La familia Simcic tiene su origen en la ciudad bonaerense de San Andrés de Giles. Miguel Ángel y su esposa, María Celia “Moira” Furey, siendo docentes, migraron a vivir a la Patagonia en 1985, para seguir dando clases, él de educación física y ella de inglés y de primaria en El Maitén, provincia de Chubut.
Concretaron esa migración gracias a un incentivo por el que les daban una vivienda a quienes se fueran a vivir y trabajar allí. Porque ellos son gente de modestos ingresos que siempre han tenido que luchar para progresar con los años, y la vida les dio un golpe de suerte. En el sur tuvieron 3 hijos, Pedro, Catalina y Francisco.
Otra ayuda “les cayó del cielo”. En marzo de 1996 ganaron una casa en un sorteo que se hizo en Giles. La vendieron y con el dinero, se compraron una chacra de una hectárea y media en El Hoyo, “la capital de la Fruta Fina”. Está en Chubut, a 55 kilómetros de El Maitén, en la llamada Comarca Andina, una microregión de ambos lados del paralelo 42, que oficia de límite interprovincial entre Chubut y Río Negro.
La zona incluye, además de El Hoyo, a El Bolsón, Lago Puelo y Epuyén, y se destaca por su inmensa belleza, muy explotada para el turismo nacional e internacional, con lagos, cerros, pasos y valles fértiles muy aptos para diversos cultivos que se caracterizan por practicar la agroecología, debido a la sanidad de sus suelos y aguas cordilleranas.
Allí comenzó su historia agrícola, levantando su casa poco a poco con los ingresos que les daba la docencia. Empezaron a trabajar la tierra con ánimo de autoabastecerse y plantaron una multitud de árboles frutales, de manzanas, membrillos, guindas, cerezas, duraznos, peras y hasta nogales. Hicieron una huerta orgánica donde plantaron frambuesas y hoy cultivan zapallos, tomates, remolachas, zucchinis, choclos, papas coloradas y demás. Sumaron algo de granja: unas 25 gallinas, 2 chanchas y 6 ovejas. Con el tiempo, Miguel Ángel, pudo comprarse un motocultivador y hasta hoy se ocupa del trabajo de campo. Con el tiempo nació su cuarta hija, Elena.
Miguel Ángel Simcic, de ascendencia croata, reconoce que su pasión por trabajar la tierra le debe venir de su abuelo, que siempre tuvo quinta. “Moira” viene de chacareros irlandeses que se afincaron en Giles. La criaron hablando inglés y recuerda que hacían dulce de leche casero. Hasta hoy es quien se ocupa de pelar las habas y de elaborar mermeladas.
Miguel comenzó hace unos 15 años, con un emprendimiento turístico de excursiones, al que llamó “Puerto Patriada Kayak”, en kayaks “de travesía” que son de fibra de vidrio y de 5 a 6 metros de largo, con timón.
Enviaron a sus cuatro hijos a estudiar a la escuela agrotécnica 717 Cerro Radal, ubicada entre El Hoyo y Lago Puelo. Los chicos fueron creciendo y, además de ayudar a sus padres en la huerta, en la elaboración de dulces, comenzaron también a acompañar a Miguel con sus paseos por el maravilloso Lago Epuyén.
Luego Pedro se fue a estudiar la carrera de Guía de Montaña, en Mendoza, y mientras tanto trabajó de “porteador” en los ascensos al Aconcagua para costearse sus estudios. Es el que ayuda a llevar las cargas a los turistas, la carpa, su comida. Luego lo siguió Francisco y allí estudió para Guardaparque, la “Tecnicatura Superior en Conservación de la Naturaleza”. Pero los veranos, mientras Pedro ascendía al Aconcagua, él se volvía a ayudar a su padre en la huerta y los kayaks, y luego, se fue a estudiar educación física a Córdoba, como su padre. Allí conoció a una chica de Río Gallegos, con la que se fue a vivir a El Bolsón y allí da clases en un gimnasio y en una escuela.
Pero lo que más le tira es el trabajo rural con su padre -que hace todos los días que puede- y la actividad turística en contacto con la naturaleza, ayudando a su hermano Pedro en las excursiones, porque éste se hizo cargo de las travesías en kayak. Han llegado a llevar hasta 21 personas en una excursión.
Hasta hoy es muy lindo ver cómo los dos hermanos, en los veranos, les cocinan a los turistas unos bifes al disco de arado, les preparan ensaladas o sánguches con las verduras orgánicas de su huerta, y les arman mateadas, acompañadas con los panes caseros y las mermeladas que prepara su madre, con tanto amor.
