Bahía Blanca (enviado especial).-
Desde los ventanales de uno de los últimos pisos del edificio que comparten la Bolsa de Cereales de Bahía Blanca y su Cámara Arbitral pueden divisarse los perfiles grises de los elevadores portuarios y las fábricas instaladas varios kilómetros más allá, en el puerto de Ingeniero White, lindero a esta ciudad.
Una y otra cosa están ligadas por un hilo rojo, invisible e irrompible. En el edificio hay varios pisos destinados a un inmenso laboratorio en el que 110 personas realizan todo tipo de análisis a los granos que se producen en esta región. Llegan solo las muestras, en pequeñas bolsitas. Más allá, en el puerto, se movilizan por año 10 millones de toneladas.
La cifra exacta, al cierre de 2016, fue de 10.157.404 toneladas embarcadas desde las diversas terminales instaladas sobre la ría del puerto de Bahía Blanca, la principal terminal marítima del país, un lugar bendecido por la Naturaleza ya que los buques pueden ingresar y completar sus bodegas hasta el tope sin temor a quedar encallados.
El calado aquí llega a los 45 pies y las dragas solo deben recorrer el canal cada 6 o 7 años, casi como reaseguro. Los puertos del Gran Rosario, no ofrecen tanta ventaja y por eso los buques tienen que dejar la Hidrovía del Paraná con las bodegas semicompletas. En Bahía Blanca, en cambio, se batieron récords años atrás, cuando un enorme Panamax salió cargado con 110 mil toneladas de maíz, o el equivalente a casi 4.000 camiones.
Por la resurrección del trigo después de tantos años de tener que pedirle al gobierno los benditos ROE o permisos para exportar (el mercado estuvo regulado entre 2007 y 2015), se respiran aires de revancha en esta zona portuaria, que es una pieza clave junto con el puerto de Quequén, cercano a Necochea, en el entramado productivo del sur de Buenos Aires y el este de La Pampa.
La zona de influencia de la Bolsa de Cereales se extiende sobre 29 partidos bonaerenses y 14 pampeanos, que ocupan 20 millones de hectáreas. La mayoría son ganaderas pero hay 6,77 millones de hectáreas donde el año pasado se sembraron granos. La cosecha regional sumó más de 17 millones de toneladas, sobre un total nacional de 123 millones. Es casi el mismo volumen que se exportó desde ambas terminales portuarias.
En Bahía Blanca operan las principales compañías agrícolas. Cargill tiene elevadores propios, pero también una aceitera y una fabrica de malta, el principal insumo para elaborar cerveza. Dreyfus inauguró la planta más moderna, levantada en 2012. ADM opera la vieja terminal de Toepfer, la más cercana a la boca de la bahía; mientras que Glencore ocupa las instalaciones de Oleaginosas Moreno. En los viejos silos de la Terminal Bahía Blanca, que tienen más de 80 años de antigüedad, conviven Bunge, ACA y los chinos de Cofco.
Son estas empresas las que movieron las 10 millones de toneladas de granos el año pasado, un 56% más que el año anterior. En la comparación entre los primeros diez meses de 2016 y el mismo lapso de este año el buen ritmo se repite. Ya se llevan exportadas más de 7 millones de toneladas.
Muy distinto a cuando el trigo no se podía exportar libremente y los productores lo sembraban en cantidades homeopáticas, porque no le quedaba casi alternativas salvo la cebada. Luego del cambio de gobierno, con el fin de las retenciones y los ROE, los embarques de trigo crecieron el 160% y los de cebada 135%. Fue como un gran suspiro de alivio. Esta zona provee ahora más del 25% de la oferta triguera total (4,5 millones de toneladas) y más del 80% de la producción argentina de cebada cervecera (2,7 millones de toneladas).
En los alrededores de la ciudad los trigales lucen ahora muy verdes y altivos, cuando quedan pocas semanas para el inicio de la nueva cosecha. Carlos Sosa, el presidente de la Bolsa, dice que la producción volverá a ser abundante, aunque hay varias zonas que han sufrido por las abundantes lluvias y se multiplican los casos de ataques de hongos. Una buena cosecha asegura el trabajo y un buen nivel de negocios, aunque los bajos precios del trigo no llegan a dejar conformes a todos. Se estima que desde aquí saldrá la mayor parte de los 5 millones de toneladas de trigo que Brasil necesitará importar de la Argentina para atender su propio abastecimiento.
Uno de los modernos equipos del laboratorio de la Cámara Arbitral analiza unas pocas espigas del cereal y arroja un resultado no muy favorable: la muestra tiene un contenido de proteína apenas superior al 10%, un nivel considerado bajo para las necesidades de los molinos harineros.
“Recuperamos la producción, pero queda mucho que para hacer en materia de calidad”, reconoce Iván Ullmann, economista de la Bolsa. No parece ser un desafío imposible para una región productiva que ha recuperado la normalidad.
Artículo publicado en el Suplemento Agro de la agencia Télam