Alejandro Brown, que es biólogo y presidente de la Fundación ProYungas, se comunicó hace unas semanas con Bichos de Campo para contarnos que le había parecido muy adecuado el abordaje periodístico que hicimos en un programa dedicado a los pobladores y productores agropecuarios del delta entrerriano, quienes están realmente preocupados por el impacto que la discusión sobre la Ley de Humedales en el Congreso pudiera tener sobre sus actividades. Allí, de entrada, Brown nos confesó que lleva adelante un ambientalismo casi a contramano del que practican muchos otros ecologistas argentinos, porque él prefiere ver a los productores más como aliados de la conservación que como enemigos del medio ambiente.
Luego nos cruzamos con Brown durante la cobertura de una actividad organizada en el marco de la Exposición Rural de Palermo, donde varios representantes de entidades productivas se vieron las caras con integrantes de ONG ambientalistas para ver si era posible construir en el país lógicas de cooperación en materia ambiental, en reemplazo al acostumbrado antagonismo entre Greenpeace y otras agrupaciones en contra del sector agropecuario que desmonta, contamina o impulsa el monocultivo.
Fue así que surgió la siguiente idea: recorrer junto al fundador de ProYungas otro humedal muy importante que tiene la Argentina, el Bañado La Estrella que ocupa unas 500 mil hectáreas en Formosa, cerca del límite con Paraguay. Sería una inmejorable oportunidad no solo para conocer algunos pobladores de ese humedal sino también para interiorizarnos un poco más del pensamiento y la historia de este ambientalista que decidió ser socio del campo más que combatirlo.
Viajamos hasta Las Lomitas para encontrarnos con Brown, que venía desde Tucumán, y en la primera mañana de actividades, en la llamada “desembocadura” del bañado, nos contó de qué se trata esta maravilla natural que muchos argentinos desconocen y cómo se vincula con los habitantes del lugar. La Fundación ProYungas está realizando allí un activo trabajo con apoyo de la Unión Europea, para promover comunidades de pequeños ganaderos criollos y también a las comunidades originarias de Pilagá, Wichis y Qom.
Este fue el primer tramo de nuestra entrevista en cuotas:
-Alejandro, ¿qué es el Bañado La Estrella?
-Es uno de los humedales más grandes de Argentina después de Iberá. Está en la provincia de Formosa. Son más de 500.000 hectáreas y se forma por el agua del Pilcomayo, que es un río divagante, se mueve de un lugar para el otro. Es un río transfronterizo porque nace en Bolivia y luego transcurría entre Paraguay y Argentina. El tramo inferior está íntegramente en la provincia de Formosa y tiene también desvíos ocasionales hacia Paraguay.
-Nosotros ahora estamos a unos 100 kilómetros de la frontera y hasta acá llegan las aguas del Pilcomayo cuando desborda y arma este bañado.
-Exactamente. En Bolivia llueve mucho entre enero, febrero, marzo, y el agua termina llegando aquí con el pico en mayo. Ahora estamos en agosto ya con una cantidad de agua mermada. Por eso es un bañado, porque el agua llega y baña toda una zona enorme, que luego se va secando de a poquito hasta el año que viene. Y ahí interactúa con la población local. Hay un aprovechamiento productivo del bañado. Eso genera una situación muy particular para esta zona del Gran Chaco. Justamente en esta época que está el bañado retirándose, es el momento más seco en la región chaqueña. Como el agua acaba de inundar y está todo el suelo mojado, empieza a brotar las pasturas y ahí los ganaderos de la zona aprovechan en un momento muy crítico de punto de vista del forraje para meter su ganado en las áreas que el agua se va, va retirando.
-Ese tipo de ganadería entonces convive con la Naturaleza. Vos decís que estás de acuerdo de es convivencia. ¿Pero la actividad humana no altera, no modifica el entorno natural?
-Por supuesto, en toda actividad humana siempre hay algún impacto sobre la naturaleza. Eso es indudable, pero también hay muchos puntos positivos y esta actividad de alguna manera mantiene la cobertura forestal y eso implica mantener niveles de biodiversidad importantes. Lo que es la parte del bañado obviamente responde a una dinámica natural sobre la cual la actividad productiva, en este caso ganadera, tiene cero de influencia. Yo creo que el desafío es ese: ver cómo podemos poner en valor ciertos lugares por sus valores ambientales, pero también por sus valores productivos.
