Un estudio de la UBA señaló que el sistema científico nacional investiga temas diferentes a los que demanda el agro. Mientras que en los cuatro cultivos más importantes se investigó rendimiento, genética y calidad de grano, los productores demandaron, sobre todo, información sobre control de adversidades.
Esta asimetría fue revelada por una nota de la propia Facultad de Agronomía de la UBA (Fauba), en su sitio de divulgación Sobre la Tierra. Un estudio caracterizó, para las últimas dos décadas, la investigación científica vinculada al agro y analizó cómo acompañó la producción de los principales cultivos de granos. Los resultados mostraron que la ciencia abordó temas distintos a los que demandan los productores. La conclusión es que “sería necesaria una mayor coordinación entre ambos sectores”.
“La producción agropecuaria siempre se nutrió de los avances de la ciencia. Por eso analicé las características del sistema científico y tecnológico agropecuario nacional, y observé su vínculo con la producción de trigo, maíz, soja y girasol. Por un lado, relevé los temas que las ciencias agrarias más investigaron, y por el otro, los temas que los productores más pidieron. Luego, los contrasté para ver si coincidían”, explicó Diego Rotili en el marco de su tesis de maestría en Agronegocios en la Escuela para Graduados ‘Ing. Agr. Alberto Soriano’.
Rotili señaló que mientras que la ciencia investigó mayormente el rendimiento, la genética y la calidad industrial de los cultivos, un sector de los productores del agro requirió información vinculada al control de adversidades como plagas, malezas y enfermedades, y a la fertilización de los cultivos. El trabajo de Diego está publicado en la revista de divulgación científica Ciencia Hoy.
Para estudiar qué piden los asesores y los productores, Rotili examinó más de 15 mil consultas realizadas en el sitio Agroconsultas Online entre 2011 y 2019. A partir de la información indicó que el control de malezas, plagas y de enfermedades dominó el pedido de asesoramiento en los cuatro cultivos. En soja y en girasol representó alrededor del 80%; en maíz, el 62% y en trigo, el 57%. En los tres primeros se consultó más por el control de malezas, y en trigo, por el control de enfermedades.
“Hay una demanda de los productores agropecuarios que sería muy bueno satisfacer. A futuro, lo ideal es tratar de generar espacios en los que los productores y los investigadores se junten e interactúen más y mejor. Responder a las inquietudes de los asesores y productores sería uno de los impactos positivos de la investigación científica argentina”, reflexionó Rotili, quien es docente de la cátedra de Cerealicultura de la FAUBA, y añadió que hay muchas aristas más para examinar.
“Como parte de mi trabajo, medí el impacto del sistema científico en temas agropecuarios, y lo hice en términos de publicaciones en revistas del área”, explicó Rotili, y agregó que tal impacto se relaciona con la cantidad y la calidad de los trabajos publicados. Diego resaltó que el mayor número de publicaciones se dio en trigo, maíz, soja y girasol, los más producidos en el país. En cuanto a los temas que más se abordaron en los trabajos científicos, el docente apuntó que, si bien variaron en función de cada cultivo, en general, el tópico más frecuente fue la genética vinculada a la determinación de los rendimientos.
En otro aspecto de la cantidad, Diego tomó a los 10 principales países productores de trigo, maíz, girasol y soja, y analizó la relación entre el volumen de granos que aportan a nivel global y la cantidad de trabajos científicos que publican sobre cada cultivo.
“En el caso de trigo, maíz y girasol, la Argentina aporta trabajos científicos de manera proporcional a los volúmenes que produce de cada uno, mientras que para la soja esta relación se modifica. La Argentina a escala mundial es el principal exportador de harina y aceite de soja, y el tercer mayor exportador de grano, sin embargo sólo genera el 3% de los artículos científicos sobre el cultivo”. Rotili sugirió que la investigación pública debería encarar en mayor medida el estudio de este cultivo.
Por otro lado, Rotili afirmó que el país produce conocimiento de alta calidad. Por detrás del primer pelotón que conforman Estados Unidos y Francia, entre otros, la Argentina lidera un segundo grupo de países. Naciones que cuentan con niveles de producción de grano similares al de la Argentina, como Ucrania, Rusia e Indonesia, publican trabajos científicos de menor calidad. A partir de este resultado, Rotili consideró que las y los científicos argentinos conocen las estrategias para publicar estudios en revistas de primer nivel.
¿Y quiénes investigan en la Argentina? Rotili contó que entre 2000 y 2018, 175 organizaciones diferentes produjeron conocimiento científico agropecuario y remarcó que sólo cinco generaron más de la mitad de los trabajos. “Las universidades nacionales en conjunto, con la UBA a la cabeza, fueron las que más estudios publicaron. Luego, siguieron el CONICET y el INTA. También se dieron numerosas colaboraciones entre entes nacionales e instituciones extranjeras de más de 80 países. En particular, con Estados Unidos, Brasil y España”.
A Rotili le llamó la atención la forma en que funciona la publicación de papers en la investigación agropecuaria: “Más que producto de una política institucional, parecería ser que en diferentes instituciones hay grupos de investigadores que producen mucho conocimiento”. Para finalizar, destacó que, a nivel general, la producción científica en las últimas dos décadas aumentó cuando el Estado invirtió más presupuesto en investigación y desarrollo agropecuario, y que para el nivel de inversión destinado al sector, se producen trabajos científicos de gran calidad”.
Foto de portada: Lucas van Esso