Los problemas presentes en la Argentina constituyen en la actualidad el principal factor alcista que está sosteniendo los precios de los futuros de harina de soja en el mercado estadounidense CME Group.
Datos oficiales muestran que en enero pasado se registraron embarques argentinos de harina de soja por 1,58 millones de toneladas, mientras que para el presente mes de febrero se declararon apenas 735.000 toneladas. Y en marzo unas magras 50.000 toneladas.
La mercadería originada en diciembre pasado en el marco de la segunda edición del régimen del “dólar soja” permite a la industria argentina disponer de porotos para moler en el transcurso del presente mes, mientras que en marzo pasaría a quedarse nuevamente “seca” de granos.
En el tercer mes del año la originación de soja dependerá de dos alternativas. La primera es la instrumentación de una tercera edición del “dólar soja” para terminar de promover la comercialización del último remanente de la cosecha 2021/22.
Los datos oficiales de producción y stock inicial de soja 2021/22 indican que la oferta disponible libre de compromisos comerciales que resta comercializar es del orden de 11,0 millones de toneladas, mientras que si se consideran las ventas a fijar con precio abierto a la fecha esa cifra supera los 14 millones de toneladas.
La segunda alternativa es que el gobierno habilite divisas al tipo de cambio oficial para gestionar importaciones de soja de Paraguay o Brasil a partir de marzo con el propósito de ingresarlas en el marco del régimen de admisión temporaria, el cual contempla la obligación de procesar el grano para luego exportarlo como harina o aceite de soja.
Ambos factores, si bien son claramente bajistas para las cotizaciones internacionales de la harina de soja, resultan difíciles de pronosticar porque están influenciados por decisiones políticas. El “dólar soja” requiere que el gobierno habilite un tipo de cambio preferencial que entusiasme a los productores argentinos, al tiempo que la habilitación de divisas necesita ser instrumentada por medio de permisos especiales porque Argentina está atravesando un crisis cambiaria signada por un déficit severo de dólares.
El aporte de la cosecha de soja de primera –que comienza a ingresar al mercado en el mes de abril– será limitado este año. Un 57,7% del área nacional del cultivo se encuentra en estado bueno a excelente, según el relevamiento semanal publicado por la Bolsa de Cereales de Buenos Aires. Pero el dato clave es que hay una catástrofe productiva en cuatro de las zonas más productivas del país (correspondiente al sector norte de la región pampeana argentina).
Datos oficiales recopilados por la Cámara de la Industria Aceitera de la República Argentina (Ciara) muestran que el uso de la capacidad instalada de molienda de soja viene descendiendo de manera progresiva en los últimos años.
Las principales causas de ese fenómeno son una caída de la producción argentina de soja –producto de política públicas que desalientan al cultivo junto con inconvenientes climáticos– y una creciente pérdida de competitividad del sector aceitero argentino con respecto a otros clusters oleaginosos de países competidores.