Verónica y Soledad Barraza son hermanas. La segunda de ellas está de novia con Gabriel Ordóñez. Los tres jóvenes estudian cosas diferentes y en busca de un proyecto común, casi jugando, comenzaron a pensar en producir alimentos con poca disponibilidad de tierra y de agua. Así se puso en marcha el primer proyecto de este tipo en la ciudad capital de Santiago del Estero. Se llama entonces así de sencillo: Hidroponia Santiago.
Todo sucedió un par de años atrás. Soledad Barraza contó que “habíamos hecho primero una prueba para saber si funcionaba, sobre todo en el lugar en el que estamos”. Ella es nutricionista y tenía inquietudes por eso de comer sano y mucha verdura. Su novio Gabriel estudia agronomía. Pareja perfecta para este tipo de emprendimientos.
“Él me dijo que quería hacer hidroponia. Pero tenía la dificultad de que no tenía el espacio para hacerlo. Pasa el tiempo, estando en casa, mi papá también dice que quería hacer algo de producción, pero ahí no tenemos canales de riego, no hay agua. ¿Entonces por qué no unir eso?”, pensó la joven.
Mirá la entrevista a los tres emprendedores:
-¿Así que vos sos el agrónomo. ¿Recibido o estás estudiando?- le preguntamos a Gabriel.
–No, estoy estudiando. Hice hasta tercer año y medio. Ahora sigo cursando y sigo aprobando las materias.
-¿Cómo llegaste a la hidroponía? Casi no se estudia en la facultad.
-No, no se ve nada de hidroponía prácticamente. Esa parte fue autodidacta y con una parte de la cátedra de Fisiología Vegetal. Pero a la hidroponia la vi porque la usaban en otros lugares donde el clima era más seco, más desértico, donde no se podía producir. Entonces vi como esto ahorraba agua y nos permitía tener un lugar productivo.
-Ya tengo la nutricionista y tengo el agrónomo. ¿Quién me falta?
“Bueno, yo soy profe de biología”, contesta Verónica Barraza. Y completó: “Si bien nosotros ya habíamos visto en el profesorado algo de hidroponía, nunca lo llevamos a la práctica. Sabíamos cuáles eran los macro y micro nutrientes, cómo era el sistema, pero nunca se hizo la práctica. Entonces, con mi papá queremos producir algo. Yo lo jodí tanto en plena pandemia que hagamos un invernadero para ver qué podíamos producir”.
Con la estructura de aquel invernadero a media hacer, luego aparecieron Gabriel Y Soledad, cual tortolitos, con la idea de la hidroponia. La huerta tradicional había sido un fiasco: “Intentábamos producir lechuga en un principio en forma tradicional, en el suelo, pero el clima es tan seco que la lechuga se te muere, porque requiere mucha cantidad de agua”.
Los chicos pusieron manos a la obra: el diseño del pequeño invernadero hidroponico copia la instalación de caños agujereados por donde se colocan los plantines y donde va circulando el agua y los nutrientes. Ordóñez, el agrónomo, dice que “sería una mezcla entre sistema NFT y y raíz flotante base. Sucede que el de raíz flotante asegura buen rendimiento para clima seco pero consume mucha agua, y al final cada tanto tiempo hay que limpiar los tanques y ese agua hay que desecharla. En tanto, el NFT no tenía tan buen rendimiento en lo que es el clima aquí de Santiago del Estero.
“Entonces hicimos como una mezcla de los dos como para ahorrar en agua y para tener buen rendimiento. Al principio usamos los caños de 73 milímetros que tenían una película constante de agua, o sea unos centímetros de agua que permitían que la planta no se deshidrate. Pero otro problema más que había es que se cortaba la luz en verano”, describió el muchacho. Allí está la clave de la mezcla de sistemas: “Estos centímetros de agua nos dan 24 horas de autonomía en verano” por si llega a fallar el suministro. En ese lapso, “no se nos va a morir toda la producción”.
-¿Así que diseñaron un sistema más o menos propio, una mixtura de cosas en el espacio que habían pensado para otra cosa? ¿Qué dificultades encontraron en ese proceso? ¿Además de empezar?
Contestó Soledad: “Bueno, dificultades… Ahora lo que estamos necesitando es abastecernos más de agua, así que estamos en proceso de elaborar un reservorio más grande, sobre todo para captar agua de lluvia. Nosotros ya usamos agua de lluvia. Pero como ahora ya no llueve, llegando la lluvia nos queda muy poca, y hemos tenido que empezar a usar agua de red, que no es la mejor. Así que vamos ahí haciendo un equilibrio entre agua de red y agua, de lluvia. Por ahora tenemos buenos resultados”.
El galpón original pronto les fue quedando chico: era de cuatro metros por cinco metros. Ahora lo estiraron y tiene 11 por 5. Pero ya están haciendo cálculos de a cuánto necesitan crecer para poder comenzar a ver que el proyecto tenga un rédito económico. Los números mágicos serían de 50 por 9 metros. “Pero bueno, todo es un proceso y se va haciendo de a poco, a medida que se avanza”, se sosiegan.
-¿Lo pensaron como un negocio? ¿O en principio salió lo de producir algo con tu viejo y luego fueron incorporando el concepto de negocio?
Contestó Gabriel: “Siempre lo pensamos como un negocio. Tenemos tablas de Excel en donde medimos cuánto es el costo de todo. Sabemos exactamente cuánto consume de agua, cuánto de nutrientes, cuánto de luz y prácticamente sabemos el costo exacto de la lechuga. Siempre buscando tener un precio competitivo con los que llegan de otras provincias, para que sigamos teniendo una ganancia a un futuro. O sea, con las ganancias que vamos haciendo todos los años nos vamos haciendo el doble de grandes”.
Los propios jóvenes salieron con sus primeras cosechas de lechuga mantecosa (la única especie que producen por ahora) a las verdulerías de la ciudad, tentándolos a reemplazar la oferta que llegaba de Córdoba, Mendoza o San Juan. “Ha tenido muy buena aceptación. La verdad que nos encanta a nosotros, porque siempre nos piden más y entonces nos quedamos cortos. La producción ahora ya está siendo chica para la demanda que tiene el producto”, celebró Soledad.
La clave es vender la lechuga con sus raíces, para que dure más antes de ser consumida. “Entonces la plantita sigue viva y nos aseguramos que llegue bien en condiciones a la verdulería, que esté fresca igual”. Por ahora la estrategia es ser conservadores, paso a paso, sin agregar verduras de hoja nuevas al oferta: “La idea sería suplir la demanda local de lechuga al principio y después ir expandiéndonos a otras verduras de hoja como queso de agua, rúcula, espinaca y aromáticas”, remarca Gabriel.
-¿Qué más les hace falta grupo de emprendedores como ustedes para que funcionen las cosas?
Contestó Soledad: “Nosotros ya la tenemos todo, creo que ganas y conocimientos los tenemos. Nos falta capital, creo que todos los emprendedor tienen esas dificultades para seguir invirtiendo y creciendo. Ese es el gran desafío a seguir. Así que bueno, lo poquito que podemos crecer es con nuestro propio capital que seguimos invirtiendo”.
COMO ME PUEDO CONECTAR CON ESTA GENTE…. SOY DE SANTIAGO DEL ESTERO