Cumplido el primer año de gestión de Javier Milei llegó el momento de hacer un balance relativo al negocio agrícola y la mejor manera de resumir la cuestión es que siempre –siempre, siempre– es conveniente deshacerse completamente de los “relatos” para evaluar los hechos con la carencia emocional propia de un corresponsal extranjero.
Cuando se hace un repaso –con la “cabeza fría”– de la política agrícola instrumentada en el último año está claro que la misma está más cercana a un gobierno justicialista que libertario.
El primer aspecto destacable es que se eliminaron todos los cupos de exportación de granos implementados por el kirchnerismo, pero eso no puede atribuirse a una medida libertaria, porque sencillamente se trata de algo propio de cualquier país normal. Es decir: dejamos de estar gobernador por “cavernícolas”.
También se dio un paso clave en la eliminación de gestiones administrativas infernales al permitir que los productores realicen dos presentaciones juradas al año en lugar de cinco, aunque el sistema “policial” del SISA instrumentado por el kirchnerismo sigue plenamente vigente y representa, en muchas oportunidades, un dolor de cabeza al momento de comercializar granos. También resulta indispensable terminar, de una vez por todas, con el problema de los créditos fiscales de IVA técnico.
Una gran noticia fue haber dado de baja la emergencia en materia de posesión y propiedad de las tierras de comunidades indígenas originarias, que en los últimos años facilitó la usurpación de campos en diferentes regiones argentinas. La decisión, de todas maneras, por sí misma resulta insuficiente, porque se requiere una acción política específica a nivel nacional para que los propietarios afectados por grupos de delincuentes puedan recuperar su capital y obtener justicia.
Como todo gobierno justicialista –confeso o no–, el de Milei se sustenta en un relato que luego se ajusta a la medida de las diferentes necesidades que vayan apareciendo. Con un enfoque pragmático, las decisiones se van tomando en función de la conveniencia política con la meta de acumular “capital electoral”.
El gobierno decidió mantener en el primer tramo de 2024 la política discriminatoria, implementada por los kirchneristas, que castigaba financieramente a los productores que no aceptaban vender sus tenencias de soja. Y en simultáneo comenzó a esbozar un programa para instrumentar tasas de interés reales negativas.
Desde Bichos de Campo advertimos tempranamente que ese plan iba a dejar en el camino a muchísimas empresas agrícolas porque el mismo sólo era viable eliminando de un “plumazo” los derechos de exportación (algo que iba a ocurrir ni ocurrió).
Afortunadamente, este gobierno justicialista, autodenominado libertario, decidió “manijear” las tasas de interés para que, durante varias semanas, volviesen a ser negativas y así brindar oxígeno financiera al agro argentino, que es la principal “fábrica” de divisas de la economía argentina.
Aquellos que aprovecharon esa “ventana” de oportunidad podrán hacer frente con mayor holgura a la enorme pérdida de competitividad que registra el negocio agrícola en 2024/25 debido a la caída de los precios internacionales de los granos (potenciada por las retenciones) y al aumento de los costos medidos en dólares.
El gobierno además optó por mantener el régimen del “dólar exportador” heredado de la gestión kirchnerista sin preocuparse por facilitar una alternativa para “blindar”, en términos cambiarios, los forwards y canjes agrícolas, los cuales siguieron mayormente siendo gestionados con la referencia del tipo de cambio oficial BNA divisa. Eso perjudicó a muchos productores y brindó una ventaja competitiva a los empresarios agrícolas más sofisticados que realizan coberturas en el Matba Rofex.
Lo que sucedió con Hidrovía mostró de “cuerpo entero” la doble vara propia de un gobierno justicialista. En el caso de la deuda heredada con las generadoras de electricidad, el gobierno decidió cancelarla con un título público con vencimiento en 2038. Pero, por otra parte, decidió aumentar el peaje de la Hidrovía ¡en un 40%! porque, según el mismo gobierno, era necesario cancelar una deuda heredada de la gestión anterior con la empresa dragadora del río Paraná. Todas las deudas son iguales. Pero algunas –parece– son más iguales que otras.
La gran mayoría de los empresarios agrícolas votaron –y volverían a votar– a Milei y, desde ya, ven con buenos ojos el proceso de ordenamiento de las variables macroeconómicas. Sin embargo, no pueden dejar de sentir un sabor amargo cuando contemplan la indiferencia que el gobierno nacional mantiene hacia ellos.
Lo que sucedió con el programa de identificación individual bovina demostró que, cuando existe interés, aparecen los recursos necesarios para implementar una política pública, algo que, en caso de la agricultura, claramente no sucede. Y es una pena porque con muy poco podrían haber logrado mucho. Por ejemplo: una medida orientada a permitir la deducción del Impuesto a las Ganancias del 100% del monto de las inversiones realizadas en semillas y fertilizantes habría contribuido a promover la producción y la generación de divisas. Pero “no la vieron”.
A medida que el negocio agrícola siga perdiendo competitividad, los reclamos sectoriales relativos a la eliminación de las retenciones se irán incrementando. Pero, por lo general, están mal enfocados porque exigen al gobierno que cumpla con su propuesta programática, la cual, si bien es supuestamente libertaria, en los hechos es justicialista, es decir, 100% oportunista.
La mejor estrategia para realizar el reclamo es jugar con las mismas “cartas” del gobierno, haciéndoles ver que la ilusión del torrente gigantesco de divisas que imaginan que provendrá de los sectores hidrocarburífero y minero es una ilusión que, en caso de concretarse, dará sus frutos recién en una década. Algunos delirantes han llegado a hablar de una probable “enfermedad holandesa”. Pobrecitos.
Está muy bien que se promuevan las condiciones necesarias para realizar grandes obras de infraestructura en los sectores energético y minero. Pero, en los inmediato y durante muchos años más, la principal “fábrica” de divisas seguirá siendo el sector agrícola, el cual, además, tiene una capacidad de respuesta inmediata, algo que los otros no tienen.
No es, en definitiva, necesario pedir nada: sólo basta con lograr que los tomadores de decisiones que integran el gobierno nacional salgan de su “cajita de cristal” para ver la realidad de los hechos. Si ese es el caso, los resultados vendrán por añadidura. Y si no es el caso, no quedará otra que pedir ayuda a las fuerzas del cielo.
¿ Y la autocrítica ? El campo reclama, pero continua
” aportando ” elusion al imp a las ganancias. El maiz con destino a consumo interno, por ejemplo, se continua comercializando al 80% en negro. Ni polleros ni feedloteros, enfrentan merma de oferta por parte del campo agrícola y el carnaval continua. Lo mismo sucede con el trigo hacia molinos zonales y la soja hacia las más de 200 extrusoras activas., o hacia acopios particulares y cooperativos con estructura para cubrir operatorias marginales.
¿ Entonces?