Ya veremos algunas de esas historias de convivencia en Bichos de Campo. Por lo pronto, Brown nos deja claro que “en Argentina hay un montón de ejemplos, y éste es uno bueno, de cómo las actividades humanas se vinculan con la preservación de estos espacios, de estos humedales”.
La segunda parte de este entrevista se produce en un nuevo entorno, muchos kilómetros más allá. Visitamos junto a Brown una localidad llamada El Quebracho, a orillas del Pilcomayo, a pocos kilómetros de la frontera con Paraguay, donde se produce cada año el desborde del río que luego formará el bañado La Estrella. Allí hablamos con representantes de pequeños ganaderos criollos, que nos cuentan con lujo de detalle como aprovechan la retirada de las aguas para echar algunos kilos más a sus enflaquecidos animales.
Aprovechamos para conocer un poco más del pensamiento de este ambientalista extraño, que decidió no pelearse con esos productores sino tratar de ayudarlos:
-Brown nos está mostrando el Bañado La Estrella. Empezamos por la salida y ahora estamos en la zona donde se arma el bañado. Ya hemos aprendido que es bastante cambiante todo. ¿Cuál es la relevancia de esta zona para vos?
-Los humedales, es un poco ya como vox populi, son como un ambiente importante por una cantidad de servicios ambientales, etcétera. El Bañado La Estrella es uno de los grandes humedales de la Argentina. Estamos hablando de más de 500.000 hectáreas que se inundan, pero de las que después el agua paulatinamente se va yendo y se va secando. Ahora estamos justo en el pico de la época seca y es el momento que los productores ganaderos aprovechan para meter el ganado en estos suelos que han tenido humedad y entonces está empezando a tener pasturas muy ricas. Me da la impresión que el bañado es un muy buen ejemplo de cómo la naturaleza puede articular con las actividades productivas o las acciones productivas, articular con la naturaleza.
-¿Entonces por definición el productor no siempre es enemigo de la naturaleza?
No, obvio. Particularmente en el caso de este bañado, lo que me fascina es como naturaleza y producción se van intercalando a lo largo del año.
-Ustedes navegaron el bañado en su pico de creciente. ¿Cómo vieron la naturaleza en ese momento?
-Lo hicimos en dos tramos. En el año 18 desde el punto tripartito entre Bolivia, Paraguay y Argentina por el río Pilcomayo, hasta aquí, hasta El Quebracho. Pero después, al año siguiente, en 2019, hicimos desde El Quebracho hasta Fortín Soledad, cerca de Las Lomitas. Fueron 11 días que nosotros transcurrimos por el Bañado y ahí es donde uno ve la naturaleza en plenitud, la tremenda diversidad de aves, todo tremendamente salvaje. Pero cuando el agua se va y cuando el bañado empieza a secarse, entra los ganaderos con sus vacas para aprovechar las pasturas de ese suelo húmedo.
-¿Y cómo se llevan estos dos actores?
-Obviamente es una relación dinámica. Es cierto que la que lo maneja el agua, es decir, el pulso, el gran pulso ecológico en el bañado es la inundación. Pero ese proceso dinámico empieza a ser agresivo cuando los humanos le queremos poner una impronta estática. Porque siempre, tradicionalmente, las comunidades en toda esta zona han ido acompañando esta dinámica del agua. Y cuando el agua viene se corren, cuando el agua se va, vuelven.
Brown nos cuenta que ProYungas viene trabajando en la valoración productiva de este bañado con muy buenos resultados. “Fijate vos que un sitio que tiene un nivel de producción importante fue declarado una de las siete maravillas naturales de Argentina”, celebra.
-Uno diría que esto es una paradoja. ¿Cómo puede ser? Si no puede haber productores dentro de una de las siete maravillas naturales…
-Bueno, a mi me encanta que haya productores y nosotros estimulamos a que siga habiendo productores, porque la verdad que el futuro de la conservación de la naturaleza va a depender de qué tan sabios o astutos seamos, o de que también planifiquemos el uso del territorio para poder coexistir más y mejor con la naturaleza. Yo creo que ese es el desafío. Y la Argentina es un país que lo puede hacer plenamente. Es un país que tiene mucha naturaleza, pues dos terceras partes de nuestro país es naturaleza. Entonces ahí está el gran desafío de los argentinos y por eso te propuse esta idea. Venir acá es una muestra pequeña, de los intereses de esta población en salir adelante, de educar a sus hijos, de tener más servicio, internet, electricidad.. En estos sitios ha sido todo un logro tener eso y lo tienen porque producen, porque se esfuerzan y lo hacen conservando la naturaleza también. Tan simple como eso.
