Un debate vigente en la acuicultura patagónica es el que rodea al estatus sanitario de la región, prácticamente único en el mundo. Es aquel que genera discordia entre quienes opinan que es mejor producir menos pero asegurar ese diferencial, y los que consideran que, aún trabajando a gran escala y con los controles necesarios, nuestro baluarte no corre peligro.
En este último grupo puede ubicarse Idris Patagonia, la empresa de producción de peces más grande del país, con sede en el pueblo de Piedra del Águila, sobre la cuenca del Río Limay.
Con una producción anual que promete alcanzar las 10.000 toneladas de truchas arcoíris, destinadas todas a la exportación, se la suele señalar porque importa genética de Noruega y despierta el fantasma de lo que alguna vez le sucedió a Chile. En su etapa de expansión, hace varias décadas, el país vecino incorporó ovas de forma desmedida y eso le trajo complicaciones a nivel sanitario, porque los condenó a usar antibióticos de forma permanente.
Pero nada de eso es probable que suceda aquí, asegura el Country Manager y principal promotor de Idris, Lucas Maglio. Tras la recorrida por las instalaciones de la empresa, Bichos de Campo conversó con el especialista y completó el cuadro trazado sobre la acuicultura patagónica. Esta vez, con uno de los actores más importantes a nivel país.
Por el momento, Argentina chapea que su acuicultura es tan sustentable como libre de fármacos. Es un estatus sanitario que representa un valor agregado importante para la producción y que muchos alertan que puede perderse fácilmente si ingresan enfermedades o patógenos. La importación de genética, una actividad que en la cadena productiva de Idris es clave, puede ser una de esas vías de acceso.
“La situación de hace 30 años atrás era totalmente distinta”, señaló Maglio, que admite tener que discutir el tema de forma frecuente para poner paños fríos sobre las sospechas. El especialista considera que el marco normativo argentino es muy sólido y que tanto los controles de Senasa, como los realizados en origen, que incluyen pruebas de PCR y períodos de cuarentena, reducen mucho el riesgo de que ingresen enfermedades.
Así y todo, queda siempre un margen para el error. “El riesgo no es cero, pero hay niveles de seguridad muy altos para que no suceda y para que este negocio sea viable”, sostuvo Maglio, que prefiere una metáfora aeronáutica para ilustrar lo que sucede en su sector: “Cada tanto se caen aviones y no se suspende toda la actividad aerocomercial”, dijo.
Si bien tienen ensayos en proceso, no se han abocado de lleno a la genética propia, como sí ha hecho Salmon Trout, otra empresa acuícola de importancia en la Patagonia. Como apuntan a la producción a gran escala, y están en plena curva de crecimiento, en Idris consideran que es crucial importar huevos para asegurarse un buen negocio.
“Si no tenés una genética local validada de maduración tardía, que tenga tasas de crecimiento estables y que garantice un handicap controlado de cosechas, es muy difícil proyectar un negocio rentable”, afirmó el ejecutivo.
En esa búsqueda de agregar valor es que también se han concentrado en lograr certificaciones. Actualmente, cuentan con los sellos BAP (Best Aquaculture Practices), ASC (Aquaculture Stewardship Council) y de alimentos argentinos.
Mirá la entrevista completa con Lucas Maglio:
Si algo tiene la acuicultura patagónica es mucha conciencia de que lo que se hace en esa región no tiene prácticamente parangón en el mundo. La producción sustentable, sin fármacos ni tratamientos es lo que dota a las truchas argentinas de mayor calidad y valor agregado, lo que, para exportadores como Idris, es una pieza axial del negocio.
Sin embargo, Maglio también incita a no descansar sobre el estatus sanitario, y por eso defiende la incorporación de lo que, asegura, es una “genética de primer nivel”. A nuestras características ambientales, que hoy aportan los dos grandes embalses en donde se concentra la producción -Piedra del Águila y Alicurá- recuerda que hay que sumar “estrategias productivas y de manejos”.
Tal vez una de ellas concierne a la selección del personal, en su mayoría joven y de género femenino, pero que tiene una particularidad: Varios de sus técnicos son chilenos. “Es clave porque ya sabes las cosas que no hay que hacer”, explicó el ejecutivo, que incluso se formó y vivió varios años en el país vecino.
Es que, tras haber dado sus primeros pasos en el embalse Alicurá, Maglio decidió especializarse en Chile, que tiene un gran desarrollo académico por ser el segundo productor mundial de salmones. Así fue como conoció al grupo inversor Mar Andino y decidió impulsar la llegada de esos capitales al Río Limay. Fue en 2005 cuando finalmente lo concretó, con la fundación de Idris Patagonia.
Incluso, esa experiencia acumulada le demostró a Maglio que la producción de salmónidos en Argentina está aún subvalorada. “Tiene que dejar de ser un apéndice de la pesca”, expresó, ya que considera que, por sus características, es mucho más similar a la producción animal intensiva que a esa actividad extractiva. Y hasta comparten mucho vocabulario en común, porque se habla de genética, sanidad, eficiencia alimentaria y el uso de corrales.
De hecho, jerárquicamente podría estar por encima de otras ramas de la actividad pecuaria, según opina el especialista. Eso se debe a , sobre todo, su potencial de crecimiento y los avances que ha tenido en materia sustentable.
“Desde el punto de vista ambiental, esta es una actividad espectacular. Es la que menos huella de carbono tiene, prácticamente no consume agua, no genera gases de efecto invernadero y es la más eficiente en consumo de alimento”, ratificó.
En esa búsqueda de más recursos, expertise y proyectos de crecimiento que hoy el sector se debate sobre el camino ideal a seguir. Por su parte, el Country Manager de Idris aseguró que la empresa seguirá “creciendo a paso firme” pero en vistas de mantener e incorporar más certificaciones para acceder a más mercados.