Con muchos aspectos fundamentales para la lechería, el INTA Rafaela cuenta con espacios dónde la prueba, la evaluación de productos, servicios, implementos, tecnología y ciencia se dan con la naturalidad propia del sector.
Además de la Unidad de Producción de Leche Intensiva, el famoso tambo robotizado que fuera el primero en su condición en el país, el tambo experimental sirve como parámetro para diferentes sistemas productivos. Está ubicado a la altura del kilómetro 227 de la Ruta Nacional 34.
Hoy con 279 vacas en ordeño, algo más de 20 en preparto y otras 40 secas, son alrededor de 7.100 litros los que todos los días se derivan a una industria local para seguir superando las condiciones de un año impactante en múltiples sentidos.
Una sala de ordeño con 20 bajadas, retiradores automáticos y sistema de información Delpro, se sigue con detalle la productividad diaria, mientras que una vez por mes se hace control lechero oficial, en un rodeo con registro de cría.
“Estas vacas además de estar en un tambo productivo, están en un espacio experimental donde se hacen ensayos con determinada cantidad de tiempo y de animales. Se analiza todo lo relacionado a alimentación, reproducción, sanidad, todo lo que se estudia con ensayos disciplinares se hace en este tambo”.
De aquí surgen resultados valiosos como los de las pruebas de la vacuna de la leucosis bovina, o las mediciones del impacto de los gases que emiten las vacas en producción.
“La intención es que una idea, un producto, que se prueba acá, pueda aplicarse en el resto de las unidades productivas que tenemos en el INTA Rafaela, incluyendo al Tambo Roca que está a unos kilómetros. Lo que hacemos es evaluar y validar experimentalmente”, indica Eloy Salado, doctor, magister, ingeniero zootecnista y especialista en nutrición del área de Producción Animal.
En el país no hay muchos tambos de este tipo, pero claramente no tienen la disposición con este nivel de infraestructura y número de animales, que permitan esta plasticidad de trabajo. Por eso para cualquier empresa que tenga la intención de probar productos se le ofrece desde la institución una imparcialidad que no se consigue en ningún otro tambo privado, siempre quedando a consideración si los resultados son cerrados o de divulgación abierta.
Con un tinglado con capacidad de hasta 60 animales en un dry-lot de tierra mantenido dos veces por día, con sistemas de aspersión y ventilación, que ya tiene más de un año y medio, donde se trabajan incluso variables ligadas al estrés calórico y al confort animal, la reciente instalación de estaciones de medición de consumo, permite avanzar en el seguimiento de uno de los parámetros fundamentales: el consumo de materia seca que es el que define la respuesta productiva. Esto se hace sin la necesidad de apartar animales, ni de complejizar el manejo cotidiano durante meses.
A fines del mes de julio se concretó la instalación de 12 balanzas de la empresa Hook de Venado Tuerto, dispuestas ahora para 20 vacas en total. Sin embargo se debería calcular en dos animales por comedero, ya que con una carga diaria de 80 kilos con el paso del mixer debería ser suficiente para las necesidades nutricionales estimadas. De todas maneras, puede haber más animales por punto de alimentación, siempre y cuando se recarguen a lo largo de cada jornada.
“Son en definitiva comederos inteligentes, que miden qué come cada vaca, en qué momento, cuántas veces se acercan, cuánto ingieren, porque permite disponer alimento ad libitum, a voluntad”, el TMR ahora se les entrega libremente, mientras que en la sala de ordeño se suplementan con ocho kilos de balanceado.
La receta está en relación a dos kilos de rollo de alfalfa, 15 kilos de silaje de alfalfa, 10 kilos de harina de maíz, 3 kilos de harina de soja, 1,3 kilos de semilla de algodón, 2,5 kilos de maíz molido y agregado de sales con vitaminas y minerales. Por la sequía este año se hizo un silaje de pastura más importante que el de maíz para compensar los recortes productivos.
Supuestamente cada vaca debe comer unos 40 kilos de TMR, pero la mayoría supera ese estimativo y es eso lo primero que se empezó a analizar. El consumo depende del nivel productivo, del comportamiento, la etapa de la lactancia y el peso corporal.
Ante estas balanzas, los animales sólo mostraron algo de desconfianza durante el primer día de utilización, mientras que ya desde el segundo los consumos fueron regulares y sostenidos con normalidad, siguiendo la relación de ingesta del cuatro al cinco por ciento del peso vivo.
“Esta es una báscula que pesa el comedero, mientras que las vacas tienen una caravana conectada a la balanza electrónica que se detecta por una antena y con un sensor laser que registra cuando el animal acerca su cabeza. Entre 20 y 50 veces por día están ingresando a los diferentes comederos”, explica Pablo Roskopf sobre los dispositivos pensados originalmente para animales estabulados sobre todo de carne, siendo la primera vez que se prueba en un tambo donde los consumos son más elevados.
Mirando toda la información en su celular y sumando así más datos certeros para el manejo del tambo, según el médico veterinario que realiza su doctorado con una beca co-financiada por INTA y Conicet, facilita la balanza el consumo residual, la eficiencia de conversión y del mismo modo se pueden medir las emisiones de gases a partir de las diferencias de alimentación, por ejemplo.
La disponibilidad de alimento hace que coman más tranquilas, en porciones más chicas y durante todo el día, sin haber competencia, aunque sin perder los comportamientos gregarios, pero con un control individual que no estaba a disposición hasta ahora.
El galpón con las balanzas permite una mejor disposición al desarrollo de ensayos disciplinarios, que ahora se prueba con vacas del tambo comercial, pero que admite testeos de diferentes empresas privadas, con la capacidad técnica de la institución, las instalaciones, la validez científica y la imparcialidad del INTA que también hace sus desarrollos propios.