-¿Qué opina la Fundación Pro Yungas respecto de los debates sobre la Ley de Humedales que hay en el Congreso y que proponen dejar estático todo?
-Lo primero es que en eso estamos de acuerdo, que los humedales son importantes y que hay que conservarlos. Pero lo que también pensamos es que eso hay que hacerlo en alianza con las actividades productivas. No necesitamos excluir a las actividades productivas para conservar los humedales. Es más, yo digo y suena raro, que la naturaleza necesita de más y mejor producción, porque en la medida que tengamos más y mejor producción vamos a tener más capacidades, más tecnología, más recursos económicos y también nos permite mirar el mundo y darnos cuenta que proteger la naturaleza es algo que los mercados valoran. No solamente lo necesitamos nosotros, sino que también el mercado está exigiendo. Los productores lo saben y entonces ese es el desafío que podemos alcanzar plenamente en nuestro país,
Luego de la visita a El Quebracho, nos toma muchas horas cruzar la zona del Chaco Salteño, donde el agua es un bien muy escaso y lo que sobra es polvo. Llegamos a la zona de Las Yungas, que también debe buena parte de su fama y atractivo a la tarea laboriosa de Brown y a su capacidad de tejar acuerdos con el sector productivo.
El mismo nos los explica en el tercer tramo de esta entrevista. Nos paremos delante de un cañaveral de la empresa azucarera Ledesma, ya en la provincia de Jujuy. Detrás están las áreas protegidas que esta compañía cedió y más atrás, oculto por la bruma, los cerros que albergan el incunable Parque Nacional Calilegua:
-¿Por qué es tan importante ese cerro que está detrás Alejandro?
-Es emblemático para la región. Es el cerro Calilegua, la parte más alta de lo que es hoy el parque nacional Calilegua. Lo que me encanta de esta vista es la conjunción, en este caso, de una actividad productiva como la caña de azúcar y la naturaleza, las montañas atrás. Esa mirada de paisaje es -creo- la mirada que tenemos que tener para pensar como vincular producción y naturaleza.
-¿Y por qué te gusta la conjunción entre producción y naturaleza? Esto es lo que te hace singular para Bicho de Campo, que seas un ambientalista que no agrede a los productores. En general el ambientalismo lo hace.
-En realidad la naturaleza necesita de los productores. Hoy, como están las cosas, el futuro de la naturaleza depende de lo que terminen haciendo los productores. Entonces yo veo que que los productores son aliados en la conservación de la naturaleza. No me puedo imaginar la preservación de la naturaleza sin un activo involucramiento y compromiso por parte de los productores.
-¿Y así fue que decidiste tomar distancia de la línea que impera en el ambientalismo argentino, que es agredir al campo o tratar de congelar los paisajes y los ambientes?
-Yo obviamente vengo del mundo de la investigación, del mundo técnico. Soy biólogo, soy doctor en Ciencias Naturales, he sido muchos años investigador del Conicet y profesor universitario. Lo que he visto durante muchos años, en el cual trabajé en áreas donde había conjunción entre actividades productivas y naturaleza, pero estudiando la naturaleza, es que evidentemente el futuro de la naturaleza iba a depender de cómo podíamos armonizar con las actividades productivas. Yo no reniego del mundo ambiental para nada. Yo creo que el ambientalismo ha sido muy importante en el mundo y en la Argentina para llevar mucho conocimiento sobre la naturaleza a la sociedad, pero claramente que no es el sector, el ambientalismo, el que va a traer la solución. El ambientalismo es bueno para marcar problemas, para plantear escenarios, etcétera. Pero la solución viene por parte del sector productivo, que es el que está en el terreno y que tiene las propiedades, sobre todo en un país como Argentina, donde el grueso del territorio es privado. Es un actor fundamental y la verdad que no pensar en el sector productivo cuando pensamos en preservación de la naturaleza es realmente mirar para otro lado. Es un gran error.
