“El contratista que llamábamos para hacer las aplicaciones de agroquímicos siempre nos mandaba el mismo tractorista y vino tantas veces que con Tito nos hicimos amigos. Cada vez que venía, yo le decía que tuviera cuidado con los productos, que se pusiera guantes, que evitara exponerse… Y yo no podía dejar de pensar que este hombre todos los días de su vida estaba aplicando agroquímicos y que después volvía a su casa con la ropa contaminada y e eso afectaba a su familia… Y, la verdad, eso era una carga para mí“.
Quien habla es Esteban González Zugasti productor agropecuario y propietario de Estancia Paititi (que alberga a la Reserva Natural Privada del mismo nombre) en Sierra de los Padres, donde hace 8 años pasaron de hacer agricultura y ganadería con el modelo convencional al modelo orgánico, por una cuestión ética y de compromiso con el ambiente y la salud. En total el campo posee 437 hectáreas, de las cuales 237 están en producción y otras 200 conforma una reserva natural (donde también se produce, como se verá más adelante).
“Nosotros veníamos con producción convencional usando agroquímicos y ya no estábamos contentos con esa manera de producir alimentos, porque nos dábamos cuenta de que estábamos generando un impacto grande en el ambiente, más que nada contaminando el suelo y afectando la flora y la fauna, y también nos preocupaba el impacto que esos productos tienen en la salud de las personas que trabajaban en el campo y en nosotros mismos que vivimos aquí”.
Así fue que con la decisión tomada Esteban encontró al agrónomo Diego Fontenla, dedicado a sistemas orgánicos, que fue quien lo asesoró e invitó a participar en el grupo de productores Pampa Orgánica (hoy pertenece al grupo de producción agroecológica llamado Percherones, de Cambio Rural).
“Me fui animando a encarar la transición porque me di cuenta de que era posible hacerlo y sin fundirme”, destaca. “Aunque soy el propietario de este lugar me siento más como un administrador de la tierra, alguien que está solamente por un tiempo trabajando este este pedazo de suelo y que tengo la responsabilidad de cuidarlo, de hacer que produzca, pero de la manera más sana posible y en armonía con todos los otros seres vivos que lo habitan y que lo necesitan porque no solo los humanos estamos acá”.
-¿Qué le dijo su entorno cuando tomó la decisión?
-La gente a la que le interesaba la naturaleza me apoyó e incentivó muchísimo mientras que quienes eran del sector agropecuario lo veían como una locura. Recuerdo que un agrónomo amigo, cuando le dije que iba a hacer trigo orgánico, me vaticinó que iba a ser un fracaso, “un yuyal”, y estaba muy preocupado por mí. Pero ocurrió todo lo contrario: salió un trigal espectacular con muy poquitas malezas, muchísimo menos de lo que esperábamos. Ahí me di cuenta de que mucha gente que se oponía a esa transición lo hacía desde el desconocimiento, el prejuicio y el miedo.
-¿Cómo son los rindes y márgenes?
-Los rinden descendieron al 60% de la agricultura convencional, pero los márgenes se mantuvieron o mejoraron porque en este tipo de producción los costos bajan mucho. Este año no hicimos trigo pero para nosotros el costo era equivalente a 1000 kilos de trigo por hectárea mientras que para el modelo convencional no es menos de 3500 kilos por hectárea, y entonces los márgenes terminan siendo mejores.
-¿Qué tipo de ganadería realizan?
-No tenemos feedlot ni alimentamos a grano. Trabajamos con Angus en extensivo pero con un manejo intensivo rotativo en parcelas sobre pasturas, verdeos y pastizales naturales; los pastizales los trabajamos en la zona de sierras con parcelas pero con cargas menores.
-¿El pastizal nativo se puede pastorear?
-Con planificación, desde ya. Y no solo se puede sino que es necesaria para conservarlos: los pastizales nativos de las sierras necesitan fauna que los coma, ya que originalmente estaban adaptados a la presencia de animales nativos de la zona que ya no están más, como guanacos y ñandús, que pastoreaban esos pastizales. Hoy, nuestros bovinos cumplen esa función y esto refleja algo de lo que estamos convencidos: se puede hacer producción y conservación al mismo tiempo y, lejos de ser incompatibles, una producción bien manejada puede ser beneficiosa para el ambiente.
-¿Reciben asesoramiento para estas acciones?
-Para nosotros la alianza con los distintos investigadores es fundamental porque su trabajo nos orientan para poder producir de manera más racional, consciente y saludable posible. En la zona de reserva realizamos un monitoreo continuo de aves y flores; tenemos un convenio con Aves Argentinas y con gente de la Universidad Nacional de Mar del Plata. También somos miembros de la Alianza del Pastizal. Las sierras funcionan como refugio de biodiversidad porque, como nunca se ha podido hacer agricultura en ellas, albergan miles de especies vegetales y animales que en los campos circundantes -donde se hace agricultura desde hace más de 100 años- han desaparecido o están en extinción. Por eso estamos convencidos de que hay que conocerlas para valorarlas y cuidarlas.
