El maíz es un insumo crítico en la producción porcina y en los últimos meses subió más del 100% en los mercados internacionales y también a nivel local donde rozó los 23 mil pesos por tonelada. Teniendo en cuenta que el 95% de los productores porcinos argentinos son pequeños, estos vaivenes de precios los dejan descolocados.
“Esto no es como un kiosco que uno pueda armar o desarmar con facilidad. Los altibajos de la política y de la economía nos dejan fuera de carrera, sobre todo pensando en que este es un negocio de volumen y que hay que sumar kilos para ganar rentabilidad”, advirtió a Bichos de Campo Alejandro Lamacchia, el presidente de la Asociación de Productores Porcinos de la Provincia de Buenos Aires (Aproporba). Se estima que en territorio bonaerense hay cerca de 10 mil productores abocados a esta producción.
Mirá la entrevista completa a Alejandro Lamacchia:
“El maíz es el 70% del costo del porcino, lo que da cuenta de que la actividad es sumamente dependiente de este cereal como alimento”, declaró Lamacchia. Y agregó que por esa razón “el productor tiene que ser eficiente y tiene que lograr vender por volumen”.
“Yo siempre digo que cuando el productor grande se resfría, el pequeño se funde. El productor grande puede comprar cereal todo el año, el mediano apenas puede hacerlo un par de meses, y el pequeño compra de modo semanal o mensual”, manifestó el productor.
Acerca del productor grande, Lamacchia comentó que “ese productor tuvo la posibilidad de comprar maíz con la cosecha del año pasado a 8.500 pesos la tonelada e hizo un negocio durante todo el año sin ser golpeado por las variantes, porque tuvo reservas. Pero ahora tendría que estar preocupado porque se viene la nueva cosecha y deberá comprar cereal a los nuevos precios”.
“Ahora, el pequeño productor directamente está en pérdida desde hace varias semanas porque se le vuelve imposible ir al ritmo del crecimiento del alimento”, resaltó el directivo para aclarar que, a diferencia del grande, el pequeño criador de porcinos no puede trasladar el aumento de sus costos a sus precios de venta.
En esta coyuntura donde los grandes aguantan y los chicos pierden dinero, “la venta de cerdos es buena porque la carne vacuna directamente sale el doble en las bocas de expendio”, dijo Lamacchia. Pero este escenario podría complicarse con el cierre de las exportaciones de carne vacuna, que hace que “exista un poco más de oferta” para el mercado local.
“El precio en sí no va a bajar porque en góndola nunca baja. En cambio sí subirán los costos. Entonces las pérdidas se acentuarán mucho más de lo que se venían dando hasta el momento”, evaluó.
Lamacchia recordó que el segundo semestre de 2016 y el año 2018 fueron duros para la producción de cerdos. “Cuando uno tiene una organización estable y cierta espalda puede soportar estos vaivenes, pero de cualquier modo, esto es un problema de política de Estado y de no planificación. Necesitamos poder planificar en el corto, mediano y largo plazo, estableciendo supuestos solidos que nos permitan caminar sobre escenarios lógicos”, remarcó.
“Los objetivos no se cambian, lo que se cambian son las estrategias. El sector porcino viene con un plan serio y con un crecimiento sostenido. Hoy tiene cerca de 13 países a los que puede llegar y hay otros 15 países en tratativas; se consumen cerca de 19 kilos por persona por año y se espera de acá a 2030 que la actividad contrate alrededor de 90 mil a 100 mil personas aumentando el consumo a 30 kilos por persona por año. Pero todo esto depende de inversiones a largo plazo que necesitan de estabilidad”, concluyó.
Mientras tanto, por ahora y sin previsibilidad en el horizonte, el pequeño productor porcino que representa nada más ni menos que al 95% de los productores del país, sigue siendo la triste variable de ajuste por no poder absorber estos altibajos.