En un reciente informe sobre la faena vacuna, elaborado por el Consorcio de Exportadores ABC, se destaca el incremento del peso promedio por res faenada, que llegó a 234 kilo en agosto y que da cuenta de una espiral ascendente en los últimos años, luego de haber tocado pisos muchos más bajos.
Así, en lo que va del año el promedio es de 231 kilos, lo que significa un crecimiento de 1,5% con relación al dato de 2024.
El incremento de este indicador es un dato positivo y una de las dos vías por las cuales puede crecer la oferta de carne. La otra es con un incremento del stock vacuno, lo que no se está dando. En los últimos dos años cayeron las existencias ganaderas y se teme que este año suceda lo mismo si la faena sigue siendo tan alta como en los últimos meses.
En caso de que se consolidara en los próximos meses un crecimiento del peso medio por res producida en los frigoríficos, en los 234 kilos, habría que contabilizar entonces un salto muy importante respecto de años en los cuales las sequías, o las intervenciones de los gobiernos kirchneristas en los mercados, desalentaron la producción de novillos o ganado pesado.
En 2008 y 2009 se tocaron pisos de 210 kilos por res. Fueron años de intensa sequía, mezclada con una fuerte intervención del gobierno de Cristina Fernández, a través del inefable secretario Guillermo Moreno, en los precios ganaderos y en las exportaciones de carne, que llevaron a que los ganaderos produjeran pensando en un mercado interno que demandaba carne de terneras.
Entre los actuales 234 kilos por res faenada, y los 210 de aquella crisis que redujo en 20% el rodeo ganadero, hay 24 kilos de carne que, multiplicados por los 14 millones de cabezas que se faenarían este año, significan 280 mil toneladas más de carne. Eso equivale a un mes de producción. En efecto, en agosto de este año se produjo una cantidad levemente inferior a esa.
De todos modos, este peso promedio logrado en Argentina todavía está lejos del que se obtiene en países como Uruguay, donde el negocio está netamente orientado a la exportación. Aquí, en cambio, el 70% de lo que se produce va al mercado doméstico.
Más carne por animal significa mayor eficiencia en la conversión de pasto y grano, más productividad en los eslabones ganaderos, pero también mejores resultados en las industrias que reducen costos fijos y, en definitiva, más carne para todos: consumo y exportación. Eso se les dijo el sector a los sucesivos gobiernos en los últimos años, pero muchos hicieron oídos sordos.
El crecimiento en el peso de faena tiene que ver con varias cuestiones. En los últimos dos años hubo una mayor apertura exportadora, y eso alienta la producción de novillos, lo que se refleja en la creciente participación de la industria frigorífica en el engorde de ganado y se expresa también en los precios de los terneros de cría. Los valores de los bovinos más pesados, que son los que compran los exportadores, cotizan al mismo precio que los livianos.
Por otra parte, al reducirse la inflación, el negocio dejó de ser financiero para pasar a ser productivo, y eso implica sumarle kilos a la hacienda de la forma más eficiente posible. Para fortuna de los ganaderos, ese proceso económico coincidió con el regreso de las lluvias. En los campos hubo, desde el inicio de año, pasto para las recrías, mientras que los feedlots tuvieron el maíz a precios que facilitaron el encierre.
Ese aumento en el peso de los animales que van a la faena, así como la alta oferta de hacienda, explican el crecimiento de las exportaciones y el sostenimiento del consumo interno, que se ubicó en torno a los 50 kilos en los últimos meses.
Con Moreno comiamos los argentinos primero, ahora estan mirando si con 30 centavos de aumento van a vender menos. No, claro, el mercado interno es para el chiquitaje.