Pero como esa actividad es sólo en las temporadas de vacaciones, comenzaron a preguntarse qué otra actividad emprender durante los largos inviernos. Resulta que ellos compraban una harina orgánica para hacer el pan, a Don Horacio Drago, que tenía un molino eléctrico, de piedra, y estaba construyendo otro más grande. Este buen hombre, molía el trigo que le compraba a dos productores orgánicos de El Bolsón.
Un día los Simcic empezaron a escucharle decir que iba a cerrar su emprendimiento porque estaba cansado, y decidieron comprarle todo, los dos molinos, con su marca registrada, “Harinas Del Sol”, con el slogan “100% integral y orgánica, de la comarca”, y su cartera de clientes.
Miguel Ángel se puso a terminar de construir el segundo molino, y la unidad familia comenzó a comprar el trigo orgánico a la gente de la reconocida empresa Humus, de El Bolsón, a molerlo y envasar la harina en paquetes de 1, 4, 8 y 15 kilos.
Los círculos siempre se van cerrando. Y como les quedaba poco margen de ganancia con el emprendimiento molinero, pensaron que lo ideal sería producir su propio trigo. De pronto, hace dos años, “Moira” recibió en herencia una parcela de tierra en Giles, que con Miguel decidieron vender, y comprarse 7 hectáreas más de campo en el paraje El Pedregoso, a 10 kilómetros de El Hoyo, sobre la Ruta 40. Además, aprovecharon para comprar un tractor de 55 HP. Miguel es quien se ocupa del mantenimiento de toda la maquinaria, gracias a que estudió en una escuela técnica, en Luján.
Ahora, las cuentas empezaron a cerrar mejor, cultivando su propio trigo, de variedad “colorado”-compraron las semillas a Humus- y “trigo pan”, variedad del INTA. Compraron una sembradora y después una cosechadora. Fertilizan, sólo con guano de aves. Pedro se ocupa de la siembra y cosecha del campo, pero Miguel y Francisco lo ayudan.
Todos cosechan las frambuesas de la huerta, porque lleva muchas horas de dedicación. Hoy, venden, congeladas, parte de lo producido. En la primera cosecha tenían una expectativa de sacar 6000 kilos de trigo, pero sólo obtuvieron 3000, a causa de la sequía y por la falta de experiencia. Están pensando aprovechar el agua de un canal que pasa al costado del campo, poniendo una bomba. Compraron un silo de 10 toneladas y salieron a comprarle trigo a otro productor ubicado en El Hoyo – que también había sembrado por primera vez- para reunir un total de 7 toneladas. En agosto, piensan hacer su segunda siembra.
Pedro se fue a trabajar de tractorista a una cosecha en Alemania y con sus ahorros, hace dos años, levantó en la chacra familiar un hostal con 4 habitaciones, para 14 personas, en total. Hoy Francisco se ocupa de los molinos, del envasado y de la comercialización. Venden su harina a particulares, a locales de El Bolsón, Lago Puelo, Comodoro Rivadavia, y han logrado empezar a colocar en Bariloche.
Gracias a la red de comercialización agroecológica de la UTT pueden estar presentes en sus locales de Buenos Aires. Producen dos tipos de harina: dos ceros y tres ceros. Promocionan la doble cero, porque conserva más fibras, vitaminas y proteínas que las más refinadas. Francisco cuenta que su madre hace panes y pizzas mezclando ambas harinas, pero que él amasa sólo con la doble cero, y le quedan riquísimas.
Pedro aún vive con sus padres y atiende su hostal. Papá Miguel y “Moira” se han jubilado de la docencia hace 6 años y ahora se dedican de lleno al emprendimiento familiar. Francisco está pensando en dejar su trabajo en el gimnasio y quedar con más tiempo para dedicarse a vender zapallo, papa, choclo, tomate, etc., además de las harinas.
Ambos hermanos son socios en diferentes porcentajes, tanto con los kayaks, como con las harinas, pero al final, todos meten mano en todo, incluido Miguel.
Ahora están mejorando el diseño y calidad de las etiquetas. Este año han alquilado una hectárea para aumentar su producción de trigo. Su filosofía es que los productos orgánicos no deben ser muy caros, para que lleguen a las mayorías, “porque todos deberían comer sano”, dicen.
Esta unida y emprendedora familia, tiene un gran potencial de trabajo y crecimiento por delante. Ojalá que las políticas estatales les sean favorables.
Los Simcic nos dedicaron la canción “Torrecillas”, de y por Daniel “Chupilca” Ledesma.
Buen día, fué muy emotivo leer la nota de la familia Simcic ya que, estoy de algun modo, vinculado al proyecto *Harinas del Sol*
No conocía vuestro sitio y veo que contiene historias muy interesantes.
Muchas gracias y felicitaciones