El arranque de la gestión de Javier Milei fue a pura devaluación. Luego se pasó a un período de reducción de la inflación y estancamiento del valor del dólar. Esta tranquilidad es festejada por los actores económicos, pues resulta imposible proyectar nada cuando uno sólo sabe que la inflación será cada vez más alta y no se conoce su techo.
Desde su campaña electoral, el presidente dijo que la inflación era el peor de los impuestos y que iba a combatirla. Si bien sigue siendo alta respecto de la que hay en países vecinos y a nivel mundial, logró reducirla de forma notable.
Pero con eso no alcanza, y en el sector cárnico comienzan a escucharse voces de alerta, con varios analistas que vienen marcando un achique de la rentabilidad. Hay dirigentes gremiales que manifestaron su temor a que se reviva la década de los 90 y que los productores de menor tamaño y escala queden fuera del sistema.
En esa línea se expresó la ganadera y analista del Rosgan María Julia Aiassa, quien dijo que “urgen medidas estructurales que den paso a una fase de crecimiento del sector”. En su informe semanal, enumeró cuáles deberían ser las correcciones.
“El sector productivo en su conjunto aún sufre una muy fuerte presión de costos que erosiona cada vez más los márgenes del negocio, al tiempo que reduce competitividad. En este sentido, una de las grandes materias pendientes que se le demanda a la actual gestión es la dilación de las anunciadas reformas laborales y tributarias, tendientes a descomprimir la actual presión que pesa sobre las empresas, en especial sobre las Pymes, componente vital del sector agropecuario argentino”.
Los precios de la ganadería son buenos medidos en pesos y sobre todo en dólares. El ternero de invernada, por caso, vale 3 dólares el kilo vivo, algo nunca visto. Pero tener un alto precio por la mercadería no es sinónimo de rentabilidad.
Los buenos valores en dólares son consecuencia del atraso cambiario que también impacta en los costos.
Así lo indicó Aiassa: “Otro de los grandes componentes de la suba relativa de costos es el atraso cambiario. Sucede que, en estos doce meses de gestión, el dólar exportador se apreció poco más de un 20%, mientras que la inflación en pesos, aunque estabilizándose, fue del 166% interanual. Esto conduce a una revaloración creciente del peso y a la consecuente pérdida de competitividad de las agro-exportaciones”.
En cuanto a la actividad en los frigoríficos, la analista señaló que “se enciende una luz de alerta no menor” tanto en los exportadores como en los consumeros.
Con respecto al mercado interno indicó; “La demanda local sigue muy cauta. En efecto, la reciente suba del 10% a 15% en el precio de la hacienda gorda no se está pudiendo trasladar a los mostradores, lo que conduce a una reducción de márgenes tanto para matarifes como para abastecedores y carniceros”.
“El frigorífico exportador tampoco logra encontrar una válvula de escape para descomprimir la actual situación. Costos operativos crecientes por suba de tarifas y salarios frente a un dólar retrasado, sumado a las retenciones que aun pesan sobre la exportación, configuran un combo sumamente ajustado que tampoco deja margen para absorber esta incipiente recomposición de la hacienda”, añadió.
Por ese atraso del valor del dólar, el novillo les cuesta 4,50 dólares por kilo vivo mientras que en los países vecinos su precios es mucho menor. En Uruguay vale 4 dólares, en Brasil 3,50 y en Paraguay 3,30.
“Queda claro que la competitividad de la industria exportadora, concebida como motor fundamental del resto de la cadena, demanda ineludiblemente reformas estructurales orientadas a una mayor desregulación y reducción de costos que permitan mejorar la competitividad, no tanto por política cambiaria, sino por eficiencia operativa”, dijo la especialista.
Luego agregó que además el sector ganadero requiere también de medidas para “salir definitivamente de este virtual estancamiento en el que ha estado transitando las últimas décadas, en términos de producción”.