La gestión de Donald Trump en materia de política agroindustrial se parece cada vez más –por las desopilantes incongruencias– a la implementada por el secretario de Comercio Guillermo Moreno durante los gobiernos kirchneristas.
Como la administración federal cerrada desde fines del mes pasado, la única manera que existe para conocer la marcha de la gestión pública en EE.UU. son los medios de comunicación, algo que puede resultar fatal cuando es necesario improvisar.
Este martes la titular del Departamento de Agricultura de EE.UU., Brooke Rollins, concedió una entrevista a la cadena de televisión CNBC donde hizo declaraciones que dejaron en evidencia el escaso conocimiento de la funcionaria sobre la situación presente más allá de las fronteras de su nación.
Cuando se la consultó sobre la ampliación del cupo de exportación de carne bovina que se está negociando con la Argentina, dijo que el país sudamericano “enfrenta un problema de fiebre aftosa” (sic) y que “vamos a garantizar la protección de nuestra industria ganadera”.
A la pobre Rollins seguramente se le traspapelaron los informes sobre la reciente rehabilitación por parte de Chile de la importación de carne vacuna proveniente desde la Patagonia argentina, luego de haber suspendido esa posibilidad a fines de julio pasado, algo que se instrumentó en su momento por una cuestión más administrativa que sanitaria.
“Sé que han oído hablar mucho de la epidemia que viene de México. La fiebre aftosa también es un desafío”, argumentó Rollins, sin darse cuenta que estaba mezclando melones con manzanas.
La referencia al problema sanitario presente en México es por el denominado gusano barrenador del ganado, una plaga parasitaria provocada por la mosca Cochliomyia hominivorax que no tiene nada vez con la aftosa.
“Actualmente, en EE.UU. consumimos alrededor de 12 millones de toneladas de carne bovina; 10 millones de ellas las producimos aquí, pero dos millones las hemos estado relocalizando”, aseguró la funcionaria, quien se olvidó de mencionar que EE.UU. es también un gran exportador de carne vacuna.
Si bien en términos de volumen –debido a una sequía que provocó una liquidación masiva de hacienda– EE.UU. viene registrando un balance deficitario de carne en los últimos años, en materia de divisas la nación hace grandes negocios porque exporta cortes de alto valor e importa carne barata. Los principales clientes de EE.UU. son Japón y Corea, las dos plazas comerciales más codiciadas a nivel mundial. La pobre Rollins no puede explicarle algo tan básico a sus conciudadanos.
El aspecto menos risueño y quizás más preocupante de las declaraciones de la funcionaria es la parte de la entrevista en la que insinúa que el aumento de los precios de la hacienda y de la carne en EE.UU. no obedece al derrumbe del stock bovino, sino a la concentración económica presente en el sector frigorífico.
“Ha habido una consolidación masiva, que no ha sido buena para nuestra industria ganadera; hemos trasladado gran parte de eso a algunas empresas en Brasil y a otras a nivel internacional”, señaló en referencia a las corporaciones JBS y Marfrig, que tienen importantes operaciones en EE.UU.
Rollins dijo que Trump tiene planes para “construir más plantas de procesamiento de bajo costo en todo el país”, una política propia del kirchnerismo que, lejos de aumentar la eficiencia y la seguridad alimentaria, embistió contra ambas.
“Tenemos un paquete bastante grande en camino. No lo hemos mencionado públicamente; esta es la primera vez, pero eso se sabrá muy pronto, quizás esta semana, y podremos empezar a relocalizar la faena en EE.UU. Y, por supuesto, como saben, una mayor oferta, incluso en consonancia con una mayor demanda, permitirá que los precios bajen”, afirmó con una asombrosa confianza.
Lo que está detrás de esas declaraciones no es precisamente una cuestión de índole económica, sino geopolítica, dado que Brasil es un país que está alineado comercialmente con China y no con EE.UU.
En lo que respecta al problemón que tienen en materia agrícola, con el bloqueo de compras de soja y sorgo estadounidense por parte de China, Rollins –como no podía ser de otra manera– responsabilizó al gobierno anterior.
“Tuvimos un acuerdo comercial con China en 2019 (durante la primera presidencia de Trump). El equipo de (Joe) Biden llegó y no exigió el cumplimiento de ese acuerdo comercial. De hecho, no tuvimos nuevos acuerdos comerciales durante los cuatro años de Biden, lo cual es parte del problema, una de las principales razones por las que estamos aquí”, afirmó sin ponerse colorada.