese servicio de hotelería?
-Vos tenés un costo de hotelería por día, por animal. Después tenés un costo de la comida y un costo sanitario. Si después hay que aplicar algún tratamiento específico durante su estadía, se cobra aparte. Obviamente todo eso está reglamentado y notificado al productor en la tarifa.
-El productor tiene que tener una ganancia de peso en kilos de carne para pagar ese costo, sino no sería negocio.
-Las raciones dadas al animal son estimando una ganancia de peso diaria.
-¿Esa ganancia en carne es más de lo que lograrías a campo y a pasto?
-Y en menor tiempo. Pasan entre 90 y 120 días en los establecimientos.
-¿Y por qué no se lo deja en forma eterna?
-Eso obviamente depende de cada de cada cliente, pero fundamentalmente porque come más de lo que necesita. (Si se estira la estadía y la dieta con granos), se transforma todo lo que come en grasa y deja de producir músculo. Pasas a tener una ineficiencia de conversión y un castigo comercial en la venta.
Pero este panorama puede verse golpeado por situaciones externas como los precios o el clima. Eso puede reconocerse en ciertos indicadores que tiene este eslabón de la cadena, como el “vaciado” y el “llenado”.
-¿Qué significan esos términos?
-Hace referencia a la capacidad de los corrales, a lo ocioso y a lo lleno.
-¿Y con qué tiene que ver eso? ¿Con la dinámica del negocio ganadero, con si es conveniente engordar?
-Tiene que ver con la oferta y la demanda de terneros. Vos tenés un llenado de feedlot entre enero y febrero, cuando empieza la zafra, y de mayo a junio tenés un proceso de vaciado. Tiene que ver mucho también con el negocio. Ahora estás viendo un vaciado masivo de todos los corrales de engorde. ¿Por qué? Porque la perspectiva del negocio hoy es negativa.
-¿Es negativa para el dueño de las vacas y también para ustedes?
-Al igual que en cualquier hotel, un hotel vacío siempre tiene costos fijos. Vos tenés una estructura, personal que tenés que cuidar, que tiene que cobrar y que tiene que seguir trabajando.
-En la estructura de costos debe pesar mucho la alimentación.
-Están también los servicios, el mantenimiento, la maquinaria, las reparaciones, los sueldos. Todo eso tiene que congeniar en un costo fijo y competitivo, porque no somos la única empresa que brinda hotelería. Hay que lograr atraer clientes en un momento donde el negocio no es viable.
-La segunda variable de los ingresos en el valor de venta la carne, que es el precio al que el ganadero va a vender y a compensar esos costos.
-Exacto. ¿Qué pasa si el productor o inversor que ingresa acá no tiene rentabilidad? No me va a poder pagar en tiempo y forma y va a complicar la cadena de pago.
-Entonces el vaciado se produce cuando los ingresos no llegan a cubrir los costos.
-Exacto. Se toman decisiones individuales que están llevando en su conjunto a que en el mediano plazo, dentro de cuatro meses, veas falta de oferta del gordo.
En las condiciones actuales, una falta en la oferta de animales gordos para la faena no sería un escenario desconocido para los feedloteros de mayor experiencia. La familia Ormazabal ya experimentó algo similar entre 2008 y 2009.
“La foto actual me hace acordar mucho, aunque con otra forma de gobierno, a lo que pasó allá por el 2008. Tuvimos una sequía tan importante que se decía que un kilo de vaca valía lo que un par de zapatillas. Esa foto, que hoy tiene otro contexto porque la exportación está más incluida en el negocio del feedlot, podría llevarnos a un salto muy importante del precio del gordo de acá a cuatro meses”, consideró el gerente de ANAJOR.
-¿Qué balance hace la familia 17 años después de haber emprendido con este feedlot?
-Nosotros entramos en septiembre de 2005 y al poco tiempo Néstor puso un límite de faena. Teníamos animales que se nos iban a gordos y no los podíamos vender. Ahí pensamos, ¿en que nos metimos no? Después con la Cámara del Feedlot empezamos a trabajar en conjunto para poder sacar las compensaciones. Con el paso del tiempo te das cuenta de que es un negocio que te demanda mucho tiempo, mucho sacrificio, mucho tiempo de vida y la verdad que me gustaría que sea un poquito más normal. En este país es muy difícil hablar de normalidad, porque si no tenés un paro no te llegan los insumos o tenés un piquete en la ruta.
-Y en ese contexto, el feedlot como modelo ¿puede retroceder y abandonar la Argentina? ¿O ya no hay vuelta atrás?
-Te hago la pregunta al revés. ¿Puede el frigorífico que compra 1.500 animales por día empezar a comprar de repente animales de campo? Es mucho más complicado, más caro y aparte es más tiempo para producir. Y las hectáreas que gano la agricultura no se la va a devolver a la ganadería. Entonces entiendo que todo se tiene que reacomodar. El problema es que en este sector ya hace varios años que vamos perdiendo plata. Necesitamos tener rentabilidad porque si no es verdad va a haber un bache de oferta de gordo importante y eso se va a ver reflejado en el mostrador.
Ormazabal finalizó: “Creo que la actividad tiene una rentabilidad, pero la realidad es que nosotros no podemos precio de compra, de venta, no sabemos a qué valor vamos a producir durante los 90 a 120 días de encierre. Nos faltan reglas claras para poder jugar, porque la verdad es que nos están empujando a que los feedlots se vacíen y eso va a llevar a que falte oferta de gordos y el precio no tenga techo”.
Muy bien todo,pero de sombras para los pobres animales,ni hablar no,??????.