“Hay frigoríficos que no van a faenar dos de los cinco días de la semana, mientras que otros están con reducciones importantes de faena o bien no logran completar sus planes. Esto va a seguir la semana que viene y un tiempo más también”.
Así confirmó Mario Ravettino, el presidente del Consorcio ABC, a Bichos de Campo la decisión que gran parte de los empresarios del sector cárnico exportador tomó ante el abrupto cambio de escenario que está atravesando la cadena de valor ganadera.
El hecho de que funcionarios del gobierno nacional hayan decidido esta semana –como han hecho en otras oportunidades– cortar la habilitación de exportaciones para forzar un nuevo acuerdo de precios internos, evidencia el escaso conocimiento que la gestión del ministro Sergio Massa tiene del sector.
Hace algunas semanas que los frigoríficos están haciendo grandes esfuerzos para abastecerse de hacienda en un contexto de notable escasez de oferta.
Un importante exportador dijo a este medio que “no hay novillos pesados; tenemos que comprar hacienda más liviana, de entre 350 y 420 kilos, donde puja fuerte el supermercadismo”.
Otro exportador consultado reconoció la misma situación en su empresa: el faltante de hacienda es cada vez más notorio y quedará expuesto seguramente en las estadísticas de la faena de agosto.
Un industrial exportador que también vende una porción de la oferta en el mercado interno dijo “tengo una faena chica para el mercado local pero no consigo ni eso, así que esta semana faené cero”.
La caída de los precios internacionales de la carne vacuna, junto el desastre climático de la sequía, las “retenciones cambiarias” y los derechos y cupos de exportación, quitaron incentivos para producir animales pesados con destino a mercados externos. Adicionalmente, la sobreoferta de ganado provocada por la sequía ya no está presente. Ahora es notable la escasez de oferta.
Esa tensión entre la oferta y la demanda comenzó a reflejarse en los precios, incluso antes de la devaluación de esta semana. En el caso del novillo pesado en cuestión de días saltó de 1200 a 1700 pesos por kilo en gancho.
La seca hizo estragos y se están viendo bien los efectos. Este año el mayor ingreso de terneros a los feedlots, encima más livianos de lo habitual, derivó en una mayor oferta de ganado liviano. Eso se refleja en un importante indicador que es el peso medio por res que en Julio fue de 225 kilos, 11 kilos menos que en igual mes del año pasado, lo que indica una caída de 5%.
Ese fenómeno, contrario a la eficiencia del sistema, se presentó en simultáneo con un crecimiento interanual de la producción de carne vacuna del 10% en el primer semestre del año.
En adelante, al mercado solo le queda la hacienda liviana y los oferentes están haciendo valer su peso luego de muchos meses de comercializar su ganado con importantes atrasos respecto de la inflación. Fueron muchos meses de malvender jaulas y jaulas de novillos y novillitos.
Lo cierto es que este fuerte reacomodamiento de precios en la cadena ganadera sucede en paralelo con la devaluación, aunque conviven varias causas. Tanto el valor de la hacienda como de la carne vacuna venían muy retrasados respecto de la inflación general y, en algún momento, era esperable que se alinease con el resto de los precios de la economía.
Los datos oficiales correspondientes al pasado mes de julio –conocidos esta semana– muestran que la “canasta cárnica vacuna”, que comprende asado, paleta, cuadril, nalga y carne picada, mostraba entonces una inflación interanual del 92,5% versus un 118,6% el promedio de alimentos y bebidas no alcohólicas en comercios y supermercados de la ciudad de Buenos Aires (CABA-GBA).
Los analistas del sector creen que esta decisión se debe no solo a esta cuestión de la escasa oferta sino que también es una devolución de favores a las autoridades, que intentaron forzar un nuevo acuerdo de precios bajo amenaza de cerrar las exportaciones de carne.
Es posible esa hipótesis, pero lo real es que se cortó la oferta, sobre todo de hacienda pesada. También de achicó la faena de vacas ya que se terminaron de limpiar los campos de cría de los vientres improductivos.
Si se deja de faenar (o se trabaja menos días en los frigoríficos) porque no hay hacienda, ¿qué sentido tenía cerrar exportaciones? Es una pregunta que seguramente los funcionarios que quieren manejar los mercados desde escritorios no pueden responder.
Cuando compraron la vaca en sequía no habría la boca