Brown nos contó que ProYungas nació a fines de los 90, cuando sucedió un conflicto en torno a la construcción de un gasoducto que atravesaba la selva de la cual él era especialista. Como lo consultaban de uno y otro lado, decidió tratar de mediar y logró que la empresa constructora cediera más de 20 mil hectáreas para conformar dos reservas naturales a cambio de los permisos para desmontar finalmente las 70 hectáreas que ocuparía el trazado del gasoducto. En contraste, Greenpeace en ese momento salió fuerte con la consigna “Están destruyendo las Yungas”.
“Entonces fijate vos lo que se puede lograr a partir de conducir un conflicto, tratando de buscar la forma de que todos ganen. Y claramente creo que en este caso todos ganamos”, resume. Las Yungas fue declarada Reserva de Biósfera por las provincias de Salta Y Jujuy. Más de 1,3 millones de hectáreas comenzaron a tener una consideración social muy diferente.
-Ahora estamos parados en un cañaveral que corresponde a la empresa Ledesma, que es la principal productora de azúcar, papel y derivados de la caña de azúcar que hay en el país, que es otro caso exitoso esto de tratar de conciliar y acercar posiciones. ¿Cómo fue ese caso?
-Después de la experiencia con el gasoducto Norandino, vinieron varios conflictos. En un momento esta empresa Ledesma quiso ampliar la superficie de caña de azúcar en 1.000 hectáreas y Greenpeace generó también una instancia potencial de conflicto. Ahí nosotros propusimos la idea de hacer un plan de ordenamiento territorial, para en conjunto con la empresa definir cuáles eran las áreas de menor valor relativo ambiental para expandir los cultivos y las de mayor valor relativo para no tocarlas. Esto fue previo a la Ley de Bosques. Fue el primer plan de ordenamiento que una empresa hizo en la Argentina y generó muchos de los lineamientos que después se transformaron en lo que es actualmente la Ley de Bosques, que se aplica sobre más de 30 millones de hectáreas. Todas estas cosas que estamos charlando son las que me fueron generando esta idea de que hay que trabajar con el sector productivo, porque es la forma en que podemos escalar las soluciones, que es el gran dilema del sector ambiental. Accionar a la escala de los problemas solamente lo podemos hacer con el sector productivo.
-¿Y cómo fue el arreglo finalmente con Ledesma?
-Ledesma originalmente quería desmontar 1.000 hectáreas. Después de hacer el Plan de Ordenamiento se identificaron en conjunto 3.000 hectáreas que son las que luego fueron habilitadas para expansión de la caña de azúcar. Pero nel ingeniero se comprometió a la preservación de más de 100.000 hectáreas de selva. Así que ahí también visualizamos algo que no se habla mucho todavía en la Argentina, que hay un vínculo importante entre las actividades productivas y la preservación de los entornos ambientales donde estas actividades productivas se desarrollan. Es decir, hay recursos económicos, hay generación de empleo, hay gobernanza local, etcétera, lo que permite la conservación del ambiente. Y ahí es donde nos surgió la otra idea, que es este nuevo concepto de Paisaje Productivo Protegido.
-¿Qué es?
-Es un programa de ProYungas que busca vincular activamente la actividad productiva con la protección del entorno ambiental y que hoy ya tenemos más de 2 millones de hectáreas dentro de ese programa. El programa tiene cinco líneas de acción que tienen que ver con la planificación territorial, con las buenas prácticas, con el monitoreo socio ambiental, con la comunicación tanto hacia afuera como hacia adentro de las empresas y con la generación de alianzas, porque las empresas están inmersas en territorios donde hay muchos otros sectores y es importante visualizar también cuáles son los intereses y las oportunidades comunes.
-Te hemos escuchado decir que no partimos de un escenario negativo, de un escenario donde la naturaleza en la Argentina está destruida y hay que reconstruirla. Vos decís que partimos de un escenario bastante positivo que nos permite pensar con mayor tranquilidad la cuestión ambiental.
-La verdad que a veces, en la Argentina nos invaden con todas estas noticias negativas que van contribuyendo a generar la dificultad de imaginarse un futuro que vale la pena ser vivido, sobre todo para la gente joven. Y me parece que ahí tenemos una responsabilidad tremenda. Creo que es nuestra responsabilidad generar en la sociedad una mirada más positiva sobre dónde está parada la Argentina por lo menos en los temas ambientales. Argentina es un país que tiene casi dos terceras partes de su territorio en estado silvestre, y que tiene más de 40 millones de hectáreas en áreas protegidas, en parques nacionales y en parque provinciales, y en las propias reservas de los sectores privados.
