El 24 de abril de 1925 inició en Buenos Aires una de las cabalgatas más famosas de la historia. Guiados por el suizo Aimé Tschiffel, dos caballos criollos –Gato y Mancha- recorrieron los 21.500 kilómetros que separan a las ciudades de Buenos Aires y Nueva York. El viaje demoró más de tres años y obtuvieron el récord mundial de distancia y altura en el paso El Cóndor, entre Chaliapata y Potosí, en Bolivia.
Ese relato, que recorrió todo el globo, llegó a los oídos del bonaerense Antonio Grande cuando era adolescente y se convirtió en una fantasía recurrente con el paso de los años. Pero no fue si no hasta sus 61 años, ya devenido padre de familia, ingeniero agrónomo y productor agropecuario, que logró organizar una travesía similar –aunque a menor escala- y completarla con éxito.
Sus compañeros de ruta terminaron siendo sus hijos -Martina de 25, Bautista de 22 y Venancio de 16- y un amigo de su misma edad. El 7 de abril partieron desde su estancia “Santa Teresita” en Marcos Paz, provincia de Buenos Aires, y comenzaron una cabalgata que se extendió por 9 días, y que tuvo como destino final la localidad de Roberts, donde se encuentra otro campo familiar llamado “María Carmen”.
“Yo siempre tuve la idea de hacer algo así, pero me quedó trabada. En la práctica es muy difícil encontrar el momento y los acompañantes para hacerlo. Para mí sorpresa y alegría fueron mis hijos los que me empezaron a motivar para hacerlo. Primero dijimos de hacerlo en primavera, luego en verano y terminamos haciéndolo en otoño”, contó a Bichos de Campo Antonio Grand.
La primera intensión fue llevar los elementos para el viaje (mochilas, carpas, comida) en el lomo de los caballos, al estilo de los cargueros. Esto resultó ser imposible y el plan se modificó ni bien inició la travesía.
“Fue impracticable por mi ignorancia evidentemente. Había muchas cosas para llevar y el caballo tiene que estar entrenado para ser carguero. No es que vos agarras un caballo de andar, le pones las cosas arriba y se comporta como tal. Por otro lado con un carguero tenés que hacer todo el tranco, no podés ir al trote o al galope. Si un día salís más tarde no te dan los tiempos”, confesó el productor.
Fue así que terminaron pidiéndole ayuda a un peón de la estancia, que llevó sus pertenencias en una camioneta, con quien se encontraron en distintos puntos pactados de la recorrida.
La ruta seguida fue definida por Grand varios meses antes de la salida, previendo un promedio de velocidad de 7 kilómetros por hora y paradas cada 40 kilómetros, para que los caballos pudieran descansar.
“Cuarenta kilómetros no es un paseo, es exigente, pero los caballos lo pudieron hacer bien. En todos los lugares que visitamos conseguimos donde parar. Siempre es incomodo pedirle a un desconocido alojamiento para cinco personas, por eso siempre preguntábamos por los caballos. Lo que hicimos fue pedir corrales con un poco de pasto y agua para la noche”, señaló Grand.
Aún así, gracias a que la historia fue recorriendo las distintas localidades que visitaron, el grupo siempre consiguió un campo prestado donde pasar la noche. Algunos de los puntos que tocaron en el mapa fueron Navarro, Villa Moll, Moquehuá, Achupallas, Palantelén, Asamblea, Comodoro Py, El Tejar, Ramón Neild, Quiroga, Martínez de Hoz y Las Toscas.
“Lo más resaltable y emocionante de la cabalgata fueron dos cosas. Una el estar con mis hijos 9 días compartiendo 24 horas diarias. Fue muy lindo para mí y para mis hijos. En todo momento estuvieron de muy buena gana. No hubo un solo día en que preguntaran cuánto falta. Se entretuvieron, gustó. La otra cosa fue el recibimiento de la gente, nos pasaron cosas insólitas”, recordó Grand.
Una de ellas fue la invitación que recibieron de un chacarero cerca de Chivilcoy, quien los dejó quedarse un día en su casa mientras él no estaba, y abastecerse de toda la comida disponible allí.
“Se notaba que no vivía ahí pero tenía la heladera llena. Insistió en que usáramos todo lo que quisiéramos. Consumimos algo de yerba, jamón, y le usamos la parrilla y la leña. Al día siguiente, al irnos, le dejé una carta y 3000 pesos abrochados a la puerta para pagarle lo que le gastamos”, afirmó el productor.
-¿Hubo algún momento difícil en esta travesía?- le preguntamos a Grand.
-Nosotros salimos con ocho caballos. El que usaba mi hija es de muy lindo andar pero no es de uso diario, y al llegar a Navarro debimos cambiarlo porque estaba muy cansado. Le di otro que es relativamente recién domado, y cuando salieron dos perros a ladrarnos se asustó y tiró a Martina al suelo. Quedó muy dolorida de una pierna y pensamos que la cabalgata se terminaba en Navarro. Le fuimos a sacar una radiografía por las dudas porque le dolía mucho. Pero aun cuando estaba yendo en ambulancia ella me dijo que quería seguir.
-¿Qué fue el objetivo de este viaje para usted?
-Tratamos de darle un significado de agradecimiento a todo pero no sé cuál era el objetivo. Queríamos compartir diez días a caballo con mis hijos, haciendo algo fuera de serie y épico. Fue cumplir un sueño de mi juventud, y fue muy emocionando ver a toda la familia y amigos recibirnos en la entrada de la estancia en Roberts.