En línea con esta forma de pensar, en Paititi hay dos proyectos a corto plazo: uno de ellos es afianzar el manejo de una especie exótica que se ha convertido en un problema, el árbol acacia australiana, que fue introducido en la zona hace unos 70 años y que al formar bosques densos desplaza a la vegetación nativa y pone en peligro al pastizal. El otro proyecto es la construcción de un refugio al pie de la sierra para recibir grupos para talleres, campamentos y encuentros que t tengan que ver con temas de conservación y valoración de los ambientes naturales y la búsqueda de modelos productivos que sirvan a la humanidad y que y que no dañen la naturaleza.
“Esta forma de producir nos da tranquilidad de conciencia y eso nos hace muy felices. Además, vemos la abundancia de pájaros, de insectos, y todo tipo de fauna en nuestro campo, lo cual nos confirma que estamos administrando bien este pedazo de suelo”, se alegra Esteban. “Como productores agropecuarios nuestro objetivo es producir alimentos sanos y en la parte de la reserva apuntamos a la conservación de los ambientes naturales y de su biodiversidad, por eso queremos hacer educación ambiental para generar conciencia en la población sobre la importancia de cuidar nuestros suelos productivos y los ambientes”.
“Paititi es el nombre que le puso mi padre a este campo que compró hace 55 años. Durante mucho tiempo era simplemente ´nuestro campo´ pero un día leyó un libro sobre Paititi, Eldorado y la amazonía, que contaba la historia de estos lugares míticos buscados por los conquistadores españoles. El Paititi era uno de esos reinos repletos de oro y piedras preciosas y como mi papá amaba mucho este campo, dijo: ´Este es mi Paititi, mi lugar soñado’… y para nosotros también, por eso hacemos lo que hacemos”.
–Hoy que ya es un hecho, ¿qué le pasa cuando le siguen diciendo que no es posible producir sin agroquímicos?
-Me genera un poco de enojo porque hay evidencia de que sí lo es; además invito a la gente a venir a mi campo y ver cómo lo estamos haciendo. La realidad es que hoy hay mucha gente en lo mismo y no solo no se están fundiendo sino que están más contentos y hasta mejor económicamente. Pero bueno, no hay más sordo que el que no quiere oír…
-Es que cambiar es difícil.
-Los productores somos bastante pragmáticos y no nos gusta el cambio, ese es uno de los motivos de la resistencia a cambiar de modelo. El otro es la ignorancia sobre las dinámicas desde estos modelos productivos agroecológicos u orgánicos y no me refiero solo los productores sino especialmente a los técnicos, que han sido entrenados en casas de estudio donde se enseña el modelo agroindustrial de producción de alimentos. Entonces, frente “al no saber” se defiende lo conocido.
-También hay un parte de la “biblioteca” que dice que bien usados, los agroquímicos no hacen daño a la salud.
-Incluso antes de empezar con la transición a lo orgánico yo ya había empezado a estudiar el tema, sobre cómo impactan en el ambiente y en la salud humana. Pero más allá de las investigaciones, lo vi en unos vecinos que producían papa. Uno de ellos murió de cáncer a una edad no tan avanzada, mientras que otro tuvo graves problemas de intoxicación en el hígado y los médicos le dijeron que tenía que apartarse del uso de agroquímicos; también tuvo problemas la hija que se empezó a desarrollar a muy temprana edad, y el diagnóstico fue que lo provocó el contacto con agroquímicos… Eso fue muy fuerte y con el tiempo fuimos adquiriendo información sólida acerca de la presencia de agroquímicos en el agua de nuestras napas y las consecuencias para nosotros, los animales y el suelo.
-Pero se dice con las BPA no habría problemas…
-Creo que lo de las buenas prácticas son un argumento para prolongar el uso de agroquímicos. Todos los que vivimos en el campo sabemos que en general no se aplican, o sea estamos hablando de cosas que en teoría se tendrían que hacer pero en la práctica no son así, entonces no funcionan. Más allá de lo ético hoy hay evidencias concretas de lo que le está pasando a nuestro suelo. En nuestro campo se está haciendo un estudio sobre la presencia y el impacto de agroquímicos en agua, suelo, alimentos, animales y humanos y una de las investigaciones observa el impacto de la mezcla de sustancias químicas que están presentes y esto es clave, porque las sustancias que se aprueban no se aprueban en combinación con otras… entonces hoy se está empezando a ver que la mezcla puede tener efectos aún mayores sobre la salud humana.