La “fábrica” profesional humo del gobierno argentino aprovechó la visita del presidente Luiz Inácio Lula da Silva para asegurar que ambas naciones decidieron “avanzar en las discusiones sobre una moneda sudamericana común”.
El problema es que, para poder tener una moneda común, primero es necesario tener una moneda propia, que Brasil sí tiene, pero la Argentina no, porque la inflación minorista oficial argentina es del 94,8% anual incluso luego de aplicar cepos cambiarios, financieros y comerciales de todo tipo y color, implementar derechos de exportación y obligar a las empresas a vender determinados productos y servicios con precios máximos.
Lula, que heredó un país con una inflación minorista del 5,7%, lo primero que dijo cuando se lo consultó sobre la iniciativa de la “moneda común” es “Dios quiera que nuestros ministros y presidentes de los bancos centrales tengan la inteligencia, competencia y sabiduría necesarias para que demos un salto de calidad en nuestras relaciones comerciales y financieras”. Es decir: aflojen con el humo que hay gente asmática en la sala.
📣 "Estamos dando origen a un vínculo estratégico que durará para las próximas décadas", aseguró el presidente Alberto Fernández (@alferdez) durante las declaraciones que brindó junto a su par de Brasil @LulaOficial 🇦🇷🤝🇧🇷#BienvenidoLulahttps://t.co/cmQUjc0eGW pic.twitter.com/4dFucqffGG
— Casa Rosada (@CasaRosada) January 23, 2023
El propio comunicado oficial del gobierno brasileño se burla de Alberto Fernández al señalar que “el presidente argentino todavía no sabe cómo funcionará esa moneda, aunque aseguró que es preciso tener valor para cambiar” (sic).
En el año 2022 Argentina tuvo un déficit comercial con Brasil de 3365 millones de dólares, lo que implica que Argentina es un proveedor de divisas para Brasil. ¿Cuál sería el incentivo del socio más grande del Mercosur para revertir esa situación favorable? Ninguno.
Si Argentina –como es el caso de Uruguay– estuviese negociando un Tratado de Libre Comercio (TLC) con China, entonces Brasil sí tendría un interés estratégico en generar condiciones que faciliten el comercio exterior con Argentina. Pero como la nación gobernada por el kirchnerismo tiene una economía cerrada y ultra-proteccionista, entonces Itamaraty sabe que no es necesario preocuparse en lo más mínimo al respecto.
Lo más probable es que detrás del pomposo nombre de “moneda común” algún cráneo del equipo económico argentino esté imaginando una suerte de fondo compensador por medio del cual ciertos grandes intercambios comerciales entre ambas naciones –como es el caso de los rubros de cereales, energético y automotores–puedan netearse sin necesidad de intercambiar divisas.
Pero la Argentina tiene una experiencia reciente en la materia que resultó muy poco feliz: se trató de una iniciativa instrumentada durante la presidencia de Cristina Fernández de Kirchner en la cual, en el marco de un fideicomiso denominado “Néstor Kirchner”, se intercambiaba con Venezuela petróleo por diferentes alimentos –como leche en polvo o pollos–, los cuales en muchos casos se enviaban desde Argentina con sobreprecios superiores al 50% y fueron el detonante de las crisis terminales de SanCor y Rasic Hnos.
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La solución para la crisis económica de la Argentina –y para el Mercosur en general– no es crear esperpentos económicos, sino “aumentarse el sueldo” con la moneda regional propia, que no es otra que el mágico poroto de soja.
La soja cumple las tres funciones que tiene toda moneda: unidad de cuenta, medio de intercambio y reserva de valor. La belleza del poroto es que, a diferencia de un yacimiento de cobre o de petróleo no convencional, no sólo es una fuente inagotable de riqueza, sino que además puede crecer año tras año si se incentiva de manera adecuada al ejército de personas encargadas de acuñar esa moneda, quienes, al trabajar en el campo, se dedican gratis a cuidar la soberanía territorial en buena parte de la extensión del país.
Los brasileños, por ejemplo, entienden a la perfección esa premisa y en 2022 lograron generar 60.945 millones de dólares solamente con exportaciones de productos del complejo sojero, mientras que la Argentina, con un gobierno que se esfuerza por atacar de manera sistemática a la producción agrícola, apenas pudo lograr exportaciones sojeras por 20.671 millones de dólares el año pasado (que, de todas maneras, puede ser considerada una cifra heroica en función de las circunstancias presentes en el país).
Esa misma “receta” pragmática es la que siguen también los uruguayos y paraguayos. Argentina es el único país del Mercosur que sigue imaginando ideas fantasiosas para generar riqueza, las cuales, indefectiblemente, terminan en la nada misma o el más completo fracaso.
Argentina es el único país del Mercosur que no participa de las paritarias sojeras ¿Por qué?