-¿Y esas 40 millones de hectáreas protegidas son suficientes o hay que hacer más?
-Es difícil saber cuál es la medida adecuada de conservación. Creo que todavía nos falta mucha información para para tener la justa dimensión de esto. Pero si uno mira el escenario internacional, está el Convenio de Diversidad Biológica, que Argentina ha firmado, que dice que hay que proteger al menos del 17% de las distintas regiones. Ahora más actualmente la Unión Europea, que de alguna manera se ha puesto al hombro la problemática ambiental, habla del 30 por 30, es decir llegar a proteger el 30% de los territorios para el 2030. Esa es una meta súper ambiciosa que en Europa pareciera que la están llevando adelante y la verdad que la Argentina la puede alcanzar, incluso con el esquema que tenemos actualmente, pero con una participación activa del sector privado productivo. Tranquilamente podríamos llegar a esos valores más ambiciosos, con un esfuerzo bastante moderado, y eso permitiría, entre otras cosas que Argentina se pueda mostrar el mundo como un líder en sustentabilidad en temas de producción de alimentos y fibra, que creo que eso sería muy bueno para la Argentina. Pensando en los escenarios futuros y en la necesidad de incrementar las divisas, generar empleo, sacar a más de la mitad de la población de la pobreza.
-¿Es decir que la cuestión ambiental puede llegar a ser un arma para el desarrollo y el progreso?
-Sin duda. Yo creo que hay que incrementar la producción y proteger la naturaleza. Son dos objetivos que van juntos y que conviven y que son la garantía de no solamente de la sustentabilidad de nuestras actividades productivas sino también de cómo Argentina puede ser visualizada en el mundo. Yo creo que el sentido de Argentina en esta alianza entre lo productivo y lo ambiental, tiene un aporte de oportunidad tremenda que todavía no hemos sabido visualizar en nuestro país.
La cuarta y última parte de la entrevista con Brown sucede a orillas del río San Francisco, que es el más importante de Jujuy y que luego deriva sus aguas hacia el Bermejo. El ambientalista está ansioso por mostrarnos este paisaje porque será el Primer Paisaje Protegido Fluvial que existirá en la Argentina. Es su nueva obsesión y aprendizaje: hay que visibilizar los ríos.
“Los ríos fueron súper importante en la historia de la Argentina, pero es como que están un poco olvidados, ¿no? De hecho, hay muy pocos esfuerzos concretos de preservación del río como un ecosistema. Nosotros pensamos es el río como un área protegida, pública o privada, donde se articula la conservación de la naturaleza, pero también las otros usos que tiene el río. Para riego, agua para bebida, pesca, muchas veces también áridos para construcción, etcétera Todo eso puede coexistir con una buena gestión, puede coexistir con una calidad ambiental del río, pero para eso primero hay que hacerlos visibles”, nos dice Brown.
-Ahora, es bien distinto a un campo donde quizás el productor tiene un bosquecito y dice lo voy a preservar, es mi propiedad y yo hago con ella lo que se me antoje. El río es algo colectivo, es un bien público, con lo cual tenés que interactuar con un montón de gente para decidir cuidarlo.
-Claro. En el caso del río San Francisco en particular, nosotros hablamos de un esfuerzo público privado, porque el río en sí mismo es de dominio público. Pero a su vez tenés empresas que usan el río para distintas funciones, pero también tenés comunidades, guaraní, por ejemplo, que utilizan el río para la pesca. Y también hay muchos municipios que usa el río para recreación.
-Del 1 a 10, si tuvieras que poner un puntaje, cosa que no te debe gustar… ¿Qué tan cuidados están esos ríos que nadie ve en general?
-Bueno, hay de todo. Lo que está claro es que no hay una planificación en el uso de los ríos. Es bastante caótico, pero en el norte de Argentina todavía los ríos tienen una impronta natural y un vínculo con la biodiversidad muy fuerte. El río Bermejo, por ejemplo, lo considero el principal río de todo el norte de Argentina, no solo por el valor del río y por el valor de los humedales que el propio río alimenta. Es una cinta de vida que cruza la región chaqueña.