Carlos Gallego es maquinista de cosecha, así se define. Tuvo su propia máquina hace años, pero no la pudo sostener, y ahora brinda servicios con una pulverizadora, que resulta más accesible.
En tiempos de cosecha, de todos modos, vuelve siempre a subirse a la trilladora como parte del equipo de los Ronzitti, que prestan servicios en la zona de Curarú, en Carlos Tejedor. Ni loco se baja Gallego de esa aventura; y asume la tarea con alegría y orgullo. Tanto es así que pasa largas jornadas dentro de la cabina y decide prescindir por completo de la radio. No escucha música ni noticias porque va pendiente al 100% de cualquier ruido sospechoso que puede surgir de la cosechadora.
“El único oficio que disfruto es estar con la maquina. A mi no me den un tractor con una monotolva porque directamente no salgo”, sentencia en Bichos de Campo.
Con sencillez, Gallego relata los secretos de su trabajo en estos días intensos de cosecha. “La ciencia de la maquina está en atenderla, engrasarla, revisarla. Luego, cualquiera maneja; yo ahora puedo ponerla en marcha y la largo en el lote y usted sale manejándola. Pero el tema es seguir sus movimientos. Es por eso que estoy todo el día con el oído puesto en ella. Entonces, no es manejar solamente. Y por eso no uso radio adentro, porque quiero concentrarme en los ruidos”, comenta Gallego.
Mirá la entrevista completa a Rubén Gallego:
Cada mañana, previo a iniciar la labor de cosecha, su ritual consiste en “sopletear” y limpiar la maquina. Cuando termina por las noches se baña él, cena y se acuesta temprano para volver a ararncar a la mañana siguiente. Mates mediante, atiende nuevamente a la maquina y le echa gasoil según las hectáreas que le toque hacer en el día.
“Mientras la engraso la reviso y chequeo que no haya nada roto. Estas maquinas que me tocan manejar son relativamente nuevas, pero siempre hay que revisarlas porque los fierros se rompen”, aclara.
Gallego recuerda con un brillo en los ojos que en 1999 tuvo equipo propio de cosecha y que lo agauntó por 15 años aproximadamente, pero luego se vio obligado a venderlo. “Yo era dueño de un equipo chico pero me fue mal y tuve que vender todo. Y vamos a decir las cosas como son, el Gobierno mató a todos los chicos, y así como me mató a mi lo hizo con un montón de gente también”, se lamenta.
También se alegra al recordar la primera cosechadora en la que anduvo a los 16 años. “Era una Bernardín M17; luego pasé a manejar una Bernardin M19. La gente que entiende de esto sabrá de lo que hablo”, declara.
Además de acompañar a los Ronzitti en el equipo de cosecha desde hace cinco años, Gallego tiene un equipo pulverizador, con el que se sostiene en otras épocas del calendario agrícola. “Lo hago para tener trabajo todo el año, pero también lo hago porque no puedo parar, porque tengo muchos gastos. Tengo dos hijos estudiando y alquilo una casa. Si te parás un mes, con las cuentas que hay, es como que te venís abajo”, sintetiza.
De todos modos Gallego aclara: “No es que trabajo a morir pero sí quiero trabajar continuo. Por eso vengo a hacer la cosecha. Pero aparte es algo lindo para mi, yo disfruto como loco venirme acá por un mes o por diez días. Y vivo con lo que saco porque no tengo campo ni la posibilidad de vender cereal o animales. El que tiene campo o tiene vaca puede tener otro refugio, pero yo no”.
En un día de trabajo, Gallego calcula que puede hacer entre 50 y 55 hectáreas de soja con una maquina como la que le asignan los Ronzitti, que tienen una plataforma media, pues las hay más grandes. “Ahora la cosecha se termina muchísimo mas rápido que antes. Una sola maquina en el día puede hacer lo que antes hacían 5 o 6 maquinas chicas, porque tienen plataforma mas grande”, describe.
-¿Y sentís que está bien valorado tu oficio?
Ante esa pregunta final Gallego no escatima respuesta ni sinceridad: “Mirá, eso no lo sé. Sólo sé que tengo 53 años y cada año que hablo con la gente, muchos me dicen que esto se va a componer, pero yo pienso que esto no se compone más. ¿Te digo la verdad? Acá estamos manteniendo a mucha gente, sobre todo durante la pandemia. Pero a nosotros, los que trabajamos en el campo, nos matan en todo, nos aumentan la luz, el gas y más cosas.
Pero sonríe antes de volver a trepar a la cosechadora.